El hombre contracorriente
Sus inicios en el deporte, sus victorias 'grandes', su pelea contra el sistema e incluso su manera de decir adi¨®s: la vida de Seve fue una lucha continua que molde¨® su car¨¢cter
Como esos peces de r¨ªo que nadan contracorriente, para tragar as¨ª el ox¨ªgeno de las aguas salvajes, Severiano Ballesteros construy¨® su vida y su carrera gracias a la energ¨ªa que le daba la lucha contra los elementos. Seguramente no hubiera existido el mito de Seve si su camino hubiera sido menos cuesta arriba. Cuantas m¨¢s dificultades aparec¨ªan en el horizonte, m¨¢s llenos estaban sus pulmones, m¨¢s fuertes sus brazos y m¨¢s duro su car¨¢cter. Solo una continua sucesi¨®n de barreras permiti¨® forjar al golfista que gan¨® tres Open Brit¨¢nicos, dos Masters de Augusta y tres Copas Ryder. Algunos deportistas necesitan alimentarse de la fuerza que proporcionan las adversidades. Seve fue uno de ellos.
Nadie hubiera apostado por el menor de cuatro hermanos de una humilde familia dedicada al campo y el mar como un genio del golf. El ni?o que sacaba el abono de las vacas, que iba a por la leche, que los domingos limpiaba los zapatos de sus hermanos tuvo que aprender a luchar porque todos eran m¨¢s fuertes que ¨¦l. El golf no estaba entre las actividades propias de aquellos nueve a?os. Pero Seve se escapaba a la playa de Pedre?a, constru¨ªa un hoyo en la arena con una lata de tomate, un arbusto y un pa?uelo como bandera, y la noche ca¨ªa sobre sus hombros mientras imaginaba golpes imposibles. "Todos esos impedimentos hicieron que mi amor por el golf fuera m¨¢s fuerte", contaba Seve.
Ballesteros lleg¨® al golf con la fuerza de los pioneros, gentes como Bahamontes, Santana y Nieto. Para ellos, derribar barreras no era una opci¨®n, era una obligaci¨®n para la supervivencia. Con 22 a?os, se convirti¨® en 1979 en el ganador m¨¢s joven del Open Brit¨¢nico. Un a?o despu¨¦s, fue el primer vencedor europeo del Masters de Augusta -y el segundo no estadounidense, tras el sudafricano Gary Player-. Sus cinco grandes llevaron la etiqueta de un revolucionario por su juego rebosante de imaginaci¨®n y por sus or¨ªgenes. "Seve mostr¨® a los europeos que pod¨ªamos competir y ganar a los americanos", explica Nick Faldo. Sus triunfos fueron la primera demostraci¨®n. Su transformaci¨®n de la Copa Ryder, que mut¨® de un paseo estadounidense a una bell¨ªsima batalla entre continentes, fue quiz¨¢s su mejor legado. Y sin duda aquellas tardes de gloria junto a Chema Olaz¨¢bal, las victorias en 1987 y 1997, esta ¨²ltima en Valderrama con Seve como capit¨¢n, se han marchado con ¨¦l como sus mejores recuerdos. Fue Seve quien sac¨® por primera vez la Ryder de suelo brit¨¢nico o estadounidense. Alguien le bautiz¨® como el James Bond del golf, aunque quiz¨¢ hubiera sido m¨¢s correcto llamarle James Dean por su eterna rebeld¨ªa.
Cuando los patrocinadores comenzaron a llegar, Seve exigi¨® un fijo de salida por su participaci¨®n, aunque no por la del resto de jugadores, que le recriminaron su vanidad. Ballesteros entend¨ªa que aquella lucha contra el sistema deb¨ªa compensar su incomparable calidad para el juego.
El dolor, por lo dem¨¢s, siempre acompa?¨® a Ballesteros. El dolor f¨ªsico por una espalda maltrecha, v¨ªctima del jugador que ha crecido sin profesor, de una manera autodidacta. Su gesto, su cara, su mirada, reflejaban la ambici¨®n, el car¨¢cter luchador, el genio. Pero nunca el dolor, porque no conven¨ªa dar pistas sobre su debilidad a los rivales. Cada d¨ªa estiraba el espinazo durante 20 minutos, a veces colgado boca abajo de una especie de trapecio. Al sufrimiento estaba acostumbrado desde ni?o. Qu¨¦ mejor imagen que la del pu?o cerrado como su s¨ªmbolo, como ese putt en el hoyo 18 de 1984 para celebrar su segundo Open Brit¨¢nico. Seve era un l¨ªder orgulloso que nunca se sinti¨® inferior a nadie, y menos ante Estados Unidos.
Incluso su adi¨®s no pod¨ªa ser de otra forma que manteniendo una lucha contra otra inmensa barrera como el c¨¢ncer. Despu¨¦s de superar "cuatro operaciones como cuatro rounds, 72 hoyos", se ha marchado luchando. Contracorriente.
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