Tras la tumba de Alejandro Magno
El escritor y top¨®grafo Valerio Manfredi identifica el sepulcro del guerrero con los restos de un t¨²mulo en Alejandr¨ªa - Su paradero es un enigma para la arqueolog¨ªa
Cientos de arque¨®logos, aventureros, aficionados, charlatanes, fan¨¢ticos, visionarios y saqueadores han buscado la tumba de Alejandro Magno, el legendario soma, cuyo paradero exacto es uno de los grandes misterios de la historia. Entre los que han rastreado infructuosamente el sepulcro del gran macedonio figuran desde el mism¨ªsimo Schliemann, descubridor de Troya, hasta el inclasificable Stelios Komoutsos, camarero del caf¨¦ alejandrino Elite, que desde 1956 hasta su muerte en 1991 busc¨® apasionadamente la tumba bas¨¢ndose en un espurio libro secreto que ten¨ªa en su poder (poco antes de fallecer trat¨® de venderlo a cambio de un peque?o vitalicio y un Mercedes: nadie le hizo caso).
Es muy probable, opina el novelista, que la momia fuera lanzada a los perros
En su nuevo libro, el autor revisa las teor¨ªas sobre el monumento
Algunos afirmaron haberla encontrado: Ambrose Schilizzi, dragom¨¢n del consulado ruso en Alejandr¨ªa y gu¨ªa en sus ratos libres, dej¨® el cautivador relato de c¨®mo avizor¨® tras una puerta carcomida en los subterr¨¢neos de la mezquita de Nabi Daniel en Alejandr¨ªa -una de las ubicaciones que se han se?alado como probables- el cuerpo de un hombre sentado en un trono dentro de una urna de cristal: llevaba una corona de oro y lo rodeaban rollos de papiro... ?C¨®mo no so?ar con imagen semejante?: Alejandro, dormido intacto bajo la gran urbe de la antig¨¹edad a la que dio su nombre, circundado de tesoros y de secretos.
No est¨¢n los tiempos como para buscar tumbas perdidas en Egipto. Pero siempre quedan los libros. Y ahora Valerio Manfredi (M¨®dena, 1943), que a su calidad de novelista autor de Alexandros une el ser un reputado estudioso de la antig¨¹edad (su especialidad es precisamente la topograf¨ªa del mundo cl¨¢sico), acaba de publicar un apasionante ensayo sobre la b¨²squeda del sepulcro del rey: La tumba de Alejandro. El enigma (Grijalbo, 2011).
El libro, que se suma al de Nicholas J. Saunders sobre el mismo asunto (Planeta, 2007), no es solo un recorrido por la historia de la tumba, su desaparici¨®n y los intentos de localizarla sino que incluye una hip¨®tesis muy veros¨ªmil de d¨®nde est¨¢ realmente ese monumento se?ero de la antig¨¹edad, o lo que queda de ¨¦l. Del cuerpo embalsamado del gran Alejandro m¨¢s vale que nos olvidemos: Manfredi recalca que fue destruido seguramente durante el turbulento ascenso del cristianismo en Alejandr¨ªa -cuando se ech¨® abajo el Serapeo y se asesin¨® a Hipatia-, como reliquia del paganismo. Es muy probable, opina, que la momia del conquistador fuera arrojada a los perros.
En cuanto a su sepulcro, Manfredi explica a este diario: "Estoy convencido de que todo lo queda son los bloques de la que se conoce como la Tumba de alabastro en el cementerio latino de Alejandr¨ªa". A principios del siglo pasado salieron a la luz en ese lugar los restos de un edificio monumental de extraordinaria calidad que fueron olvidados y de los que se conservan cuatro bloques monol¨ªticos gigantescos de alabastro, pulimentados en su cara interior pero no en la exterior, que conforman una c¨¢mara. Manfredi cree que se trata de la estructura central de una tumba maced¨®nica y que originalmente, como estas, estaba cubierta por un t¨²mulo de tierra.
