Explosivas revelaciones de un genio moderno
Hasta muy adentrado el siglo XIX, la Escuela Espa?ola ni siquiera era la suma de El Greco, Vel¨¢zquez y Goya, sino tan solo un ap¨¦ndice de la Escuela Napolitana. Ven¨ªa a considerarse una brillante variante meriodional de Caravaggio, con la aportaci¨®n singular de Jos¨¦ de Ribera, pintor espa?ol, nacido en X¨¢tiva, cuyos m¨¦ritos eran, como tal, loados con el sobrenombre de El Espa?oleto (El Espa?olito). La conclusi¨®n parec¨ªa ser que ocurriese lo que ocurriese en el Levante madrile?o, como, entre otras cosas, que fuera durante siglos un dominio espa?ol, si Ribera ten¨ªa m¨¦rito era porque hab¨ªa aprendido bien la lecci¨®n italiana.
De ah¨ª que esta exposici¨®n, que ahora se presenta con los ropajes del acontecimiento en el Museo del Prado con el sobrio t¨ªtulo de El joven Ribera, tenga mucha miga. Incluso mucha p¨®lvora. Y hasta mucha explosi¨®n. Del valenciano Ribera se sab¨ªa que se traslad¨® a Italia a comienzos del siglo XVII y que hab¨ªa hecho carrera con progresivo ¨¦xito hasta convertirse en una figura de referencia en el virreinato espa?ol de N¨¢poles a partir de 1616.
All¨ª, desde luego, triunf¨® Ribera en parte por su excelente talento y, tambi¨¦n en parte, porque, en funci¨®n de ¨¦l, se transform¨® en un modelo art¨ªstico para la clase dominante espa?ola. ?Napolitano o espa?ol? ?Qu¨¦ m¨¢s da! El caso es que Ribera convenci¨® a espa?oles, a italianos y a quien amase la pintura por aquel entonces. Tambi¨¦n, que fue el primero en llamar la atenci¨®n sobre la hipot¨¦tica personalidad del arte espa?ol.
Tanta importancia alcanz¨® que hubo luego que precisar lo que este realmente pint¨® y lo que su pintura significaba realmente. Porque, hasta avanzado el siglo XX, gran parte de la obra de Ribera no era atribuida a ¨¦l y, por tanto, permanec¨ªa bajo el disfraz de otros artistas coet¨¢neos suyos, reales o imaginarios. Es muy significativo al respecto que una parte de la obra de Ribera realizada en Roma o en Parma fuese hasta pr¨¢cticamente hoy casi por completo desconocida o atribuida a otros autores italianos hist¨®ricamente existentes o inexistentes, como aquel Maestro del Juicio de Salom¨®n, que se llev¨® un gran lote de cuadros del Ribera joven.
Hasta aqu¨ª, el pre¨¢mbulo, quiz¨¢ demasiado ret¨®rico, pero no por eso dram¨¢ticamente sincero. Se trata de recalcar lo excepcional de esta exposici¨®n, que re¨²ne 32 obras, la mayor parte hasta hace poco controvertidas o muy poco vistas por nadie, y que alumbran el hasta ahora mismo "misterio" del genio de Jos¨¦ de Ribera.
Esto no habr¨ªa sido posible sin la inteligencia y la competencia de los comisarios de esta exposici¨®n, Jos¨¦ Milicua, el ¨²nico disc¨ªpulo espa?ol del gran maestro Roberto Longhi y patrono del Real Patronato del Museo Nacional del Prado, y Javier Port¨²s, jefe de conservaci¨®n del Museo del Prado de pintura espa?ola hasta 1700. Han unido la sabidur¨ªa de la experiencia y la investigaci¨®n de las ¨²ltimas aportaciones y han establecido, casi paso por paso, el itinerario por el cual Jos¨¦ de Ribera lleg¨® a ser quien fue: uno de los genios esenciales del arte moderno occidental.
El contenido de la muestra, ejecutado por Ribera entre 1612 y 1624, persigue meter el dedo en la llaga de la formaci¨®n de su personalidad art¨ªstica. No creo que se pueda decir m¨¢s que est¨¢n ah¨ª todas las claves no solo de la identidad art¨ªstica de Ribera, sino de ese apasionante fen¨®meno que se conoce como el caravaggismo internacional. Lo cual es, para cualquiera, un dato impresionante, porque supone encaminarse por el horizonte art¨ªstico moderno, pero tambi¨¦n, para uso de espa?oles, para explorar lo que ha sido nuestra identidad, seguramente mucho mejor desvelada a trav¨¦s del arte que de cualquier otra disciplina.
No se puede negar que la "estrella" de la exposici¨®n es el controvertido cuadro La resurrecci¨®n de L¨¢zaro, que est¨¢ fechado hacia 1616, es el ¨²nico propiedad del Museo del Prado y hasta hace poco era discutido por alg¨²n especialista. Debemos al talento y la constancia de Jos¨¦ Milicua el acierto ya incontrovertible de atribuir esta obra al joven Ribera. Pero, siendo mucho esta atribuci¨®n, ser¨ªa un error limitar la excelencia de esta aportaci¨®n extraordinaria del Museo del Prado. Esta exposici¨®n constituye un hito cient¨ªfico y est¨¦tico en la historia de Jos¨¦ de Ribera, del naturalismo espa?ol y, por supuesto, de la personalidad del arte moderno de Europa occidental.
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