La atrocidad moral de la Europa en guerra
Hay una rareza en este ensayo: un espa?ol contando Europa. Juli¨¢n Casanova (Valdealgorfa, Teruel, 1956) ha hecho un viaje inusual en los historiadores espa?oles para explicar qu¨¦ ocurre en esos treinta a?os que arrancan con la Gran Guerra y mueren con otra escabechina a¨²n mayor. Entre ambas causaron la muerte de 48 millones de personas, de las cuales 29 millones fueron civiles. En Europa contra Europa (1914-1945), Casanova ha dirigido su "telescopio" hacia ese tiempo "de atrocidad moral" -en palabras de Charles Maier- para comparar acontecimientos y sacar conclusiones.
En esos treinta a?os saltaron por los aires m¨¢s fronteras pol¨ªticas, sociales y ¨¦ticas que nunca. Se desmoronaron recios imperios, se releg¨® al rinc¨®n de la historia a la todopoderosa aristocracia para dar paso a una hornada de desclasados como Hitler, se extendi¨® desde distintas trincheras ideol¨®gicas el culto a la violencia como resorte pol¨ªtico y se convirti¨® a la poblaci¨®n civil en objetivo militar. Emergieron conceptos nuevos, ensayados en las colonias por las potencias europeas, como pureza ¨¦tnica o superioridad racial, sobre los que descansar¨ªan infamias inconcebibles unas d¨¦cadas atr¨¢s. "Durante a?os le di vueltas en mis clases a esa cultura del enfrentamiento, a explicar por qu¨¦ los europeos se pegaron tanto y qu¨¦ tiene que ocurrir para que la civilizaci¨®n se rompa".
"Mussolini es un prototipo de esa generaci¨®n de 'hooligans' que llega al poder y sustituye a la ¨¦lite", se?ala Casanova
Casanova recuerda la frase de Richard Vinen que sintetiza a la perfecci¨®n el aire de la ¨¦poca: los europeos descubren "un sinf¨ªn de motivos para odiarse mutuamente". El continente que alumbr¨® una refinada civilizaci¨®n se abona a la barbarie. "La Primera Guerra Mundial marc¨® el comienzo de la escalada de la violencia en esa era de atrocidad moral, porque borr¨® la l¨ªnea entre el enemigo interno y externo, fue el escenario de los primeros ejemplos de exterminio masivo de la historia y de ella salieron el comunismo y el fascismo, los movimientos paramilitares y la militarizaci¨®n de la pol¨ªtica", escribe el catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Zaragoza.
La cultura del odio y la violencia seduce a millones de europeos en esos a?os. Casanova tiene claro que las ra¨ªces se hunden en lo ocurrido entre 1914 y 1918, cuando se inaugura "una nueva ¨¦poca en la violencia entre Estados". La Gran Guerra rompi¨® tab¨²es: el asesinato a sangre fr¨ªa de 800.000 armenios por el ej¨¦rcito otomano, un "precedente" del genocidio nazi.
"El mapa de Europa de 1900 estaba lleno de imperios y monarqu¨ªas hereditarias y solo una rep¨²blica, Francia, mientras que en el de 1919 ya solo hay rep¨²blicas, a excepci¨®n del Imperio Brit¨¢nico y las monarqu¨ªas de Espa?a e Italia", compara. La Primera Guerra Mundial, que fue larga y se hab¨ªa previsto corta, trastoc¨® el viejo mundo. Se derrumbaron nada menos que los imperios alem¨¢n, austroh¨²ngaro y ruso. Pero tambi¨¦n se derrib¨® un antiguo orden social. Casanova concede gran importancia a la influencia de excombatientes de esta guerra que facilitan el ¨¦xito de la violencia como herramienta pol¨ªtica y el triunfo de movimientos autoritarios sobre j¨®venes democracias. Por ejemplo: Italia. "Al final de la Gran Guerra, tiene un mill¨®n de mutilados, que han vuelto a un pa¨ªs al que han impedido ser grande y que culpan a los pol¨ªticos de haberles abandonado", explica en su despacho de la Universidad de Zaragoza. Esto, sumado a la amenaza de que se extienda el comunismo y a una aguda crisis econ¨®mica, propicia que alguien como Mussolini acceda casi en volandas al poder. "Mussolini, que hab¨ªa sido un revolucionario callejero, acaba de presidente a los 39 a?os. Es un prototipo de esa generaci¨®n de hooligans que llega al poder y sustituye a la ¨¦lite", plantea el historiador.
Tambi¨¦n la ruptura generacional se aprecia entre los bolcheviques (el 50% de los reclutados para la guerra civil en 1919 por el Ej¨¦rcito Rojo ten¨ªa menos de 30 a?os) y en el nazismo que liquida la Rep¨²blica de Weimar en Alemania. "Juventud y masculinidad iban unidas. El h¨¦roe, el soldado, el que hab¨ªa servido en las trincheras, el militante fascista, era var¨®n, y la mujer permanec¨ªa relegada al mundo maternal", escribe.
Este ejercicio de historia comparada refuerza algo que atenta contra una querencia patria: Espa?a tampoco result¨® tan diferente en la primera mitad del siglo XX, salvando el hecho de que no particip¨® en las dos grandes contiendas. La principal singularidad -y no menor, es cierto- residi¨® en la oposici¨®n a la insurrecci¨®n militar en julio de 1936. "No tiene nada de peculiar que la Rep¨²blica muera por un golpe de Estado, pero lo que diferencia a Espa?a es que se trata del ¨²nico pa¨ªs europeo donde se resiste civil y militarmente ante el golpe autoritario", expone el historiador. "Lo que realmente es excepcional, junto a Portugal, son las tres d¨¦cadas de dictadura despu¨¦s del final de la Segunda Guerra Mundial", a?ade. Su viaje a Europa ayuda a contextualizar los acontecimientos espa?oles con m¨¢s equilibrio. No abundan s¨ªntesis semejantes. "Lo poco aficionados que hemos sido a coger el telescopio y hacer historia comparada ha hecho que la historiograf¨ªa espa?ola sea muy provinciana", lamenta.
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