Hessel: "La indignaci¨®n debe ir seguida de compromiso"
Con 93 a?os, este diplom¨¢tico franc¨¦s, escritor y activista del progreso, ha inspirado a los j¨®venes europeos, y con mucha fuerza a los espa?oles, bajo el lema de su libro: '?Indignaos!'.
Sobre la mesa de su sal¨®n parisiense, St¨¦phane Hessel guarda un ejemplar de EL PA?S en el que aparece una foto con j¨®venes espa?oles indignados. Pertenece a los primeros d¨ªas de la convocatoria de una ola de manifestaciones bajo el t¨ªtulo de su libro, que va camino de vender 400.000 ejemplares en Espa?a y que ha alcanzado los dos millones en Francia.
Este chaval de 93 a?os apareci¨® en el momento justo, con la palabra justa. Su ¨²nico m¨¦rito ha sido recapitular. Colocar en alza valores que hoy est¨¢n amenazados y que han costado a?os y d¨¦cadas de lucha y sacrificio. Libertad, igualdad, justicia, legalidad, compromiso, derechos humanos. Palabras labradas a base de sangre y fuego, en su caso no con demagogia barata. Porque Hessel tiene sus razones para indignarse cuando vislumbra la amenaza de verlas desaparecer. No es un charlat¨¢n, ni un panfletario, aunque reivindique el g¨¦nero en el que Marx y Engels redactaron el Manifiesto comunista -¨¦l no comulga con ello- o Zola lanzara su Yo acuso sobre el caso Dreyfus.
"Progreso no significa acelerarse, sino tender a un mundo mejor"
"El final del siglo XX fue prometedor. Luego se rompi¨® el orden mundial"
Nacido en Berl¨ªn en 1917, se convirti¨® en franc¨¦s despu¨¦s de que sus padres huyeran de la amenaza nazi y se instalaran en Par¨ªs. Se enrol¨® en la Resistencia, fue condenado a muerte y torturado por la Gestapo, pas¨® temporadas en varios campos de concentraci¨®n y fue testigo de excepci¨®n en la hist¨®rica redacci¨®n de la Declaraci¨®n de Derechos Humanos. Una vida y una altura moral m¨¢s que suficientes para sacudir conciencias a nivel global. Un h¨¦roe civil, un agitador pac¨ªfico y con las ideas claras.
Miles de personas manifest¨¢ndose en Espa?a al grito de "?Indignaos!". Estar¨¢ satisfecho. Su mensaje ha calado. Ya lo he visto. Me alegro. Cuando empezamos con la idea de este peque?o libro ten¨ªamos a Francia en la cabeza. Ocurri¨® que en pocas semanas se produjeron varios acontecimientos. La popularidad de Sarkozy se fue hundiendo, lo mismo ocurri¨® en Italia con Berlusconi, e incluso en Espa?a con Zapatero, y en Portugal con S¨®crates. Antes de que se produjeran las revueltas del norte de ?frica, la idea de que los Gobiernos de varias partes del mundo rozaban comportamientos que provocaban la indignaci¨®n de la gente era algo que raramente hab¨ªamos visto.
Y le dio por escribir este discurso y convertirlo en libro. No es un trabajo literario, en absoluto. Quer¨ªamos lanzar algo corto y estimulante. Puede que hasta tenga faltas de sintaxis. La editora se sent¨® justo donde est¨¢ usted ahora, yo empec¨¦ a hablar, lo redact¨®, me lo dio, lo corregimos y lo lanzamos.
Como una entrevista. Una pena para m¨ª, pod¨ªa haberme tocado, ya que estamos. Exactamente, as¨ª ocurri¨®. Lo digo porque surgi¨® de manera natural, como una conversaci¨®n. Y una vez en la calle corri¨® como la p¨®lvora.
Es que hay mucha gente esperando un discurso que aglutine ciertos sentimientos. La palabra justa, la expresi¨®n que todos tienen en la cabeza. Esa indignaci¨®n. Lo he podido comprobar, efectivamente. Pero el libro est¨¢ basado en dos textos: el programa de la Resistencia, no muy bueno, pero escrito en el momento y en el lugar justos; cuando los franceses se sent¨ªan acorralados por un enemigo como los nazis. El otro es la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.
