Pen¨²ltima batalla de la 'guerra de las chabolas' en Las Mimbreras
El Ayuntamiento termina los realojos y deja solo 20 infraviviendas en pie
"El barrio ha muerto". La frase lapidaria es de un hombre de pocas palabras. La defunci¨®n del poblado marginal de "tipolog¨ªa especial" Las Mimbreras II la certifica un sujeto menudo, de lenguaje econ¨®mico pero imperativo, gesto inalterable, tocado con un casco de camuflaje y una guerrera verde militar. Se trata del t¨¦cnico municipal Julio C¨¦sar Santos. El sepulturero de chabolas. El Ayuntamiento derrib¨® ayer las ¨²ltimas cuatro infraviviendas con derecho a realojo del asentamiento. De las 121 que se amontonaban hace poco m¨¢s de un a?o ya solo quedan 20 en pie. Las ¨²ltimas. Ninguno de sus moradores tiene derecho a un piso de protecci¨®n oficial (entre 60 y 120 euros de alquiler mensual).
"?Si nos tiran las casas y no nos van a dar nada, cortamos las carreteras!"
Son los okupas de Las Mimbreras. Parad¨®jicamente, se trata de los primeros habitantes del poblado. Con permiso de la Administraci¨®n regional se metieron en las viejas casitas prefabricadas que configuraban el barrio en su momento. Algunos llevan 13 a?os en ese enclave entre la M-40 y la carretera de Extremadura, tierra de nadie entre Aluche y el barrio leganense de La Fortuna. Un c¨²mulo ahora de escombros que en su momento fue un activo foco de delincuencia. "Se robaban coches nuevitos y se vend¨ªan los motores", confiesa Antonio Vargas -"gitano, cristiano evang¨¦lico, sin antecedentes penales y chatarrero"- mientras aguarda la piqueta calent¨¢ndose en una hoguera.
Acaba de salir el sol y los furgones policiales suben la cuesta llena de baches. Siete veh¨ªculos con seis agentes de intervenci¨®n especial, vulgo antidisturbios, en su interior. Las fuerzas parecen excesivas, pero el historial de respuesta violenta a los derribos del poblado es amplio. Desde 2007 se han sucedido los incidentes. Incluyendo heridas de gravedad en los agentes. Por ejemplo, a palazos. O a pedradas. Con menores y mayores detenidos y decenas de agentes hospitalizados.
Mientras los polic¨ªas se despliegan entre los escombros, algunos hombres y mujeres discuten con los funcionarios municipales. Llevan garrotas. Pero no pasa nada. "?Si no nos van a dar nada y nos tiran las casas, cortamos las carreteras!", amenaza Jos¨¦, que apostilla que lo ¨²nico que pretende es que le digan la verdad. Dos mujeres en bata esgrimen documentos y se?alan contradicciones burocr¨¢ticas. Dicen que piensan denunciar.
M¨¢s abajo, Juan Manuel se ha resignado. No le toca piso y su chabola, tras 11 a?os en pie, cede ante el brazo mec¨¢nico de la gr¨²a. "Me denegaron el piso porque tengo un BMW, pero es que es muy antiguo y en realidad es de mi padre", explica mientras sus hijos recogen antenas para-b¨®licas y sacan colchones por el tejado. Uno de ellos escucha el parlamento de su padre con una especie de daga en la mano. La usa para cortar cosas duras que deben llevarse.
"Esto es lo que hay. Lo deciden los superiores", es la explicaci¨®n de los t¨¦cnicos municipales encargados de los derribos. Unas demoliciones que se enmarcan en el plan especial que se traz¨® el Ayuntamiento en 2008. El prop¨®sito era acabar con 837 infraviviendas repartidas entre El Ca?averal, Las Mimbreras, El Ventorro de la Pu?al¨¢, Santa Catalina y otros asentamientos menores como el de Puerta de Hierro. Solo queda para culminar el proyecto terminar de demoler Santa Catalina y El Ventorro, aunque en ambos ya han comenzado los derribos.
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