La tumba de Alejandro ser¨ªa como la atribuida a su padre Filipo II en Vergina, la antigua necr¨®polis real macedonia, descubierta por Manolis Andronikos en 1977. Manfredi esgrime como prueba el relato de Lucano en el que imagina la visita de C¨¦sar al recinto y lo hace descender a una c¨¢mara subterr¨¢nea. El literato latino tambi¨¦n menciona un monte artificial. Lucano era sobrino de S¨¦neca, que se sabe escribi¨® una obra (perdida) sobre los santuarios y tumbas del antiguo Egipto en la que seguro que se hac¨ªa referencia al sepulcro de Alejandro. "?Para qui¨¦n sino para Alejandro iba a ser la ¨²nica tumba maced¨®nica que hemos encontrado en Alejandr¨ªa?", apunta Manfredi. Como las de Vergina, la de Alejandr¨ªa ser¨ªa una construcci¨®n poco llamativa en su aspecto exterior, lo que explicar¨ªa que se hayan conservado tan pocas descripciones.
?Tema zanjado, pues? "En un ensayo como este hay que ofrecer una hip¨®tesis bien fundada, no tenemos raz¨®n para dudar, aunque no es seguro al 100 %. En favor de la teor¨ªa est¨¢ el que no se haya podido encontrar nunca ning¨²n otro resto compatible con lo que podr¨ªa ser la tumba de Alejandro". Las tumbas maced¨®nicas, apunta, no ten¨ªan inscripciones lo que hace imposible una confirmaci¨®n epigr¨¢fica: "Tambi¨¦n eso es un argumento, ex silentio".
El sarc¨®fago de Alejandro no se ha encontrado. "Estrab¨®n escribi¨® que Ptolomeo XII hizo fundir el original de oro para pagar a sus mercenarios y recoloc¨® a Alejandro en uno de alabastro. Es l¨®gico pensar que us¨® el material de la tumba que ten¨ªa a mano". El sarc¨®fago de alabastro tambi¨¦n debi¨® ser destruido. ?Y la coraza del rey? Suetonio escribe que Cal¨ªgula se la hizo llevar a Roma, ?quiz¨¢ podr¨ªa encontrarse! Manfredi r¨ªe. "Todas las cosas preciosas se pierden, quien quisiera que algo suyo permaneciera deber¨ªa hacer como los espartanos, que llevaban pulseras de simple madera con sus nombres para que al caer en batalla nadie tuviera la tentaci¨®n de quit¨¢rselas y pudieran identificarlos".
En su libro, Manfredi tambi¨¦n ofrece una hip¨®tesis sobre la muerte del joven, bello y estragado conquistador. "Con toda probablidad muri¨® de una pancreatitis aguda, como sostienen diversos especialistas en medicina. El dolor imprevisto y fort¨ªsimo, como de una lanzada, que se?alan las fuentes antiguas apunta a ello. As¨ª como la infecci¨®n devastadora y la fiebre alt¨ªsima. La dolencia fue producto de los desordenes inauditos a que Alejandro se entregaba desde los 16 a?os".
La historia y la b¨²squeda
- Alejandro muere en 323 a. C. en Babilonia. Es embalsamado y colocado en un carro monumental para su traslado a Macedonia.
- Ptolomeo, uno de sus lugartenientes, desv¨ªa el cortejo a Egipto para apuntalar su dinast¨ªa. Instala el cuerpo provisionalmente en una primera tumba en Menfis.
- Construido el monumento definitivo, la momia es trasladada a Alejandr¨ªa. Varios personajes de la antig¨¹edad visitan el recinto funerario. Entre ellos Octavio (el futuro Augusto), que rinde homenaje a Alejandro.
- La arque¨®loga griega Liana Souvaltzi afirma en 1992 haber hallado la tumba en el oasis de Siwa. La comunidad cient¨ªfica niega que haya pruebas.
- El brit¨¢nico Andrew Michael Chugg propone en 2002 que el cuerpo de Alejandro fue llevado a Venecia y que se encuentra en la bas¨ªlica de San Marcos, en la urna que se considera contiene las reliquias del evangelista.
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