Argumentos para un debate nuclear y energ¨¦tico
Transcurrido casi mes y medio del accidente de la central nuclear japonesa de Fukushima, parece llegado el momento de que se aborde en Espa?a el debate sosegado que, temiendo una reacci¨®n pol¨ªtica a la alemana, ped¨ªan los pronucleares mientras sal¨ªan en tromba a congratularse de lo bien que hab¨ªa resistido la contenci¨®n de los reactores japoneses, dando lugar a una caricatura de El Roto, con un edificio saltando por los aires y con el texto: "Afortunadamente, el lobby pronuclear no presenta grietas".
La divergencia entre esa actitud defensora por principio de lo nuclear y la realidad de la tragedia (adicional al desastre causado por la naturaleza) en que se ha visto sumida la sociedad japonesa por lo sucedido en Fukushima ha producido en todo el mundo un efecto muy negativo sobre la aceptaci¨®n nuclear y un deterioro de la credibilidad de sus responsables t¨¦cnicos y empresariales. Como, por otro lado, parece que habr¨¢ que seguir contando de inmediato con la producci¨®n nuclear para el abastecimiento el¨¦ctrico, deber¨ªa extraerse la consecuencia de que, aparte de reforzar su seguridad, es necesario replantear las relaciones energ¨ªa-sociedad sobre bases m¨¢s fidedignas y transparentes, definir m¨¢s objetivamente los riesgos y beneficios de los distintos tipos de energ¨ªa y proceder con mayor equidad a su reparto.
Es necesaria m¨¢s equidad en el reparto de riesgos y beneficios de los distintos tipos de energ¨ªa
Tras Fukushima, no es de esperar un relanzamiento nuclear en Espa?a, al menos en un quinquenio
Con respecto a la nuclear, no se puede seguir presentando como otro tipo de energ¨ªa m¨¢s, cuando tiene unas peculiaridades de riesgos intr¨ªnsecos o provocados, posibles derivaciones armamentistas y disposici¨®n de residuos que dan lugar a planteamientos diferenciados no solo en su oposici¨®n social, sino en el establecimiento de regulaciones que dilatan y encarecen sensiblemente su construcci¨®n, someti¨¦ndolas a unos elevados riesgos financieros.
Estos aspectos no se pueden obviar cuando se hacen planteamientos de relanzamiento nuclear en las nubes o, como acaba de decir el presidente de la mayor el¨¦ctrica espa?ola: "Somos absolutos convencidos de las bondades de la nuclear, pero siempre en un marco de absoluta seguridad". Demasiados absolutos en un mundo con Fukushima e Ir¨¢n en el que casi todas las centrales tienen que albergar los residuos en piscinas o contenedores anexos, al no haber sido capaces de resolver la mayor parte de los pa¨ªses un problema tecnol¨®gicamente tan sencillo como disponer de almacenamientos temporales o definitivos.
El freno a la viabilidad pr¨¢ctica de la energ¨ªa nuclear que implican dichos problemas no tendr¨ªa mayor importancia si, por otro lado, no estuviera pendiente de resoluci¨®n a nivel mundial el problema del cambio clim¨¢tico, para el que pudiera ser conveniente disponer de nucleares hasta que est¨¦n disponibles masivamente las energ¨ªas renovables. Aunque sobre estas ¨²ltimas tambi¨¦n conviene no levantar falsas expectativas temporales y ofrecer informaci¨®n solvente sobre su gestionabilidad y costes.
Parece, por ello, conveniente proceder al mencionado replanteamiento de las relaciones nucleares-sociedad, a partir de algunas clarificaciones b¨¢sicas. En primer lugar, es preciso distinguir claramente entre los costes de construir un nuevo reactor y los de operar otro instalado hace a?os. Construir nuevos reactores no ha sido seriamente considerado por casi ninguna empresa privada occidental desde hace m¨¢s de 20 a?os, al poder producir electricidad con centrales de gas, con menor riesgo financiero y coste m¨¢s reducido. Tras Fukushima, no es de esperar que, al menos en un quinquenio, pueda considerarse ning¨²n relanzamiento nuclear en Espa?a.
Muy diferente es la econom¨ªa de las centrales nucleares en funcionamiento, especialmente en el caso de las espa?olas, que comenzaron a operar hace m¨¢s de 20 a?os y que han llegado a esta etapa dorada a trav¨¦s de un proceso continuado de apoyo p¨²blico sufragado por los consumidores. Este se tuvo que iniciar en los a?os ochenta para evitar la quiebra de las empresas privadas promotoras, al aflorar con su puesta en marcha los excesivos intereses intercalarios que hab¨ªan acumulado durante los 10 a?os de construcci¨®n.
El par¨®n nuclear, tildado de ideol¨®gico, fue producto de una mera imposici¨®n de buenas pr¨¢cticas contables y financieras, arropada con la recuperaci¨®n de las inversiones en los reactores parados a trav¨¦s de un complemento a la tarifa. La situaci¨®n de algunas de las empresas estaba tan deteriorada que, para que salieran adelante, hubo, adem¨¢s, que forzar intercambios de activos para que las el¨¦ctricas p¨²blicas asumieran, con el correspondiente soporte tarifario, parte de la carga nuclear.
