Por los 110 definitivos
A falta de estudios rigurosos que nos certifiquen que un conductor a 110 se duerme o pierde atenci¨®n "mucho m¨¢s" que a 120, lo que nos queda es muy simple: la velocidad mata. La velocidad est¨¢ muy relacionada con las prisas y, en otras ocasiones, con las apariencias y el amor al riesgo. Se encuentra instalada en nuestra sociedad como un valor irrenunciable y contagioso. Nuestras vidas se mueven a golpe de minutero, a veces de segundero.
Este enorme revuelo que se ha levantado contra una medida que a nadie perjudica, a excepci¨®n de las petroleras, y a casi todos beneficia, tiene una base muy d¨¦bil. D¨¦bil porque se hace desde la visceralidad y sin argumentos s¨®lidos de su maldad y, mucho menos, desde el punto de vista de la seguridad vial. Para nosotros, como asociaci¨®n de v¨ªctimas de accidentes, el hecho de que la reducci¨®n de la velocidad pueda disminuir los siniestros y su gravedad hace que este cambio reciba nuestro apoyo. Apoyo temporal que se convertir¨¢ en exigencia de permanencia si se certifica una menor siniestralidad. Poco se puede argumentar; si evitan muertos y heridos es buena y debe mantenerse.
Mayor velocidad es igual a mayor riesgo de accidente, tambi¨¦n es sin¨®nimo de lesiones m¨¢s graves. Muchas de las cr¨ªticas al l¨ªmite de 110 kil¨®metros por hora son maniqueas y carentes de sentido, pero mucho m¨¢s lo son si con esta reducci¨®n se consigue salvar vidas. Detr¨¢s de cada muerto en la carretera hay muchos millones de euros pero tambi¨¦n hay mucho sufrimiento.
Francisco Canes es presidente de la Asociaci¨®n Estatal de V¨ªctimas de Accidentes.
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