Esta revoluci¨®n es por dignidad
La ¨¦poca del miedo ha terminado.- Las sociedades ¨¢rabes aspiran a la libertad que les han negado unos dictadores ajenos a las aspiraciones de libertad de unas sociedades mayoritariamente j¨®venes
Estamos en el principio. Pero afecta a tal volumen de personas y territorio, entra?a tantos posibles cambios pol¨ªticos y geoestrat¨¦gicos, tanto impacto potencial en la econom¨ªa mundial, tanto desconcierto en las diplomacias, que cuesta imaginar que el siglo XXI depare muchos acontecimientos de este calado. Llamar a lo que est¨¢ ocurriendo "revoluci¨®n ¨¢rabe" resulta reductivo, porque puede acabar afectando a pa¨ªses no ¨¢rabes como Ir¨¢n. Tambi¨¦n es reductivo explicar la revoluci¨®n por factores econ¨®micos, aunque existan. Las revoluciones se hacen por ideas y sentimientos, y la de ahora se alza como emblema la dignidad humana.
No es casual que el detonante fuera un suceso poderosamente metaf¨®rico. La historia de Mohamed Buaziz y su carrito de frutas ha dado la vuelta al mundo. El carrito de Buaziz, un joven de 26 a?os residente en Sidi Buzid (T¨²nez), fue confiscado por la polic¨ªa. Ya le hab¨ªa ocurrido otras veces y con un peque?o soborno pod¨ªa resolverlo. Pero cuando fue a quejarse, una funcionaria, Fadia Hamdi, le escupi¨® a la cara. Eso, la humillaci¨®n, fue lo que Buaziz no pudo soportar. Ese mismo d¨ªa, 17 de diciembre de 2010, se prendi¨® fuego.
Un factor esencial de la revoluci¨®n est¨¢ siendo Internet y las redes sociales
Otro elemento es que la propia sociedad se sent¨ªa humillada
El 68% de los ¨¢rabes tiene menos de 30 a?os y conoce la cultura occidental
Los generales se colocaron al lado del pueblo y dejaron caer a los tiranos
En Tahrir a nadie se le ocurri¨® quemar una bandera de EE UU
La ca¨ªda de Mubarak fue la se?al de que los pueblos pod¨ªan alzar la cabeza
La desgracia de Buaziz conmovi¨® a sus vecinos y provoc¨® una primera manifestaci¨®n. La indignaci¨®n se extendi¨® r¨¢pidamente al pa¨ªs entero. Conviene resaltar aqu¨ª otro factor esencial e innovador de la revoluci¨®n: Internet y las redes sociales. Cuando casi ning¨²n medio informativo internacional hab¨ªa recogido a¨²n la inmolaci¨®n del frutero y las incipientes revueltas tunecinas, muchos j¨®venes en un pa¨ªs tan lejano como Jordania hab¨ªan adoptado ya la foto de Buaziz como avatar. La cadena de televisi¨®n catar¨ª Al Yazira recogi¨® el suceso porque uno de sus periodistas se enter¨® a trav¨¦s de Facebook.
Gracias al ciberespacio, los j¨®venes ¨¢rabes ignoraban las fronteras nacionales. El caso de Buaziz fue de inmediato asumido como propio por los vecinos argelinos. Y por los egipcios, muy sensibles desde el verano anterior. El 6 de junio de 2010, Jaled Said, de 28 a?os, fue detenido en Alejandr¨ªa por dos polic¨ªas de paisano que le golpearon hasta matarle, ante testigos. Varios j¨®venes profesionales, bajo la cobertura del Premio Nobel de la Paz y dirigente opositor Mohamed el Baradei, crearon en Facebook un grupo llamado "Todos somos Jaled Said". En pocos d¨ªas, el grupo congreg¨® a cientos de miles de personas y se convirti¨® en el principal foco de oposici¨®n al r¨¦gimen de Hosni Mubarak.
La llama prendi¨® de forma fulminante. A principios de enero, grandes manifestaciones agitaban las principales ciudades de T¨²nez y Argelia. En Egipto, mientras, la revoluci¨®n se preparaba con minuciosidad. Wael Ghoneim, ejecutivo comercial de Google y uno de los creadores de "Todos somos Jaled Said", cont¨® semanas m¨¢s tarde que ¨¦l y sus compa?eros dedicaron las primeras semanas de enero a ensayar manifestaciones en barrios perif¨¦ricos, estudiando convocatorias inmediatas y formas de despistar a la polic¨ªa.
Las revueltas magreb¨ªes fueron generalmente interpretadas como protestas econ¨®micas. El presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali crey¨® que con una visita al hospital donde yac¨ªa el agonizante Buaziz (fallecido el 5 de enero) y con algunos subsidios para abaratar los alimentos bastar¨ªa para calmar los ¨¢nimos. Llevaba 24 a?os en el poder, hab¨ªa saqueado impunemente el pa¨ªs y estaba habituado a las llamadas revueltas del pan. Como el resto de los dictadores de la regi¨®n, como los dirigentes y la opini¨®n p¨²blica de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, cre¨ªa que la represi¨®n y el pan barato constitu¨ªan formas infalibles de someter a las poblaciones ¨¢rabes, ajenas a otra aspiraci¨®n que ir sobreviviendo y sin capacidad para vivir en democracia.