De la que usted fue testigo de excepci¨®n. Estuve all¨ª cuando se redact¨®. Yo era demasiado joven para formar parte de ese grupo de 12 sabios, pero fui asistente. Les ayud¨¦ a organizar las reuniones, a redactar las actas. Los que estaban all¨ª eran figuras de primer nivel en la esfera de la pol¨ªtica y el derecho como la viuda del presidente Roosevelt, Eleanor. Se encontraban en Nueva York y en Ginebra y yo me encargaba de prepararles los papeles y asegurarme de que hac¨ªan el trabajo.
?Vigil¨¢ndoles? Como secretario. Yo era un joven diplom¨¢tico, carec¨ªa de autoridad, pero me sobraba curiosidad. Ten¨ªa motivaciones muy profundas para que el trabajo saliera de la mejor manera. El hecho de haber acabado la guerra en tres campos de concentraci¨®n era suficiente impulso para m¨ª.
Estuvo usted en Buchenwald. All¨ª conoc¨ª a Jorge Sempr¨²n. Un gran amigo; guardo una an¨¦cdota de ¨¦l importante. Cuando lleg¨® al campo y le preguntaron a qu¨¦ se dedicaba respondi¨®: estudiante. "Si pongo eso", dijo el que tomaba el registro, "le matar¨¢n inmediatamente, voy a dejar las primeras letras y lo voy a transformar en estucador. As¨ª, por lo menos, le asignar¨¢n trabajos manuales". Era lo ¨²nico que buscaban. Pero volvamos a ?Indignaos!
Me gustar¨ªa que contara el significado que para usted lleva ese t¨¦rmino. Es una palabra que utiliza con un sentido positivo. Apela a aquellos que la sienten para contagi¨¢rsela a quienes no la llevan dentro. Contiene su lado positivo, pero tambi¨¦n sus partes oscuras.
Y si es as¨ª, ?c¨®mo cree que se puede contagiar su parte de luz? Le confieso que el t¨ªtulo fue propuesto por la editora, Sylvie Crossman. Pero lo acept¨¦ inmediatamente.
?Con su llamada imperativa? S¨ª, se?or, y con su signo de exclamaci¨®n. Es fuerte. Mucho m¨¢s de lo que yo hubiera propuesto, porque no me considero un revolucionario, soy diplom¨¢tico que cree en la no violencia. Busco poner a la gente de acuerdo, m¨¢s que enfrentarla.
Eso es bastante radical para los tiempos que corren. Estamos rodeados de pol¨ªticos que nos llevan a la guerra. ?El di¨¢logo es hoy revolucionario? Puede ser. Pero si nos atenemos a los significados, le dir¨¦ que lo que m¨¢s me convence de la palabra es que contiene otro t¨¦rmino fundamental: dignidad. Por eso lo acept¨¦. Cuando la dignidad se pone en cuesti¨®n es necesario reaccionar. La indignaci¨®n viene del pisoteo de la dignidad que cada ser humano lleva consigo. Por eso siempre me remito a la Declaraci¨®n de Derechos Humanos. En su art¨ªculo primero ya dice: Todos los seres humanos somos iguales en dignidad y en derechos.
Y ahora viene a apelar al compromiso. El nuevo libro se titula precisamente Comprometeos. Es el paso moral siguiente a la indignaci¨®n. Nadie puede molestarse por que el pr¨®jimo se comprometa con algo. Puede molestarse si se rebela, si se remonta impulsivamente, eso es hacer el caldo a otros como Marine Le Pen [l¨ªder de la ultraderecha en Francia]. Lo que ella proclama es eso, pero yo apoyo la indignaci¨®n en el sentido contrario. La que me sacude cuando los derechos b¨¢sicos son atacados, perseguidos. Enfadarse y ya, para m¨ª no tiene sentido. La ira no conduce a ninguna parte, debe ir seguida de compromiso.
