"No quiero que mi m¨®vil sirva para pagar una guerra"
"No pod¨ªa usar el m¨®vil para enviarle un mensaje de amor a mi mujer o hablar con mi hija sabiendo que hab¨ªa gente muriendo en una guerra por culpa de ese tel¨¦fono". Este es uno de los motivos por los que Frank Piasecki, director de documentales dan¨¦s, realiz¨® su ¨²ltimo trabajo, Blood in your mobile. Un largometraje de casi dos horas donde hurga en la herida abierta de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, pa¨ªs enfrascado en una guerra civil del que salen toneladas de colt¨¢n y otros minerales usados en productos de electr¨®nica. Piasecki tuvo la duda, pregunt¨® a su compa?¨ªa de d¨®nde sal¨ªa el colt¨¢n de su m¨®vil, y ante la falta de respuesta se march¨® al pa¨ªs africano a ver de primera mano si las empresas cerraban los ojos y financiaban de rebote la guerra comprando minerales de sangre, al estilo de los diamantes de sangre de Sierra Leona.
El director dan¨¦s de documentales sigui¨® el rastro del colt¨¢n hasta Congo
Piasecki se alegra de escuchar que puede aprovechar la conversaci¨®n para almorzar. Mira todo lo que hay en la barra de la cafeter¨ªa de la escuela de negocios que le ha invitado a hablar sobre su ¨²ltimo trabajo. Est¨¢ plagado de universitarios, pero se hace un hueco y elige sin dudar: un bocadillo de jam¨®n serrano y una napolitana de chocolate. Tiene la agenda de sus dos d¨ªas en Barcelona apretada, entre entrevistas y pases comentados de su documental. Antes de llegar a la mesa, ya le ha dado el primer bocado a la chapata. "Me encanta el jam¨®n y el queso manchego", comenta mezclando ingl¨¦s y espa?ol. Tiene cara de cansado y dice que es porque la noche anterior se proyect¨® en un cine su documental, y despu¨¦s se qued¨® para mantener un debate con los espectadores. La cosa se alarg¨®. La sala estaba entregada y m¨¢s de cien personas se quedaron sin poder acceder al pase gratuito. "Aun as¨ª, no es f¨¢cil vivir de documentales. Cuando acabo uno, trabajo un tiempo para televisiones y ahorro algo. Y menos mal que mi mujer me mantiene", dice entre risas.
Despu¨¦s de ver Blood in your mobile, cuesta verle juguetear con su tel¨¦fono m¨®vil. Durante la mitad de la pel¨ªcula parece que est¨¢ al borde de la tragedia, pululando en la capital entre pol¨ªticos corruptos, trabajo infantil e historias de violaciones y asesinatos. En las minas, a las que la ONU se niega a llevarle porque est¨¢n tomadas por guerrilleros, acaba meti¨¦ndose en el agujero, una especie de madriguera infernal que al final, en su documental, llega a las oficinas de Nokia, su compa?¨ªa de tel¨¦fono.
?Por qu¨¦ persigue a Nokia? "No solo ellos usan minerales de sangre. Est¨¢n en casi toda la electr¨®nica. Pero Nokia vende uno de cada tres m¨®viles del mundo. Tiene mucho poder. Y debe usarlo. Mi responsabilidad y la de usted, como consumidores de tel¨¦fonos, es ir y preguntar si est¨¢n financiando una guerra al comprar colt¨¢n sin evitar que venga de una mina controlada por la guerrilla, que, con su dinero, compra armas", explica. "Tengo m¨®vil, porque no creo que se trate de volver a la edad de piedra. Necesito el tel¨¦fono para trabajar, para hablar con mi hija", razona. "Pero tengo el mismo que cuando empec¨¦ la pel¨ªcula. Quiero poder comprar uno cuyos componentes no provoquen muerte". ?Es eso posible? "S¨ª. Hay colt¨¢n en otros pa¨ªses. Por ejemplo, en Australia. Pero es caro. Las empresas dicen que buscan otras soluciones, pero hace 10 a?os que conocen el problema. Y seguimos igual".
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