Ni rastro del crimen
En una secuencia de A Serbian film, el hermano del protagonista, polic¨ªa que siente una poderosa atracci¨®n por su cu?ada, se excita viendo las pel¨ªculas caseras de la familia, cintas de v¨ªdeo que se limitan a mostrar escenas de una felicidad dom¨¦stica de la que se siente excluido. El momento sugiere que la cotidianidad de uno podr¨ªa ser la pornograf¨ªa de otro: una idea, sin duda, interesante, pero, si nos atenemos a fr¨ªas cuestiones legales, esa ventana a la ambig¨¹edad tiene que permanecer cerrada. La pornograf¨ªa (y, por extensi¨®n, la pornograf¨ªa infantil) es algo que posee una definici¨®n precisa, inequ¨ªvoca... y, a pesar de lo que esgrima la acusaci¨®n -probablemente, sin conocimiento directo del cuerpo del delito-, no hay otro remedio que determinar que en A Serbian film no hay ni rastro de pornograf¨ªa infantil. Se trata, s¨ª, de un filme que usa el lenguaje del sensacionalismo, la truculencia y la transgresi¨®n para -seg¨²n el director- proponer una met¨¢fora de los horrores de la guerra en el subconsciente colectivo serbio, donde la pornograf¨ªa infantil (como concepto) se erige en el ¨²ltimo pelda?o en un descenso a los infiernos de la degradaci¨®n humana. No hay otra manera de interpretarlo: a ?ngel Sala se le imputa un delito inexistente.
Entre el ojo seccionado de Bu?uel y la automutilaci¨®n genital de Lars von Trier, el cine de g¨¦nero (especialmente, el terror, la comedia o el cine er¨®tico) ha asumido la tarea de romper unos tab¨²es de representaci¨®n que el cine de autor no pulverizar¨ªa hasta mucho m¨¢s tarde. Ha sido un modelo de cine sin prestigio acad¨¦mico, ni honra cr¨ªtica, el que, en la gran pantalla, ha recogido el testigo del camino abierto en la literatura por Sade y prolongado por Lautr¨¨mont y los surrealistas. En Star of David, de Norifumi Suzuki, el protagonista, un s¨¢dico empe?ado en pervertir virtudes femeninas, se excita leyendo libros sobre el Holocausto: en un plano, su eyaculaci¨®n salpica la imagen de unos ahorcados. Si representar lo inasumible es ejercicio terap¨¦utico, provocaci¨®n fatua o est¨ªmulo para la emulaci¨®n, si es basura o puede ser poes¨ªa, es algo que no admite una respuesta ¨²nica y dogm¨¢tica: cada espectador tiene su umbral de tolerancia. Lo que s¨ª abre la puerta a algo realmente terror¨ªfico es la instrumentalizaci¨®n inquisitorial de A Serbian film: m¨¢s all¨¢ de una antiutop¨ªa imaginada por Philip K. Dick, aqu¨ª ya no se castiga el crimen potencial, sino, directamente, la rotunda, evidente inexistencia del mismo.
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