Ese es otro elemento important¨ªsimo: la propia sociedad ¨¢rabe se sent¨ªa indigna y humillada. Tras la descolonizaci¨®n, no hab¨ªa conocido otra cosa que derrotas frente a Israel, dictaduras bochornosas, represi¨®n, atraso social, miedo. Y desprecio, mucho desprecio por parte del resto del mundo. Aparentemente, lo ¨²nico que importaba de los ¨¢rabes era el petr¨®leo, el gas y la "estabilidad" bajo reg¨ªmenes tan infames como mimados por Europa y Estados Unidos. Aunque resulte obvio, hay que recordar adem¨¢s que la islamofobia existe. Especialmente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, los musulmanes quedaron bajo sospecha permanente. Un ¨¢rabe medio no es m¨¢s religioso que un estadounidense medio, pero su religi¨®n se asocia con el integrismo y el terrorismo. En la ecuaci¨®n occidental, lo que no era una dictadura "moderada" (eufemismo de sumisi¨®n a Washington), era Al Qaeda o subversi¨®n proiran¨ª. El c¨®ctel de humillaciones, internas y externas, conten¨ªa todos los ingredientes.
Ahora, en 2011, el 68% de los ¨¢rabes tienen menos de 30 a?os. Esta inmensa generaci¨®n de muchachos y muchachas no conoci¨® acontecimientos como la descolonizaci¨®n o la Guerra de los Seis D¨ªas, pero gracias a la televisi¨®n por sat¨¦lite siempre estuvo en contacto con la cultura occidental. Vivieron el desastre de la invasi¨®n de Irak pero, adem¨¢s de sentir una intensa solidaridad con el sufrimiento de los iraqu¨ªes, quedaron marcados por una imagen de 2003: la de Sadam Husein, dictador todopoderoso, detenido en el s¨®tano donde se ocultaba de forma miserable. Ese impacto visual les ense?¨® lo fr¨¢gil que puede ser un tirano.
"No tenemos miedo", gritaban los manifestantes en T¨²nez. Ben Ali no logr¨® que el Ej¨¦rcito asumiera tareas represivas. En sociedades tan est¨¢ticas como las ¨¢rabes, donde la educaci¨®n y el trabajo raramente sirven para prosperar porque lo que cuenta es pertenecer a la ¨¦lite del poder o arrimarse a ella, el Ej¨¦rcito constituye el principal ascensor social. Entre los mandos militares abunda la gente de procedencia humilde. Eso, unido al servicio militar obligatorio, por el que cada familia tiene a alguien de uniforme, explica en gran medida el respeto mutuo entre Ej¨¦rcito y sociedad civil. Tambi¨¦n es cierto que los generales suelen optar por despedir a un dictador acabado antes que arriesgar sus privilegios en batallas inciertas. Por eso algunos dictadores prefieren tropas mercenarias, caso de Libia, o ej¨¦rcitos peque?os e ineficientes, caso de Arabia Saud¨ª.
Despu¨¦s de poner limitaciones adicionales al uso de Internet, despu¨¦s de cerrar escuelas y universidades, despu¨¦s de prometer que bajar¨ªa el pan y que no se presentar¨ªa a la reelecci¨®n como presidente, Ben Ali no consigui¨® otra cosa que el recrudecimiento de las protestas y una inequ¨ªvoca se?al de despedida por parte de los militares. El 14 de enero carg¨® todo el dinero que cupo en las maletas y escap¨® a Arabia Saud¨ª.
Para entonces, los j¨®venes egipcios ya hab¨ªan fijado la fecha de la insurrecci¨®n: el martes 25 de enero, festivo porque era, ir¨®nicamente, el D¨ªa de la Polic¨ªa. La magnitud de las manifestaciones del 25 de enero en El Cairo, Alejandr¨ªa y otras ciudades sorprendi¨® a los propios organizadores. Mientras la televisi¨®n p¨²blica emit¨ªa pel¨ªculas y programas sobre gloriosas haza?as policiales, la polic¨ªa cargaba contra la multitud. Hubo cuatro muertos y m¨¢s de 500 detenidos.
La espita de la furia estaba abierta. Para el viernes 28 se convoc¨® una Jornada de la Ira que result¨® asombrosa. Ese 28 de enero qued¨® claro que la ca¨ªda de Mubarak era s¨®lo cuesti¨®n de tiempo. Quiz¨¢ nunca, en tiempos modernos, se registr¨® una batalla tan dura y multitudinaria entre polic¨ªa y manifestantes. Al caer la tarde, la polic¨ªa hab¨ªa agotado ya los gases lacrim¨®genos y las balas de goma y empezaba a disparar fuego real. Mubarak orden¨® al Ej¨¦rcito que interviniera y el jefe supremo de los militares, su viejo amigo el mariscal Mohamed Tantaui, respondi¨® negativamente. La polic¨ªa se retir¨® y las ciudades, bajo nubes de gas y sacudidas por tiroteos ocasionales, quedaron en manos de la gente.
