"Si hubiera que dar nombre a B¨¦lgica ser¨ªa 'Absurdist¨¢n"
Llega a la cita apurado, con un ligero retraso sobre la hora acordada, las nueve de la ma?ana, y se disculpa: "es que tal y como est¨¢ el tr¨¢fico...". Thomas Royberghs entra en el local sin casco, pero con el mono negro de los moteros, del que se deshace enseguida para aparecer con un simple jersey fino de lana azul, sin camisa visible, en armon¨ªa con sus ojos. Pelo corto y rubi¨¢ceo, facciones firmes en un rostro anguloso. Un chico de 20 a?os sin estridencias, que estudia segundo de Historia en la secci¨®n neerland¨®fona de la Universidad Libre de Bruselas. Y uno de los cinco veintea?eros (flamencos, valones y bruselenses, neerland¨®fonos y franc¨®fonos) que el pasado d¨ªa 23 reunieron a unas 35.000 personas en el centro de Bruselas para protestar por la falta de Gobierno en B¨¦lgica. Las elecciones fueron el pasado 13 de junio.
Este estudiante fue uno de los art¨ªfices de la protesta contra la falta de Gobierno
Royberghs ha elegido el lugar de la cita, un atmosf¨¦rico bar a la belga, que es como decir un viaje en el tiempo, muy avanzado, al siglo XIX. De Skieven Architek ocupa una de las esquinas de la plaza Jeu de Balle, donde un rastro callejero pone diariamente a la venta pecios de vidas an¨®nimas, como esa dentadura abandonada en el caj¨®n de la mesilla por alguien liberado ya de las miserias de este mundo.
Los desayunos tienden a la frugalidad y el de Royberghs no es una excepci¨®n: "un t¨¦", pide a la mujer que atiende a la escasa clientela. Hay que animarle a que lo acompa?e con algo para mojar: "un croissant", accede. "Es que los estudiantes no solemos desayunar fuera", se justifica.
"No hay nada m¨¢s bruselense que esto", dice refiri¨¦ndose a De Skieven Architek. "Es puro Marolles". Les Marolles es el barrio popular por antonomasia de Bruselas, parcialmente derruido a finales del XIX para hacer hueco al fara¨®nico-babil¨®nico-greco-romano Palacio de Justicia concebido por el arquitecto Joseph Poelaert, a quien se dedica el adjetivo del bar. Skieven es una palabra polis¨¦mica en holand¨¦s que significa inclinado, torcido, retorcido... borracho incluso, y por extensi¨®n persona no de fiar, con dobleces, estafador, maleante... Aplicado a Poelaert tiene una connotaci¨®n negativa, venganza popular contra el hombre que destruy¨® su barrio.
"?Podr¨ªamos hablar de De Skieven Politik?", del pol¨ªtico como personaje poco recomendable. La pregunta sorprende a Royberghs, que sonr¨ªe como quien ha hecho un hallazgo. "?Excelente!", responde. "No se sabe qu¨¦ hacen, de qu¨¦ se ocupan, siempre buscando su propio beneficio".
Un ejemplo nada edificante que contrasta con la reclamaci¨®n callejera a favor de que haya Gobierno de pleno derecho de una vez en B¨¦lgica. "Lo que les ped¨ªamos es precisamente que dejen de pensar en s¨ª mismos, de ser ombliguistas, que respondan a los problemas que tiene el pa¨ªs sin m¨¢s retrasos...", explica. "Fracasamos. No nos han hecho caso". Pero Royberghs no se rinde. El suyo y de sus amigos fue un intento m¨¢s de llamar la atenci¨®n de la casta pol¨ªtica. Hay y habr¨¢ m¨¢s. La ¨²ltima idea de otros estudiantes, ¨¦mulos de las revoluciones del jazm¨ªn en T¨²nez y de los faraones en Egipto, es la "revoluci¨®n de las patatas fritas", convocada con marchas estudiantiles para el pr¨®ximo d¨ªa 17 en diversas ciudades belgas. "Se dice que si hubiera que dar un nombre a B¨¦lgica deber¨ªa ser Absurdist¨¢n", apunta con humor melanc¨®lico Royberghs. "Se dan vueltas sin sentido. Queremos salir de esto aunque sea con una revoluci¨®n de las patatas fritas".
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