"Ven¨ªan y nos miraban los dientes, las piernas.... como si compraran caballos"
Fue entregada a un matrimonio de Alcoi que quer¨ªa una sirvienta, m¨¢s que una hija. Le cambiaron de identidad y de vida, pero ella nunca olvid¨®. Un peque?o anuncio publicado en una revista del coraz¨®n permiti¨® a esta mujer reencontrarse con su familia biol¨®gica de Canarias
"?Con el dinero que me has costado! ?Podr¨ªa haber comprado una piara de cerdos!". Liberia Hern¨¢ndez escuch¨® durante muchos a?os este reproche de su madre adoptiva. "Con el tiempo, cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦ me hab¨ªan adoptado para tratarme tan mal, me confes¨® que le hab¨ªan pedido a su sobrina, sor Mar¨ªa Soler, que les buscara a alguien para que les cuidara el d¨ªa de ma?ana, cuando fueran mayores. Y ese alguien fui yo".
Liberia nunca sinti¨® a aquella pareja de Alcoi (Alicante) como sus padres y ellos nunca la trataron como una hija. "Este es el contrato de compraventa", cuenta con sorna, mientras muestra el documento de su adopci¨®n. Lo firman Juan Rabira M¨¦ndez y Bernardo Acu?a Dorta. Este ¨²ltimo, condecorado por el r¨¦gimen franquista por haberse sumado al golpe militar el mismo 18 de julio de 1936, era el administrador de la casa cuna de Tenerife, donde fue recogida y trasladada a Alicante cuando ten¨ªa ocho a?os. La que no aparece por ning¨²n sitio es la firma de su madre biol¨®gica, que jam¨¢s autoriz¨® la adopci¨®n y que durante meses acudi¨® a la casa cuna preguntando por el paradero de su hija, hasta que le dijeron que estaba "con alguien mejor" y le prohibieron volver a entrar en el centro regentado por la Hermanas de la Caridad.
"Olv¨ªdate de ella. Donde est¨¢ y con quien est¨¢, est¨¢ mucho mejor", le dijeron las monjas a su madre biol¨®gica
"Me dijo que ya no me llamar¨ªa Liberia. Sor Mar¨ªa me golpe¨® en la cabeza hasta que aprend¨ª mi nuevo nombre"
La madre biol¨®gica de Liberia se hab¨ªa visto obligada a ingresarla en la casa cuna. Se hab¨ªa quedado viuda durante el embarazo, y para sacar a sus siete hijos adelante se cas¨® cuando pudo con otro hombre de Arafo (Tenerife) que le dijo que no quer¨ªa beb¨¦s que no fueran suyos en la casa. "Creemos que a mi padre lo mataron por orden del cacique del pueblo por un asunto de tierras. Lo tiraron por un barranco cuando mi madre estaba embarazada de m¨ª. Ella volvi¨® a casarse enseguida, con un hombre al que no quer¨ªa, Camilo, para sacarnos adelante. Pero ¨¦l dijo que no quer¨ªa beb¨¦s. As¨ª que mi madre me llev¨® a la casa cuna de Santa Cruz de Tenerife para que me cuidaran hasta que creciera un poco. Iba a verme todos los d¨ªas. Ella me dec¨ªa: 'Ya queda poco, pronto te reunir¨¢s con tus hermanos'. Jam¨¢s pens¨® abandonarme", relata Liberia, que hoy tiene 56 a?os. Tuvo que esperar casi tres d¨¦cadas para volver a verla. Un anuncio en una revista del coraz¨®n permiti¨® el reencuentro de ambas.
