Rosa y Alfonso, 27 a?os despu¨¦s
Sola, con 17 a?os, dio a su beb¨¦ en adopci¨®n en un proceso lleno de irregularidades. La pareja que se lo qued¨® pag¨® por el ni?o. La tenacidad de Alfonso, hoy un joven abogado, ha permitido el reencuentro entre madre e hijo. Esta es la historia
A los 17 a?os me qued¨¦ embarazada de un chico con el que hab¨ªa salido tres o cuatro veces. ?l ten¨ªa 19 o 20 y estaba estudiando. Se desentendi¨® r¨¢pidamente. La ¨²ltima vez que lo vi fue el d¨ªa que le dije que estaba embarazada. Yo viv¨ªa con mi hermana mayor en una pensi¨®n en Madrid, y mis padres, en un pueblo de Segovia. No me atrev¨ª a decirles nada. Al irme de casa, mi padre me hab¨ªa advertido: 'Te vas a trabajar, ni se te ocurra venir con una barriga...'. A los cuatro meses me echaron de la casa donde estaba sirviendo. Di a luz el 28 de diciembre de 1983 en la maternidad de Santa Cristina. Les cont¨¦ a los m¨¦dicos que no pod¨ªa hacerme cargo del ni?o y ellos me explicaron que yo, que entonces era menor de edad, no pod¨ªa firmar la renuncia. Pero a mi hijo se lo llevaron ese mismo d¨ªa, antes de que mi hermana firmara en mi nombre".
"El beb¨¦ es de una chica universitaria. Es delgado porque ella us¨® un cors¨¦ para tapar el embarazo", les dijeron a los adoptantes
Rosa acaba de reencontrarse ahora con su hijo Alfonso, aquel ni?o al que ella renunci¨® obligada por sus circunstancias (la pobreza y el rechazo frontal de su familia a afrontar la situaci¨®n). Como su caso hay miles en la Espa?a del franquismo y de la Transici¨®n: miles de j¨®venes que quedaron embarazadas fruto de relaciones espor¨¢dicas, con sus novios o por abusos de sus patronos. Y, en esa tesitura, se vieron forzadas a renunciar a sus hijos.
A Rosa le dijeron que iban a entregar a su hijo "a un matrimonio de abogados de Madrid con mucho dinero". Al carpintero y su mujer de Alicante, a los que realmente se lo dieron, les aseguraron que la madre era "una universitaria del Pa¨ªs Vasco" y que el beb¨¦ estaba "un poco delgado porque ella se hab¨ªa puesto un cors¨¦ durante el embarazo para disimular". Veintisiete a?os despu¨¦s, el 7 de noviembre del a?o pasado, Alfonso y Rosa averiguaron la verdad.
El reencuentro ha sido posible gracias a la tenacidad de Alfonso, hoy un joven abogado. "De siempre me sent¨ª como alguien extra?o, fuera de lugar. Siempre hab¨ªa tenido sospechas de que era adoptado por cosas que dec¨ªan otros ni?os en el colegio, porque mis padres eran muy mayores y porque miraba las fotos de mi familia y no me parec¨ªa a nadie. Descubr¨ª que era adoptado en enero del a?o pasado, cuando ped¨ª mi partida de nacimiento y le¨ª: 'Madre y padre desconocidos".
Alfonso fue inscrito a los pocos d¨ªas de nacer como "exp¨®sito", es decir, como si hubiera sido abandonado a la puerta de un convento, en lugar de hacer constar que hab¨ªa sido dado en adopci¨®n en un hospital p¨²blico.
No es la ¨²nica irregularidad de este caso. "Mis padres adoptivos no pod¨ªan tener hijos. Una amiga que hab¨ªa adoptado a sus tres hijos en la cl¨ªnica San Ram¨®n les habl¨® de una monja, sor Mar¨ªa G¨®mez Valbuena, que consegu¨ªa ni?os en Madrid, y fueron a verla. La monja les deriv¨® a la Asociaci¨®n Espa?ola para la Protecci¨®n de la Adopci¨®n (AEPA). All¨ª no les consideraron aptos para adoptar un hijo, pero casi un a?o despu¨¦s sor Mar¨ªa les llam¨® y les dijo: 'Tienen ustedes amigos muy importantes'. Vinieron, pagaron una cantidad considerable, aunque no han querido decirme cu¨¢nto, y me recogieron. Cada a?o, por Navidad, le mandaban una cesta con comida y dinero a sor Mar¨ªa. Recuerdo hablar con ella de peque?o de las notas del colegio".
