La abad¨ªa de los cr¨ªmenes

Narrativa. G¨®mez Rufo es un narrador que nos tiene muy acostumbrados a sus cambios de registro, y aunque en el g¨¦nero hist¨®rico ya hab¨ªa probado fortuna, ahora vuelve a insistir y¨¦ndose al siglo XIII, a tierras de la Corona de Arag¨®n, a las puertas de la conquista de Mallorca, creando una pareja de investigadores verdaderamente singular: el mismo rey Jaime I y una monja navarra, deslenguada, lista como el hambre, que hace autopsias medievales con m¨¢s seguridad que una forense de serie norteamericana. Una novela hist¨®rica, si no se es un maestro indiscutible en el g¨¦nero, y el com¨²n de los mortales no lo es, suele adolecer de excesiva pasividad, de que el acarreo de documentaci¨®n espesa en demas¨ªa el paisaje trazado, y esto ocurre en esta novela, en principio: algunos de los personajes son algo estereotipados, un relleno que aporta poco, en todo caso distraer de la acci¨®n principal: una excesiva, diab¨®lica y nacionalista conjura con unos desmesurados asesinatos, que re¨²nen todos los t¨®picos del g¨¦nero medieval y conventual y una coda un tanto chirriante: el perro, buen mast¨ªn, s¨ª, se?or. Pero frente a estas convenciones, la novela -muy, muy entretenida, se deja leer estupendamente; hay mucho oficio en esas p¨¢ginas- se sostiene por el acierto de la pareja singular: el rey y la monja sabuesa. S¨®lo por verlos esclarecer la verdad merecen la pena los otros desmayos narrativos que los tiene, el relato. Las motivaciones hist¨®ricas y nacionalistas de los cr¨ªmenes me parecen -a uno que es aragon¨¦s de nacimiento- una broma f¨¢cil, evitable acaso, pero al final original. Tambi¨¦n se mata por eso.