En la casa cuna, Liberia padeci¨® una pesadilla interminable. "Viv¨ªamos aterrorizadas por las monjas. Hab¨ªa ni?as que se golpeaban contra la pared igual que hacen los enfermos mentales. Te castigaban por cualquier cosa. Si te hac¨ªas pis en la cama, las monjas te pon¨ªan las bragas en la cabeza y te hac¨ªan pasear con un cartelito que dec¨ªa: 'Se ha orinado en la cama. Meona', por delante del resto de ni?as, que se re¨ªan de ti. Para castigarnos, otras veces nos arrastraban adonde ten¨ªan a las gallinas y los conejos, recog¨ªan excrementos y nos los pegaban a la boca con esparadrapo. Sor Milagros siempre llevaba colgando de una parte del cintur¨®n el rosario y de la otra las tijeras con las que cortaba el esparadrapo. Te dejaban as¨ª hasta que se acordaban de ti y te dec¨ªan que pod¨ªas a ir a lavarte...".
De vez en cuando, recuerda, la vest¨ªan de punta en blanco. "Entonces sab¨ªas que ese d¨ªa hab¨ªa exposici¨®n. Nos llevaban al despacho de sor Juana a cuatro o seis ni?as y nos pon¨ªan en fila. Ven¨ªan matrimonios y nos miraban los dientes, el pelo, te levantaban la falda para ver si ten¨ªas las piernas torcidas... Era como si compraran caballos. Recuerdo perfectamente el olor de los cigarrillos de ellos, y lo bien vestidas que iban ellas. A los pocos d¨ªas siempre desaparec¨ªa alguna de la fila, generalmente la ni?a m¨¢s peque?a".
A Liberia nunca la escogieron. Acab¨® a los ocho a?os en una casa de Alcoi por intermediaci¨®n de una monja, sor Mar¨ªa Soler, que quiso complacer a sus t¨ªos y pidi¨® una ni?a a las monjas de su congregaci¨®n. "Entonces ella trabajaba en un psiqui¨¢trico de Tenerife. Me llevaron all¨ª y ella me dijo que ya no me llamar¨ªa Liberia Hern¨¢ndez Rodr¨ªguez sino Mar¨ªa N¨¢cher Guerola. Yo dec¨ªa que no me llamaba as¨ª... Me dio golpes en la cabeza hasta que vio que dec¨ªa bien mi nuevo nombre".
Sor Mar¨ªa la llev¨® en barco hasta Valencia. "Estos son tus padres", le dijo ya en el puerto. "Me dieron miedo", recuerda Liberia. "Era un matrimonio mayor. Ella iba de luto riguroso y ¨¦l estaba medio desdentado. Me escond¨ª bajo el h¨¢bito de la monja y ella me dio empujones para que les diera un beso. No entend¨ªa nada de lo que dec¨ªan porque solo hablaban valenciano. De ah¨ª fuimos a casa de la monja. Estaba abarrotada de gente. Luego supe por qu¨¦. Sor Mar¨ªa se hab¨ªa hecho monja despu¨¦s de que sus padres le impidieran que se casara con su novio. El padre, al enterarse, dijo que no quer¨ªa verla m¨¢s y aquel d¨ªa era el reencuentro. Mucha gente hab¨ªa ido a la casa por el morbo de ver c¨®mo reaccionaban y tambi¨¦n para verme a m¨ª. De ah¨ª nos fuimos a Alcoi".
En Alcoi arranc¨® su nueva vida como Mar¨ªa N¨¢cher Guerola. "Cada vez que les dec¨ªa que me llamaba Liberia y no Mar¨ªa, me castigaban. Al final ten¨ªa tal l¨ªo que repet¨ªa todos los nombres juntos. Cuando dec¨ªa que quer¨ªa ver a mi madre, no me respond¨ªan. Al poco tiempo, mi padre adoptivo empez¨® a acosarme. Entraba en la habitaci¨®n y...". Liberia se emociona. "Una vez le cont¨¦ a una monja lo que me pasaba y me dijo que no se lo contara a nadie y que rezara mucho".
