La 'estrella Michelin' del Central
El caf¨¦ madrile?o entra en la prestigiosa lista de los mejores clubes de jazz del mundo que elabora la revista 'DownBeat' - Es el ¨²nico espa?ol seleccionado
Que Nanye sepa, por aqu¨ª no ha aparecido ning¨²n tipo sospechoso con una libreta en la mano para tomar notas al estilo de los inspectores de las estrellas Michelin. Pero la fama le precede. Estamos en plaza del ?ngel, n¨²mero 10, en Huertas; en el Caf¨¦ Central, uno de los 100 mejores clubes del mundo, seg¨²n la revista estadounidense DownBeat, la biblia del jazz que se publica desde 1935. En la lista, que se confecciona cada cuatro a?os, solo hay 24 clubes europeos. Y solo uno es espa?ol.
Son las doce de la ma?ana y, mientras las camareras que acaban de abrir tararean la m¨²sica de fondo (Piel canela, de Nat King Cole), Nanye Bl¨¢zquez, de 61 a?os, propietario del lugar, junto a su socio Gerardo P¨¦rez, sostiene con orgullo el n¨²mero de febrero donde aparece tan lustrosa lista. "Ya aparecimos en el n¨²mero de 2007 como uno de los mejores clubes de jazz, que es algo dificil¨ªsimo. Este a?o lo hemos vuelto a conseguir", confirma sin saber exactamente qui¨¦n se ha chivado a la revista.
Conserva el mismo aspecto desde 1982, no se hacen reservas y se paga al entrar
Han pasado grandes m¨²sicos y escritores como Vargas Llosa o G¨¹nter Grass
Sospecha que ha podido ser el pianista estadounidense Ben Sidran. Sobre todo por las declaraciones que el m¨²sico suele hacer sobre el Caf¨¦ Central. "Es el tipo de clubes que hab¨ªa hace unos a?os en EE UU, donde ahora ya todo es demasiado comercial y demasiado caro", dijo Sidran cuando public¨® Cien noches, un disco grabado ah¨ª en directo. "La idea de un club que forma parte de tu vida cotidiana es la que hace posible el jazz...".
No le falta raz¨®n. El Central conserva casi el mismo aspecto que ten¨ªa cuando se inaugur¨® en 1982. En escasos 80 metros cuadrados hay un gran piano de cola sobre el peque?o escenario, sillas negras de estilo cl¨¢sico... Es como viajar en el tiempo. Sin fumar, eso s¨ª. "No nos ha perjudicado demasiado", puntualiza Nanye. "Pero lo importante es que seguimos siendo sobre todo un bar donde se vive y adem¨¢s hay conciertos. En muchos sitios ocurre lo contrario: solo se abre para los conciertos".
Un ejemplo: en el Central no se hacen reservas ni se venden entradas anticipadas, por muy brillante que sea la estrella que se sube al escenario. Mantiene el esp¨ªritu de bar y cuando hay conciertos se paga en la puerta. "En estos tiempos donde lo ¨²nico que importa es el dinero nos tachan de locos", asegura. Es una de las principales caracter¨ªsticas del caf¨¦, por el que desde 1982 han pasado m¨¢s de 10.000 m¨²sicos. Una cifra nada desde?able teniendo en cuenta que (otra marca de la casa) cada banda suele tocar la semana completa. Los siete d¨ªas. Es decir, suele haber 52 grupos al a?o.
Lo que quiz¨¢ no sepan en DownBeat es que el Central ha sufrido tambi¨¦n varias embestidas del destino que lo han hecho tambalearse. "En todos esos casos hemos hecho una huida hacia delante", explica Nanye. "Y por suerte nos han salido bien".
Con algo de suerte y grandes dosis de talento. Como en el verano de 1987, cuando la moda de las terrazas de Madrid (sobre todo las de la Castellana) ahogaban a los locales cerrados. "Invitamos a la banda de Charles Mingus, que segu¨ªa tocando tras su muerte, reci¨¦n llegados de Village Vanguard, en Nueva York". El p¨²blico olvid¨® las terrazas e hizo cola frente al Central para ver a tres gigantes encerrados en un escenario de seis metros cuadrados: el saxofonista George Adams; Don Pullen, al piano, y a la bater¨ªa Dannie Richmond, que muri¨® solo 20 d¨ªas despu¨¦s de pasar dos semanas tocando en el Central.
Otro rev¨¦s del destino vino con el Mundial de f¨²tbol de Estados Unidos, en 1994. Todos viendo el f¨²tbol... ?Soluci¨®n? Contratar a Tete Montoliu, que, cansado y amargado de tocar solo frente a japoneses en Barcelona se traslada un tiempo a Madrid.
Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar la magia en el caf¨¦. Ocurre casi a diario. Cuando Nacho Mastretta sube al escenario ("aqu¨ª se oye hasta la respiraci¨®n del int¨¦rprete", ha dicho el m¨²sico). O con Javier Colina, el gran contrabajista de 51 a?os que est¨¢ toda esta semana (hasta el domingo) sobre las tablas del Central. "No s¨¦ cu¨¢ntas veces he tocado aqu¨ª. Muchas... y esas multipl¨ªcalas por siete", cuenta Colina antes de subir al escenario. "Aqu¨ª me siento como en casa. Todas las noches te asegura el di¨¢logo con el p¨²blico por estar tan cerca. Y tocar siete noches seguidas es un lujo. Eso no pasa ni en los mejores clubes de Nueva York".
Por el Central han pasado grandes del jazz y alg¨²n hereje, como Javier Krahe, que todas las navidades monta ah¨ª su corrosiva e ir¨®nica base de operaciones. Lo mismo que grandes escritores, como Vargas Llosa ("siempre se sienta en esa mesa junto a la ventana", se?ala Nanye) y G¨¹nter Grass. "De hecho una vez coincidieron los dos. Estaban enfadados por algo de la revoluci¨®n cubana y aqu¨ª se dieron en un abrazo".
No hay nada todav¨ªa en la cristalera del Caf¨¦ Central que informe a los visitantes de que est¨¢ ante uno de los mejores clubes de jazz del mundo. Pero lo habr¨¢. "Los de DownBeat nos avisaron de que nos hab¨ªan incluido en la lista y nos mandaron una pegatina que lo certifica. Pondr¨¦ una fotocopia", bromea Nanye, "la original la guardar¨¦ como oro en pa?o". O como una estrella Michelin.
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