La chispa desencadenante de la bonanza econ¨®mica actual de las nucleares vino 10 a?os despu¨¦s con la liberalizaci¨®n el¨¦ctrica de 1997, al reconocerse a toda la producci¨®n el¨¦ctrica (con hidr¨¢ulicas, nuclear, carb¨®n o gas) un precio marcado por el coste de la central m¨¢s cara que funcionara en cada momento. Adem¨¢s, se acordaron unos complementos adicionales de hasta 8.663 millones de euros, denominados Costes de Transici¨®n a la Competencia (CTC) para garantizarles un precio m¨ªnimo que asegurara la recuperaci¨®n de las inversiones efectuadas antes de la liberalizaci¨®n en todas las centrales. La realidad es que, por ese concepto, las el¨¦ctricas acabaron ingresando m¨¢s de 10.000 millones. Adem¨¢s, al cancelar anticipadamente en 2006 los CTC, evitaron tener que devolver esa suma, al percibir luego hasta 2010, fecha inicialmente contemplada, unos precios de mercado mucho m¨¢s elevados.
De estos hechos se deducen dos consecuencias muy importantes que conviene les sean explicadas muy claramente a los ciudadanos. La primera es que tanto si se aumenta la vida de las nucleares como si se cierra alguna de ellas, las el¨¦ctricas tendr¨¢n mayores o menores beneficios, pero los consumidores dom¨¦sticos o industriales, seg¨²n la regulaci¨®n vigente, seguir¨¢n pagando grosso modo el mismo precio, puesto que este seguir¨¢ siendo marcado por el coste de otra central m¨¢s cara de gas.
Parece, por ello, cuando menos sorprendente que el presidente de la CEOE proclame, en beneficio de solo cuatro de sus empresas y en perjuicio de todas las dem¨¢s consumidoras, que "la energ¨ªa nuclear es fiable, buena, bonita y barata, y da seguridad al sistema con un precio asequible, que es lo que necesita la industria espa?ola para competir".
La segunda consideraci¨®n es que la venta de la energ¨ªa nuclear-el¨¦ctrica a un precio que triplica su coste es una de las causas que impiden reducir el d¨¦ficit tarifario, ya que la recaudaci¨®n, al destinarse en primer lugar a pagar la energ¨ªa generada a ese precio, hace que las el¨¦ctricas se tengan que endeudar (con el aval del Estado) para abonar el resto de costes. El d¨¦ficit no se crea, pues, porque no se cubran los costes reales, sino porque hay un exceso de percepciones reconocidas en la regulaci¨®n, lo que ha dado lugar a que las tarifas hayan aumentado desde 2004 en m¨¢s de un 50%, adem¨¢s de haberse generado un d¨¦ficit adicional de 18.000 millones de euros que los consumidores tendr¨¢n que pagar aplazadamente en los pr¨®ximos 15 a?os.
Adem¨¢s, dicho d¨¦ficit puede llegar hasta los 40.000 millones de euros en 2020, salvo que sigan aument¨¢ndose los precios a unos hogares e industrias que ya est¨¢n pagando un 16% y un 21% m¨¢s, respectivamente, que la media de la UE. Por ello la competitividad de la econom¨ªa espa?ola debe preservarse evitando nuevas subidas, para lo que es necesario reducir diversos costes y beneficios regulatorios reconocidos, entre los que se encuentran los percibidos por la producci¨®n nuclear, que superan los 2.000 millones anuales.
Para concluir, hay que referirse de nuevo a la necesidad expresada inicialmente de una mayor equidad en el reparto de riesgos y beneficios de los distintos tipos de energ¨ªa, porque esto es lo que podr¨ªa dar en los pr¨®ximos a?os un papel relevante a la energ¨ªa nuclear.
Las centrales nucleares en funcionamiento, aunque nos hacen soportar a todos unos riesgos de baja probabilidad, pero de alta incidencia, tienen que seguir funcionando a corto y medio plazo, junto con otras de gas y carb¨®n (que tambi¨¦n presentan riesgos significativos en su cadena de aprovisionamiento) porque solo con renovables no puede hoy asegurarse el suministro el¨¦ctrico.
Por ello hay que hacer un esfuerzo tecnol¨®gico para desarrollar energ¨ªas renovables m¨¢s eficientes en las que Espa?a tiene ventajas comparativas, que sirvan de base a un desarrollo industrial creador de empleo y permitan conseguir en 20 a?os un suministro el¨¦ctrico sin apenas CO2. Es precisamente este marco el que podr¨ªa justificar un mantenimiento de las centrales nucleares si, en vez de producir un beneficio regulatorio injustificado a cuatro empresas el¨¦ctricas, sus menores costes operativos contribuyeran a la financiaci¨®n de un despliegue bien planteado de las renovables.
Mart¨ªn Gallego M¨¢laga es ex secretario general de la Energ¨ªa.
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