Dif¨ªcil. No propongo a la gente que se enfade sin m¨¢s, sino que se pregunte cu¨¢les son las razones que ponen en peligro esos valores fundamentales que hemos heredado y que ahora tiemblan. No es f¨¢cil, no.
Sobre todo, aclararnos en toda esta confusi¨®n. Un caldo de cultivo para diferentes indignaciones, para diferentes intereses. Al leer el libro quedan claros los valores, los peligros y los retos.
Son tres o cuatro. Empezando por los de la Revoluci¨®n Francesa. Por algunos de ellos. Otros, insisto, la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos.
?Los ve en la picota? Bastante, pero no olvidemos que en el tiempo en que fue redactada aquella declaraci¨®n, el mundo todav¨ªa estaba amenazado por algunos totalitarismos. El fascismo hab¨ªa sido derrotado. Pero el comunismo perviv¨ªa. Luego se ha ido imponiendo otra ideolog¨ªa perversa basada en el mercado y nada m¨¢s que en el mercado. Hoy, usted y yo, sufrimos sus consecuencias, las de un grupo privilegiado que busca sus beneficios a nuestras expensas. ?Qu¨¦ proponer como alternativa? La democracia real.
Bonita palabra. Confiar en depositar cada vez m¨¢s poder en la gente com¨²n para que sus necesidades sean la prioridad a resolver por los Gobiernos, el primer deber. Los Gobiernos deben asegurar libertad, hermandad, igualdad y justicia social.
Y progreso. Otro concepto en crisis. Lo confundimos con progreso t¨¦cnico, cient¨ªfico, pero no con bienestar. Absolutamente. Es algo muy sencillo, progresar significa tender a la mejor¨ªa. La palabra mejor es importante. ?Cu¨¢l es la diferencia entre el bien y el mal? ?Es mejor ganar dinero a cualquier precio o preservar la decencia y el honor? ?Es mejor entrar en la espiral de un progreso cient¨ªfico a toda costa o guardarnos de descubrimientos que superen la dignidad del ser humano? Progreso no significa acelerarse, sino ser consciente de cu¨¢les son los valores que ayudan a crear un mundo mejor y cu¨¢les no. La democracia es exigente en s¨ª. Demanda m¨¢s a los pol¨ªticos y logra tejer un sistema del que es dif¨ªcil salir bien parado si act¨²as mal.
Volvamos a los claroscuros de la palabra indignaci¨®n. Hubo un tiempo en que aquel sentimiento le llev¨® a un camino violento. ?Qu¨¦ sent¨ªa dentro, en sus tripas? No soy un tipo violento. Puedo entender qu¨¦ lleva a la gente a la violencia. Pero a m¨ª no me convence. Mi primera indignaci¨®n ten¨ªa un nombre: los nazis. El fascismo de Franco y Mussolini, incluso Stalin, de quien ya tuvimos noticias de sus purgas en 1935. El totalitarismo. Adem¨¢s, ten¨ªamos el ejemplo de los republicanos espa?oles como contraposici¨®n a los comunistas m¨¢s cerrados. Yo siempre me consider¨¦ dem¨®crata, y cuando este sistema estaba en peligro me indignaba. Pero incluso dud¨¦. Los estragos de la I Guerra Mundial nos hac¨ªan pensar a muchos que hab¨ªa que agotar todas las v¨ªas antes de entrar en otro conflicto. Negociar y dar la palabra a la gente de los diferentes pa¨ªses. Solo cuando vi claro que esta gente lo ¨²nico que quer¨ªa hacer era conquistar Europa con m¨¦todos violentos me convenc¨ª de que hab¨ªa que enfrentarse a ellos por las armas.
Pero esa indignaci¨®n, f¨ªsicamente, ?era equiparable a la que siente ahora? No, entonces era joven y con ganas de luchar. Cuando lleg¨® la hora, cuando vi que era necesario levantarme y enfrentarme a ellos, me invadi¨® un deseo de lucha. Me enrol¨¦ en el ej¨¦rcito sin dudarlo. Y cuando se firm¨® el armisticio con los alemanes me volv¨ª a indignar. Sent¨ª que era una deshonra y una deslealtad con los brit¨¢nicos. Me opuse; era inaceptable. ?Qu¨¦ pod¨ªa hacer? ?Luchar en Francia? ?Unirme fuera a De Gaulle? Eso es lo que hice.