Mubarak recurri¨® a los trucos cl¨¢sicos del manual del dictador ¨¢rabe. Bloque¨® los tel¨¦fonos m¨®viles e Internet. Prometi¨® que su hijo Gamal, multimillonario y heredero designado, no se presentar¨ªa a las elecciones presidenciales. Prometi¨® que tampoco se presentar¨ªa ¨¦l. Subi¨® el sueldo de los funcionarios. Deleg¨® "poderes de negociaci¨®n" en un nuevo vicepresidente, Omar Suleim¨¢n, jefe de los servicios secretos, y cambi¨® al primer ministro. Bajo mano, reconvirti¨® a la polic¨ªa pol¨ªtica en bandas de saqueadores y matones, con la esperanza de que los egipcios se horrorizaran ante el caos y le aceptaran como mal menor.
El 11 de febrero, Hosni Mubarak, el hombre que desde 1981 garantizaba la "estabilidad" en Oriente Pr¨®ximo y cooperaba en lo que hiciera falta con Israel, el presidente que en 2004 prometi¨® que seguir¨ªa en el cargo mientras respirara, el gran amigo de Occidente, dimiti¨® y escap¨® a escondidas a su residencia de Sharm el Sheij, junto al mar Rojo. Dej¨® a sus espaldas m¨¢s de 300 cad¨¢veres. El Ej¨¦rcito asumi¨® el poder y garantiz¨® que organizar¨ªa una r¨¢pida transici¨®n a la democracia. Hasta ahora, aunque mantiene el estado de excepci¨®n, no ha defraudado a los egipcios.
Lo que m¨¢s sorprendi¨® a la opini¨®n p¨²blica internacional fue que en la plaza de Tahrir se mezclaran hombres y mujeres, laicos y religiosos, j¨®venes y ancianos, en una convivencia arm¨®nica. Que a nadie se le ocurriera quemar una bandera estadounidense. Que apostaran por la resistencia pac¨ªfica. Que pidieran cosas como libertad, democracia y justicia. Los t¨®picos fallaban uno a uno.
Muchos siguen queriendo ver tras la revoluci¨®n egipcia la amenaza de los Hermanos Musulmanes, la m¨¢s influyente organizaci¨®n isl¨¢mica en el planeta. Puede ser que acaben asumiendo el poder, pero su partido, Libertad y Justicia, ya est¨¢ amenazado por dos escisiones, una juvenil y otra progresista, y su ideolog¨ªa b¨¢sica es m¨¢s conservadora y tolerante de lo que piensan los recelosos.
La ca¨ªda de Mubarak fue la se?al definitiva: los ¨¢rabes pod¨ªan alzar la cabeza, conquistar la dignidad y asumir su propio destino. Para desmentir que el despertar ¨¢rabe tuviera ra¨ªces exclusivamente econ¨®micas, el 14 de febrero, a trav¨¦s de Facebook, chi¨ªes y sun¨ªes del rico emirato de Bahr¨¦in convirtieron c¨¦ntrica la plaza de la Perla en s¨ªmbolo de su rechazo al absoluto control de la dinast¨ªa Al Jalifa sobre la pol¨ªtica del emirato. Son de la familia Al Jalifa: el rey, el jefe del Gobierno (40 a?os en el poder) y 11 ministros.
El 24 de febrero, el Gobierno argelino dio el primer paso atr¨¢s ante la presi¨®n popular y acab¨® con 19 a?os de estado de excepci¨®n. El 26 de febrero comenzaron las manifestaciones en Om¨¢n, un peque?o reino que junto al vecino de enfrente, Ir¨¢n, domina el vital estrecho de Ormuz. El mismo d¨ªa, bautizado como Jornada de la Ira pan¨¢rabe, hubo manifestaciones en Jordania, donde el rey Abdal¨¢ ya hab¨ªa tomado medidas preventivas (cambio de Gobierno, subvenciones a alimentos y gasolina), y en Irak, donde la polic¨ªa mat¨® a 12 personas.
En Yemen, un pa¨ªs pobre, dividido y al borde del abismo, las protestas contra el dictador prooccidental Ali Abdal¨¢ Saleh (32 a?os en el poder) hab¨ªan comenzado ya el 27 de enero.
En Siria, paradigma de r¨¦gimen represivo, en Arabia Saud¨ª y en Ir¨¢n, los conatos de revuelta han sido sofocados por el momento.
Queda Libia, donde otro dictador anciano, decidido a que el pa¨ªs entero le acompa?e en su ca¨ªda, pelea contra la Historia. De los sucesos de Libia, los m¨¢s violentos hasta ahora en la cadena de "intifadas", se informa en otras p¨¢ginas. La gran revoluci¨®n por la dignidad ¨¢rabe no ha hecho m¨¢s que empezar.
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