"Yo no recib¨ª ni un c¨¦ntimo", a?ade Rosa, la madre biol¨®gica. "Pero s¨ª recuerdo que al poco de dar a luz se present¨® en mi habitaci¨®n un matrimonio mayor que me dijo que si bajaba a la puerta del hospital con mi ni?o y se lo entregaba, me dar¨ªan dos millones de pesetas". Ella les ech¨® del cuarto tras rechazar de plano la proposici¨®n, pese a sus agobios econ¨®micos. Los padres adoptivos de Alfonso se lo llevaron ese mismo d¨ªa, 28 de diciembre de 1983, cuando la hermana de Rosa a¨²n no hab¨ªa firmado la renuncia, que en cualquier caso deber¨ªa haberse hecho ante un notario. "Durante los primeros meses iba a preguntar por el ni?o, para ver qu¨¦ tal estaba, pero me dec¨ªan que me olvidara del tema", relata Rosa.
La lista de irregularidades que rode¨® la adopci¨®n no impidi¨® el encuentro. "Present¨¦ una demanda de jurisdicci¨®n voluntaria para que un juez obligara al hospital de Santa Cristina a facilitarme los datos de mi madre biol¨®gica y me dieron una ficha con su nombre, apellidos, fecha de nacimiento, DNI y grupo sangu¨ªneo", cuenta Alfonso. Le fue f¨¢cil dar con la direcci¨®n de Rosa. "?Viv¨ªamos a solo 10 minutos! Me plant¨¦ en el portal, pero no me atrev¨ª a tocar el timbre". Jaime, el mediador que colabora con la Plataforma de Afectados de las cl¨ªnicas San Ram¨®n, Santa Cristina y Bel¨¦n a la que Alfonso acudi¨® cuando empez¨® a buscar a su madre, apenas pod¨ªa contener su ansiedad. Normalmente, el mediador prepara durante varios meses a madre e hijo para el encuentro, pero Alfonso no pod¨ªa esperar.
Rosa le escucha embelesada. Son calcados: los mismos ojos, grandes y expresivos. La misma sonrisa. "Me llamaron a primeros de octubre del a?o pasado. Me preguntaron: '?Usted no tuvo un hijo el 28 de diciembre de 1983?'. Jaime, el mediador, me explic¨® que el cr¨ªo me estaba buscando. Yo quer¨ªa conocerlo, pero me daba miedo que me echara cosas en cara, que viniera a pedirme algo... No estaba preparada. Le ped¨ª fotos, una carta, y yo le escrib¨ª otra cont¨¢ndole lo que me hab¨ªa pasado. El d¨ªa que nos conocimos, el pasado 7 de noviembre, organiz¨® una fiesta en su casa. Me dijo que hab¨ªa invitado a un par de amigos y cuando llegu¨¦ all¨ª ?hab¨ªa 30 o 40 personas!", relata Rosa. Entre los invitados estaba su hijo peque?o, David, con el que Alfonso hab¨ªa contactado por su cuenta sin que ella se enterara.
David tiene 10 a?os menos que el hermano mayor al que acaba de conocer. "Tambi¨¦n naci¨® en Santa Cristina. Cuando me puse de parto, las enfermeras me preguntaron: '?Tambi¨¦n lo vas a dejar en adopci¨®n?'. Yo les contest¨¦ que no, pero me extra?¨® que supieran eso".
Rosa cuenta entre bromas que casi ve m¨¢s a Alfonso que a David, su hijo menor. "Alfonso me manda mensajes todas las semanas: '?Vamos al Retiro?', '?Sacamos de paseo a los perros?'. Te da pena porque echas de menos la infancia". "Te has perdido lo peor: los pa?ales, la edad del pavo...", la anima Alfonso. Asegura que no tiene nada que reprocharle a su madre, a la que ahora ve todas las semanas, y lamenta que sus padres adoptivos no entiendan por qu¨¦ la ha buscado hasta hallarla. "La confianza se ha resentido. No quieren saber nada de Rosa ni de su familia. Pero yo ahora me siento completo. He sanado una herida".
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