Y tuvo una relaci¨®n intensa con ¨¦l, han contado algunos. No. Yo era muy joven y un oficial de bajo rango. Pero tuve el privilegio al llegar a Londres de cenar con ¨¦l en la intimidad. Me convoc¨®. Quer¨ªa saber qu¨¦ pensaba de ¨¦l un joven estudiante de la Escuela Normal Superior, muy prestigiosa entonces en Francia. Deseaba conocer lo que opin¨¢bamos de ¨¦l los estudiantes de ese nivel.
Por lo menos, y gracias a la fortuna, tambi¨¦n De Gaulle se indign¨®. Cosa que no ocurr¨ªa entre una enorme parte de los franceses. Aquello fue tan extra?o en un pa¨ªs que hab¨ªa levantado las banderas de la democracia en todo el mundo... ?Qu¨¦ ocurri¨®? Francia hab¨ªa sido tremendamente golpeada. Lo que hab¨ªa ocurrido entre mayo y junio de 1940 es algo muy raro en la historia. No solo fue una victoria militar. Fue una enorme derrota, humillante, en la que la gente tuvo que huir de sus casas hacia lugares insospechados. A muchos, el armisticio les supuso un respiro. La paz era tentadora para mucha gente, pero aquello no era paz.
?Era una humillaci¨®n? Adem¨¢s, hab¨ªa otros factores. La amenaza de los sovi¨¦ticos aterrorizaba a la burgues¨ªa, mientras que los fascismos no tanto, cre¨ªan que no atentaban tanto a su modo de vida. Adem¨¢s, los nazis garantizaban el freno a los comunistas m¨¢s que nadie.
Luego, en su caso particular vino otra nueva indignaci¨®n. ?La Gestapo!
Ah¨ª sufri¨® en sus propias carnes el peligro. ?C¨®mo fue su detenci¨®n? En el momento en que me arrestaron estaba seguro de que no sobrevivir¨ªa. Me detuvieron bajo cargos de delitos criminales graves. Sab¨ªan que hab¨ªa llegado de Londres para reforzar la Resistencia.
Incluso, que usted era jud¨ªo. Eso no lo sab¨ªan. Me conoc¨ªan poco. Si se hubiesen enterado de que mi padre era un jud¨ªo emigrado de Berl¨ªn, me habr¨ªan tratado de otra forma. Pero lo hicieron como a un esp¨ªa de nivel. Y, ?qu¨¦ haces con un esp¨ªa? Obviamente, sacarle informaci¨®n.
?Bajo torturas? Efectivamente. En la ba?era, ahog¨¢ndome. Pero no consiguieron que delatara a nadie, y eso fue una satisfacci¨®n para m¨ª. Despu¨¦s me condenaron a muerte. Afortunadamente, la justicia era lenta y me internaron en Buchenwald y la orden de ahorcarme lleg¨® muy tarde. Ya entonces pude cambiar mi identidad con alguien que hab¨ªa fallecido sin que se dieran cuenta. Era una persona que no estaba condenada a muerte. As¨ª me libr¨¦.
Me imagino que en aquellos d¨ªas la indignaci¨®n se hab¨ªa convertido en terror. No exactamente. Se transform¨® en algo que solo un joven patriota puede sentir. Ese convencimiento henchido en el que crees que has cumplido con tu deber y te has sacrificado por tu pa¨ªs.
?Un h¨¦roe! [Risas] Le cuento algo Cuando me detuvieron cog¨ª un trozo de papel y escrib¨ª un soneto de Shakespeare que sab¨ªa de memoria: "No longer morn for me when I am dead...". Como diciendo, si me fusilan ma?ana, que mi esposa sepa que no quiero luto, sino que sea feliz. Rid¨ªculo, esto siempre resulta rid¨ªculo.
