Seve descansa en su para¨ªso
Las cenizas de Ballesteros, despedido por cinco capitanes de la Ryder y distintos mitos espa?oles, fueron depositadas ayer por sus hijos en el jard¨ªn familiar, junto al magnolio que ¨¦l eligi¨®
Siempre lo dec¨ªa. El golf, su vida; el jard¨ªn, su para¨ªso. Y all¨ª descansa desde ayer aproximadamente a los dos del mediod¨ªa cuando sus hijos y hermanos esparcieron la vasija de sus cenizas bajo el magnolio que eligi¨® como cobijo. Lo dej¨® dicho Severiano Ballesteros en su testamento oral sobre c¨®mo ser¨ªa su vida post-mortem. Hubo poco que hacer por lo dem¨¢s. Los ¨²ltimos golpes los dio todos ¨¦l, uno tras otro, y todos alcanzaron su destino, como cuando tiraba desde la cuadra al hoyo y acertaba. Quer¨ªa ser tratado como un vecino de Pedre?a y as¨ª fue. La peque?a localidad c¨¢ntabra, de apenas 1.500 habitantes, no se colaps¨® como se anunciaba, simplemente enmudeci¨® y se comport¨® con el silencio de una Semana Santa, dejando su sitio a los familiares y amigos, contrastando la universalidad de Seve con la familiaridad de su entorno.
Quiso ser tratado como un vecino m¨¢s. Pedre?a no se colaps¨®, pero s¨ª enmudeci¨®
Baldomero, el hermano mayor, que ley¨® al final el testamento sentimental de la familia, tuvo que intervenir al principio para pedir a sus convecinos que dejar¨¢n libres las filas que iban del 1 al 11 para los familiares y amigos ¨ªntimos "por expreso deseo de Severiano", repiti¨® por tres veces en la peque?a, pero modernista, parroquia de San Pedro de Pedre?a, donde Ballesteros dej¨® dicho que ser¨ªa religiosamente despedido. Hasta que sus hijos, Miguel, Javier y Carmen esparcieron las cenizas en la mansi¨®n, bajo el magnolio que ¨¦l eligi¨®, desde el que se divisa la bah¨ªa de Pedre?a, el campo de golf y los verdes prados donde ayer hasta las vacas callaron (los p¨¢jaros, no), todo pareci¨® gobernado por Seve Ballesteros, milim¨¦tricamente. Se cumpli¨® su voluntad y as¨ª lo agradeci¨® su hermano Baldomero, congraciado con la actitud de los ciudadanos y los medios de comunicaci¨®n.
Intimidad, prevalencia de la familia, los amigos, los vecinos y sus m¨¢s allegados de profesi¨®n. Hasta la imagen del gaitero escoc¨¦s, que simbolizaba la hermandad de Ballesteros con Saint Andrews, presidiendo la comitiva hasta la iglesia. Y los cinco capitanes de la Ryder Cup que no faltaron a la cita: Bernard Gallacher, Sam Torrance, Colin Montgomery (un poco por detr¨¢s), Jos¨¦ Mar¨ªa Olazabal, el primero en llegar, y el dandi Nick Faldo, que contrastaba con el contracultural Miguel ?ngel Jim¨¦nez, all¨ª presente junto al alem¨¢n Bernhard Langer o Ian Woosnam. La ¨¦lite del golf, en silencio escrupuloso junto a la familia, hasta que se les preguntaba por el amigo desaparecido. Ian Woosnam, otro ilustre que acudi¨® a la cita, reconoc¨ªa que "el golf europeo es lo que es ahora por el influjo y la importancia de Seve". Ganador de Augusta, en 1991, el torneo que tanto encandilaba a Ballesteros, -de ah¨ª el magnolio-, aseguraba que el golfista espa?ol puso a Europa en el mapa internacional.
Era una coincidencia general entre los m¨¢s grandes. Sam Torrance incluso catalogaba a Ballesteros como "h¨¦roe" en el Reino Unido, probablemente su segunda patria, su segundo domicilio. Y Saint Andrews, en Escocia, su segundo campo de golf. El primero era el de Pedre?a, o quiz¨¢s el que labr¨® en su propia casa, de nueve hoyos, complicados, solo para algunos supermasters, para exigentes del putt, para exigentes consigo mismo. Con puntualidad brit¨¢nica se desarroll¨® un acto sencillo, al que asistieron tambi¨¦n el ex ciclista Miguel Indurain, ("siempre le gust¨® la bicicleta", dijo "y la utilizaba para mantenerse en forma"), el torero Enrique Ponce, el exfutbolista Emilio Butrague?o, adem¨¢s de las autoridades locales y regionales encabezadas por el presidente de Cantabria, Miguel ?ngel Revilla, y el Secretario de Estado para el Deporte, Albert Soler, junto al presidente del COE, Alejandro Blanco.
A los lados de las callejuelas, autoridades y vecinos ve¨ªan el ir y venir de la familia. Tambi¨¦n asistieron la exmujer de Seve, Carmen Bot¨ªn, acompa?ada por su madre, Paloma O'Shea, y sus hermanas Paloma y Ana Patricia.
Y al final, Miguel, su hijo, convirtiendo las tripas en coraz¨®n, en aquella parroquia llena de jers¨¦is anudados al cuello, se dirigi¨® a su padre para decirle que "haremos lo que nos pediste: ser buenas personas y cuidarnos los unos a los otros".
Las pantallas gigantes instaladas en el exterior de aquella iglesia reflejaban las l¨¢grimas contenidas. Casi ninguna cay¨®. A las dos del mediod¨ªa, el cortejo, rodeado por los remeros de Pedre?a con los remos de luto, y los ni?os de la Fundaci¨®n Ballesteros, con palos de golf, se dirigieron de vuelta al magnolio. Pedre?a era lorquiana, tan ¨ªntima como una peque?a plaza. Su para¨ªso.
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