Retrato de solitarios en grupo
A nadie se le escapa que las redes sociales y las llamadas nuevas tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n han desempe?ado un papel importante, tal vez decisivo, en la formulaci¨®n, estallido y contagio de las recientes y persistentes revueltas sucedidas en el mundo ¨¢rabe. Recientemente tuve la fortuna de poder charlar largo rato con un alto ejecutivo de Facebook que me confirm¨® algo que ya hab¨ªa le¨ªdo en los medios: la escasa cuota de accidente en este proceso de democratizaci¨®n de la protesta. Con creciente regularidad, las grandes empresas de comunicaci¨®n mantienen contactos de alto nivel con los pa¨ªses m¨¢s influyentes del globo y comparten o proponen estrategias de formaci¨®n y desarrollo en aquellos lugares que por escasez de medios y exceso de censuras pudieran de otro modo quedar aislados de la aldea global favoreciendo as¨ª el mantenimiento de sistemas dictatoriales y opresivos, o la canalizaci¨®n del descontento hacia los distintos fanatismos que amenazan nuestras convivencias. Los cuales, por cierto, no son exclusivamente religiosos, como bien se puede apreciar en el ascenso de la derecha radical y racista entre nuestros civilizados vecinos europeos. Para no pintar un cuadro demasiado ingenuo, parece evidente que entre los intereses de las grandes empresas de comunicaci¨®n, junto con la loable causa de alentar y facilitar la libertad de expresi¨®n y reuni¨®n (virtual y f¨ªsica), se incluyen tambi¨¦n jugosas perspectivas de negocio. Quienes se liberan o tratan de liberarse de las cadenas de las m¨¢s variopintas dictaduras son tambi¨¦n, y tal vez sin darse del todo cuenta, clientes potenciales de este nuestro viejo nuevo mundo. Esto ¨²ltimo se me antoja m¨¢s un hecho que una acusaci¨®n velada, y no parece de recibo reaccionar a la contra y defender la virginal ignorancia, aunque no est¨¢ de m¨¢s, creo, ser consciente de que en todo proceso de cambio hay m¨¢s de una intenci¨®n.
"Las redes sociales se convierten en otra carpa m¨¢s del circo del entretenimiento"
Siguiendo con mi encuentro de la otra tarde con este amigo de Facebook, se mostraba sorprendido ¨¦l, y yo tambi¨¦n, de la diferencia tan enorme que exist¨ªa entre la utilizaci¨®n de estas herramientas de contacto por parte de ciudadanos que se enfrentan a una censura gubernamental y el empleo que los cibernautas del mal llamado primer mundo (?libre?) hacen de las mismas. Si en aquellos las autopistas de la informaci¨®n eran v¨ªas de expresi¨®n y presi¨®n sociopol¨ªtica, en estos, es decir, entre nosotros, el barniz era en general m¨¢s aguado. Lo que para unos supone una plataforma para las ideas para los otros s¨®lo es, con demasiada frecuencia, una inane herramienta l¨²dica. Cabr¨ªa pensar que en las sociedades del bienestar las redes sociales se apaciguan hasta convertirse en otra carpa m¨¢s para el circo del entretenimiento y el consumo, pero al mirar de cerca la quiebra reciente del bienestar en nuestras sociedades, extra?a que nuestros conciudadanos, y en especial aquellos m¨¢s j¨®venes y m¨¢s alejados por tanto de los parabienes del capitalismo rampante, no tomen, con los medios a su alcance, el toro de su futuro por los cuernos.
En Espa?a, sin ir m¨¢s lejos, nos encontramos inmersos en un nuevo proceso electoral y asistimos con cierto sonrojo al dominio de los viejos sistemas de propaganda, como si nada hubiera cambiado o como si en nada afectase la situaci¨®n real, esos casi cinco millones de parados, por citar el dato m¨¢s doloroso.
Resulta desconcertante y creo que nada saludable que mientras aplaudimos las posibilidades de los mecanismos de expresi¨®n y aglutinamiento de las redes sociales, por estos lares sigamos, cruel paradoja, a la intemperie de las doctrinas oficiales.
Mientras en una parte del mundo se tuitean propuestas de cambio, aqu¨ª me da la sensaci¨®n de que seguimos ense?¨¢ndonos las fotos del finde. Mientras aquellos se citan en la plaza p¨²blica para dirimir su participaci¨®n activa en el devenir de sus vidas, nosotros quedamos para el concierto del nuevo grupo indi-folk-rock reci¨¦n llegado de Londres, o como mucho coincidimos en defender nuestro inalienable derecho al entretenimiento. Por no decir al embobamiento.
Unos parecen exprimir las capacidades verdaderamente sociales de estas redes y otros preferimos seguir emple¨¢ndolas para el intercambio de preciosos retratos de solitarios en grupo.
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