Necesitamos m¨¢s libertad de expresi¨®n
Cu¨¢l es la mejor forma de combatir a los populistas antiinmigrantes que tienen hoy la iniciativa pol¨ªtica en muchos pa¨ªses europeos? Dentro de unos d¨ªas est¨¢ previsto el veredicto en el juicio al pol¨ªtico holand¨¦s Geert Wilders por sus declaraciones en contra del islam; por ejemplo, que el Cor¨¢n es un "libro fascista" que deber¨ªa ser prohibido. Al mismo tiempo, el Gobierno de minor¨ªa de centro-derecha necesita, para sobrevivir, la "tolerancia" del Partido para la Libertad (PVV) de Wilders, que obtuvo m¨¢s del 15% de los votos en las ¨²ltimas elecciones generales. El precio que exigi¨® Wilders a cambio fue, entre otras cosas, el compromiso de prohibir el burka. En Holanda, como en otros pa¨ªses europeos, los partidos de centro-derecha est¨¢n intentando recuperar a los votantes que se han pasado a esos populistas antiextranjeros a base de adoptar versiones ligeramente suavizadas de sus mismas pol¨ªticas y su ret¨®rica.
No hay argumentos racionales contra el color de la piel de una persona. Pero s¨ª contra cualquier religi¨®n
El centro democr¨¢tico debe hacer gala de un liberalismo en¨¦rgico
Por eso pretenden que los tribunales hagan lo que no hacen los pol¨ªticos. Y eso es un error. Tanto por motivos relacionados con la libertad de expresi¨®n como por prudencia pol¨ªtica, a Wilders no deber¨ªa juzg¨¢rsele por las cosas que dice sobre el islam. Por el contrario, los pol¨ªticos de las grandes formaciones democr¨¢ticas y otros l¨ªderes de opini¨®n deber¨ªan ser m¨¢s valientes y levantar la voz para combatir su ret¨®rica incendiaria.
Eso es lo que, al parecer, ha pensado tambi¨¦n la fiscal¨ªa holandesa. "No hay duda de que sus palabras son da?inas y ofensivas para un gran n¨²mero de musulmanes", dijeron, cuando se empez¨® a hablar de procesarle, pero "la libertad de expresi¨®n desempe?a un papel esencial en una sociedad democr¨¢tica". Pese a ello, un conjunto formado por abogados importantes, varias ONG y diversos grupos de presi¨®n consigui¨® que un tribunal de apelaciones revocara la decisi¨®n y obligase a los reacios fiscales a emprender una acci¨®n judicial. El tribunal aleg¨® que "al atacar los s¨ªmbolos de la religi¨®n musulmana, estaba insultando tambi¨¦n a los creyentes musulmanes".
Esa frase deja ver a la perfecci¨®n el problema de principio: c¨®mo se ha desdibujado la l¨ªnea que separa criticar las creencias de atacar a los creyentes. Porque siempre debemos tener libertad para criticar cualquier creencia, incluso en t¨¦rminos radicales. La religi¨®n no es como el color de la piel. No existen argumentos racionales contra el color de la piel de una persona. Y, sin embargo, s¨ª existen argumentos racionales e importantes contra el cristianismo, el budismo, la cienciolog¨ªa o cualquier otro sistema de creencias. Estos procesamientos, aunque su fin sea defender a los seres humanos, tendr¨¢n unas consecuencias escalofriantes en el debate sobre las ideas religiosas.
Pero hay que situarlo en un contexto m¨¢s amplio. Los miem
-bros de la Organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica llevan mucho tiempo proponiendo que la comunidad internacional proh¨ªba la "difamaci¨®n de la religi¨®n". En el mismo pa¨ªs en el que el director Theo van Gogh muri¨® asesinado por insultar al islam, Wilders tiene que vivir con protecci¨®n permanente por las amenazas de muerte que le han hecho islamistas extremistas y violentos.
Si Wilders incitara a la violencia, entonces s¨ª habr¨ªa que procesarle. Pero, por lo que he visto, se ha mantenido siempre justo al borde pero sin atravesar esa l¨ªnea. Mientras siga siendo as¨ª, defender¨¦ que tiene derecho a decir cosas profundamente ofensivas, por los mismos motivos por los que hace poco defend¨ª el derecho de las mujeres a llevar el burka. Wilders, con su cabellera rubia, es, por as¨ª decir, el burka del otro bando.
