Apuntes de un viaje interior
Quien no sabe lo que quiere, no entiende lo que encuentra. Para entrar en el laberinto de Or¨¢culos hay que formularse una pregunta personal clara y escueta. A diferencia de los or¨¢culos griegos y de los m¨¦todos adivinatorios donde la pitonisa interpreta el hado, en este elaborad¨ªsimo juego teatral laber¨ªntico quien se hace la pregunta encuentra la respuesta en el propio curso del juego (o atando cabos despu¨¦s), sin que nadie se la sugiera ni mucho menos se la imponga. Para eso, debe de recorrer un d¨¦dalo de t¨²neles umbrosos que desembocan en c¨¢maras habitadas por criaturas extra?as, seductoras o ensimismadas, estar atento a sus indicaciones y entregarse a cuanto suceda. Tampoco el cr¨ªtico debe de mantener la consabida distancia, so pena de perderse el quid.
OR?CULOS
Teatro de los Sentidos. Direcci¨®n: Enrique Vargas. Coordinaci¨®n art¨ªstica: Patricia Menichelli. Direcci¨®n de actores: Valentina Vargas. Espacios: Gabriella Salvaterra. Dise?adores: Jean-Marie Oriot, Humberto Franchini, Nelson Jara y Arianna Marano. San Agust¨ªn del Guadalix. La Casa de Gus. Del 3 de marzo al 3 de abril.
Cada c¨¢mara es una instalaci¨®n inspirada en los arcanos del tarot
Para entrar en Or¨¢culos hay que pedir hora, llevar ropa c¨®moda, descalzarse a la entrada y estar dispuesto a protagonizar un intrincado viaje individual de 75 minutos, a pie y a tientas, y a gatas cuando haga falta. Solo en la oscuridad, orientado por luces y sonidos sutiles, el espectador, m¨¢s bien viajero expectante, avanza, se estanca en los remansos y en ocasiones retrocede desorientado. Sabe, porque antes de entrar ha tenido que esperar un rato en una antesala silenciosa, que cinco o 10 minutos por delante de ¨¦l marcha otro viajero y que por detr¨¢s tambi¨¦n viene alguien. Cada c¨¢mara, construida con telas, cuerdas, maderas, arena y materiales org¨¢nicos, es una instalaci¨®n art¨ªstica inspirada en los diversos arcanos del tarot. En alguna apetecer¨ªa quedarse m¨¢s tiempo, pero tintineos intermitentes y crujidos a nuestras espaldas parecen indicar que lleg¨® el momento de seguir el camino.
Es mejor no desvelar nada de lo que sucede all¨ª dentro: baste decir que todo est¨¢ resuelto con delicadeza. Los encuentros, mudos o susurrados, entre viajeros y habitantes del laberinto son breves, sutiles y en ocasiones intensos, incluso en lo f¨ªsico. Los actores tienen presencia, agudeza y un sexto sentido que les permite intuir con qui¨¦n se est¨¢n jugando los cuartos en cada instante, y tratar a cada cual seg¨²n su condici¨®n y car¨¢cter. Se mueven como animales nocturnos. Entre ellos, comparten un elaborado sistema de se?ales ac¨²sticas con el que se avisan de cu¨¢ndo entra alguien que requiere especial cuidado, y del porqu¨¦: una embarazada, una persona nerviosa o con miedo a la oscuridad...
En Or¨¢culos el viajero expectante no siempre tiene claro por d¨®nde seguir (y es bueno que as¨ª sea), como sucede en la vida misma. Su recorrido acaba en una c¨¢mara de descompresi¨®n, donde procede que se remanse en torno a un t¨¦ verde suavemente especiado y vea c¨®mo van llegando sus iguales, uno cada tantos minutos, apaciguados la mayor¨ªa, pero tambi¨¦n algo aturdidos a veces o con la respiraci¨®n agitada. En este trabajo, la experiencia va m¨¢s por dentro, resulta m¨¢s ambigua y est¨¢ m¨¢s al borde que en El hilo de Ariadna o en Memoria del vino, creaciones sobresalientes del Teatro de los Sentidos. No creo en meigas, pero en la primera versi¨®n de Or¨¢culos, estrenada en la estaci¨®n de ferrocarril de Delicias, en 1998, una carta del tarot azarosamente escogida dio respuesta gr¨¢fica cierta a mi pregunta personal sobre el futuro inmediato. Esta vez la respuesta simb¨®lica, cien veces m¨¢s sutil, me la dio una espectadora, a la salida, sin ella saberlo.
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