En aquel hogar fue siempre una especie de criada. Fregaba, cocinaba... Con 14 a?os sus padres adoptivos la pusieron a trabajar limpiando en otras casas y en una panader¨ªa. Una de las clientas habituales, que trabajaba de comadrona en el hospital civil de Oliver, le pregunt¨® un d¨ªa por qu¨¦ le asustaban tanto los hombres. "Cuando entraba alguno en la tienda me escond¨ªa. Al final termin¨¦ cont¨¢ndole lo que me pasaba en casa y me propuso quedarme a trabajar de interna en el hospital. Fue mi peque?a salvaci¨®n, aunque los fines de semana ten¨ªa que volver a casa. Entr¨¦ de limpiadora, y despu¨¦s estudi¨¦ y fui auxiliar. El dinero que ganaba se lo quedaba mi madre adoptiva".
Cuando, ya casada, tuvo la oportunidad de desentenderse de aquella pareja que nunca la hab¨ªa querido, Liberia no lo hizo. Cuid¨® hasta que muri¨® a su madre adoptiva y tambi¨¦n al hombre que la hab¨ªa acosado durante a?os, despu¨¦s de que este sufriera una embolia. Nunca le denunci¨®. De su madre biol¨®gica no volvi¨® a saber en mucho tiempo. "Pero yo nunca olvid¨¦ que me llamaba Liberia y gracias a eso pude reencontrarme con mi familia", cuenta. Hace 26 a?os que volvieron a verse.
"Mi hermano Quico puso un anuncio en la p¨¢gina SOS de la revista Pronto buscando a su hermana Liberia. Fue en 1986. Al verlo, una amiga m¨ªa que conoc¨ªa mi historia pens¨® que esa Liberia pod¨ªa ser yo y le llam¨® para darme una sorpresa. Era yo. Organizamos el reencuentro. Todos mis hermanos y sobrinos fueron a buscarme al aeropuerto de Tenerife. Ellos lo llaman La reconquista de Liberia. Fue muy emocionante. Mi madre a¨²n viv¨ªa. Yo entonces pensaba que me hab¨ªa abandonado y tuvimos un enfrentamiento. Ella me dijo: '?Pero t¨² crees que alguien que cr¨ªa 10 hijos -con Camilo hab¨ªa tenido otros tres- abandona a uno?'. Lo dijo con tanta emoci¨®n que la cre¨ª. Luego me explic¨® que hab¨ªa ido much¨ªsimas veces a preguntar por m¨ª a la casa cuna, hasta que le prohibieron la entrada, y siempre le dec¨ªan: 'Olv¨ªdese, donde est¨¢ y con quien est¨¢, su hija est¨¢ mucho mejor".
A Liberia y a su madre solo les dio tiempo a conocerse y disfrutar una de la otra durante dos a?os. "Antes de morir, me hizo una petici¨®n. Me dijo: '?Por qu¨¦ no te cambias los apellidos y vuelves a ser m¨ªa?". A Liberia le cost¨® a?os conseguirlo. En el proceso descubri¨® que ten¨ªa tres partidas de nacimiento diferentes, con fechas diferentes y con nombres de padres diferentes. "Escrib¨ª a la Casa del Rey y todo para que me ayudaran. Al final lo logr¨¦. Ya vuelvo a ser Liberia Hern¨¢ndez Rodr¨ªguez".
LA MUJER QUE NACI? TRES VECES
Nac¨ª el 12, el 14 y el 15 de septiembre de 1954", relata Liberia Hern¨¢ndez, casi entre risas, con naturalidad. Pero no es una broma. Cuando al reencontrarse con su madre biol¨®gica, en 1986, esta le pidi¨® que se cambiara los apellidos -"para que vuelvas a ser m¨ªa", le dijo-, Liberia empez¨® a requerir documentos al Registro Civil y vio que no solo estaba inscrita en tres d¨ªas diferentes, sino tambi¨¦n con apellidos y padres diferentes. Le cost¨® tanto tiempo y papeleo cumplir la promesa que le hab¨ªa hecho a su madre que cuando por fin recuper¨® su identidad en el registro su progenitora ya hab¨ªa fallecido."Ven¨ªan matrimonios y nos miraban los dientes, las piernas... como si compraran caballos
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