Adem¨¢s, aparte de los principios, existe un s¨®lido argumento pr¨¢ctico. Igual que sucedi¨® cuando juzgaron a David Irving en Austria, este juicio permite que el acusado se presente como m¨¢rtir de la libertad de expresi¨®n. Wilders concluy¨® su declaraci¨®n final ante el tribunal con una cita heroica de George Washington: "Si nos arrebatan la libertad de expresi¨®n, podr¨¢n llevarnos, mudos y callados, como ovejas al matadero". ?Y quien recurre a esa cita es el mismo hombre que pide que se proh¨ªba el libro sagrado de 1.500 millones de personas! Los dobles raseros son habituales en muchas declaraciones en favor de la libertad de expresi¨®n, pero Wilders se lleva la medalla de oro de la hipocres¨ªa. No solo quiere que se ilegalicen el burka y el Cor¨¢n ("ese libro fascista"). En un discurso pronunciado el a?o pasado en la C¨¢mara de los Lores de Londres -despu¨¦s de que se revocara el est¨²pido veto impuesto por la ministra de Interior laborista, Jaqui Smith, que le hab¨ªa impedido entrar en el pa¨ªs-, dijo que deber¨ªamos prohibir la construcci¨®n de nuevas mezquitas en todo Occidente.
Y no solo quiere silenciar a los musulmanes. Tambi¨¦n a quienes le critican. Hace poco, las presiones del Partido de la Libertad de Wilders consiguieron que se rescindiera la invitaci¨®n a un distinguido historiador cultural y comentarista, Thomas von der Dunk, para dar una conferencia en honor de un h¨¦roe holand¨¦s de la resistencia antinazi, porque se supo que propon¨ªa comparar las declaraciones del partido sobre los musulmanes con "las calumnias y difamaciones que sufrieron los jud¨ªos en los a?os treinta". En un festival para conmemorar la liberaci¨®n de Holanda y la derrota del nazismo, se prohibi¨® una canci¨®n punk en la que se llamaba a Wilders "el Mussolini de los Pa¨ªses Bajos". Una emisora de radio de izquierdas quit¨® de su p¨¢gina web una caricatura que mostraba a Wilders como un guardia de campo de concentraci¨®n porque dijo que sus empleados hab¨ªan recibido amenazas. En resumen, la idea de libertad que tiene el PVV es que Wilders es libre de decir que el Cor¨¢n es fascista pero otras personas no son libres de llamarle fascista a ¨¦l.
Sin embargo, los partidos de centro-derecha, que necesitan la "tolerancia" de Wilders para mantenerse en el poder, le siguen el juego y consienten esa intransigencia. Es cierto que el prefacio al acuerdo de coalici¨®n contiene una frase que dice que el Partido Popular para la Libertad y la Democracia (VVD) y la Alianza Dem¨®crata Cristiana (CDA) "consideran que el islam es una religi¨®n y le dar¨¢n el trato correspondiente, a diferencia del PVV". Pero, igual que en muchos otros pa¨ªses europeos, los grandes partidos de centro-derecha se apresuran a contemporizar y seguir a los populistas intolerantes, antiinmigrantes y espec¨ªficamente antimusulmanes, del mismo modo que los grandes partidos de centro-izquierda se pliegan demasiado a menudo a las voces intolerantes que se proclaman representantes de la "comunidad musulmana".
Esta semana, un grupo de trabajo del Consejo de Europa al que pertenezco ha sugerido otra estrategia. Nuestro informe, titulado Vivir juntos: c¨®mo combinar la diversidad y la libertad en la Europa del siglo XXI, dice que las sociedades europeas deben ser rigurosas a la hora de exigir y hacer respetar la igualdad de libertades bajo unas leyes comunes. El centro democr¨¢tico, en sentido amplio, debe hacer gala de un liberalismo en¨¦rgico. Pero no debemos exigir a las personas de origen inmigrante que abandonen su credo, su cultura ni sus identidades m¨²ltiples. Contra los mensajes de intolerancia y xenofobia como los que transmite Wilders hay que luchar en los tribunales de la opini¨®n p¨²blica, no ante los jueces. Nuestro lema es "reducir al m¨ªnimo las obligaciones y aumentar al m¨¢ximo la persuasi¨®n". Los personajes m¨¢s destacados: pol¨ªticos, intelectuales, periodistas, empresarios, estrellas del deporte, deben movilizarse para convencer a unas poblaciones europeas inquietas de que cualquier individuo, mientras se atenga a las normas b¨¢sicas de una sociedad libre, tiene tanto derecho a ser ciudadano de pleno derecho como los dem¨¢s, independientemente de que sea musulm¨¢n, cristiano, ateo o seguidor de Zoroastro. Y los europeos podemos conseguir que el experimento salga bien.
No deseo comprometer a otros miembros del grupo nombrado por el Consejo de Europa con mi aplicaci¨®n de este principio al caso de Wilders, puesto que es posible que no est¨¦n de acuerdo; pero creo que los liberales -es decir, quienes consideramos que la m¨¢xima prioridad es la libertad individual- debemos tener el valor de nuestras convicciones, sobre todo cuando nos colocan en situaciones inc¨®modas. Por consiguiente, Wilders debe tener libertad para decir que el Cor¨¢n es fascista, Von der Donk debe tener libertad para comparar a Wilders con los nazis... y los pol¨ªticos deben dejar de esconderse tras las t¨²nicas de los jueces. Tienen que dar un paso al frente y librar ellos mismos la batalla.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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