Es una manera noble de enfrentarse a la muerte. La vida est¨¢ llena de iron¨ªas.
Si le hubieran dicho entonces que cumplir¨ªa 93 a?os... ?Y tanto! Mi siguiente indignaci¨®n lleg¨® en los campos de concentraci¨®n. Yo sab¨ªa que la guerra era violenta. Pero lo que nunca pude sospechar es el grado de brutalidad al que pod¨ªamos llegar los seres humanos.
Pas¨® de sentirse un h¨¦roe a otro estado: el de v¨ªctima. No solo una v¨ªctima individual, sino parte de una colectividad. Porque yo, personalmente, tuve suerte. Me salv¨¦ entre un grupo de 36 condenados a muerte. Yo y dos personas m¨¢s. Me enviaron a otro campo y me escap¨¦. Cuando lo logr¨¦ me volvieron a capturar y me internaron en Dora. All¨ª se debat¨ªan entre colgarme o darme 25 latigazos. Pero me libr¨¦ de ambas cosas porque le dije al oficial que me interrogaba: Estoy seguro de que usted, que es valiente, como yo, habr¨ªa intentado escapar. Lo hice, pero fall¨¦, con lo que no les puedo causar da?o. Todo eso se lo expliqu¨¦ en alem¨¢n, que es mi idioma materno. Si no hubiese hablado su lengua, seguramente nadie me habr¨ªa librado del castigo.
En su vida han existido tambi¨¦n momentos de alegr¨ªa. Como el de la Declaraci¨®n de Derechos. Poner de acuerdo en una posici¨®n com¨²n a pa¨ªses tan distintos como Francia, EE UU, la URSS o Arabia Saud¨ª ser¨ªa un esfuerzo tit¨¢nico. ?Cost¨®? Lo atestig¨¹¨¦ de primera mano. Si no se hubiera conseguido en 1948, las tensiones posteriores lo habr¨ªan hecho imposible despu¨¦s. En ese momento hist¨®rico, los sovi¨¦ticos se abstuvieron, Arabia, tambi¨¦n, y as¨ª permitieron su aprobaci¨®n. Fue el momento. Un texto ambicioso para la historia de la humanidad.
Supongo que en aquellos momentos su indignaci¨®n dio paso a la esperanza. Pues s¨ª. Ese momento fue de aut¨¦ntica, de verdadera y gran esperanza en el entendimiento de las naciones tras la guerra. Est¨¢bamos convencidos de que aquel texto encarrilar¨ªa a buena parte del mundo en el camino de la libertad y la justicia. Pero aquello dur¨® poco, porque despu¨¦s lleg¨® otro sentimiento: la ansiedad que produc¨ªa el peligro de una tercera guerra, que no ser¨ªa como las otras, sino que traer¨ªa consigo la cat¨¢strofe nuclear. El mundo hab¨ªa conocido dos horrores: el Holocausto e Hiroshima, y eso nos produc¨ªa un enorme temor. Era un mundo complicado e inseguro. Sent¨ªamos que si la ONU no consegu¨ªa ¨¦xitos en sus programas de desarrollo y respeto a los derechos humanos, todo se ir¨ªa derrumbando.
?Le queda algo del optimismo de entonces? Todav¨ªa creo que existen peque?os y lentos pasos adelante y que continuar¨¢n, con retrocesos y avances. La ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX fue muy prometedora. Despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro est¨¢bamos convencidos de habernos adentrado en una nueva era. En 2000 se lleg¨® a un acuerdo bajo la presidencia de Kofi Annan de los objetivos del milenio. Pero cayeron las Torres Gemelas... Y empezamos el siglo XXI muy mal.
Con la amenaza terrorista, pero tambi¨¦n con la ruptura de las reglas internacionales por parte de Bush, Blair y Aznar. ?Qu¨¦ supuso aquello para el orden mundial? Aquello es parte de mi indignaci¨®n presente. El hecho de que los ciudadanos sean conscientes de que est¨¢bamos dando grandes pasos adelante y esos l¨ªderes los frenaran en seco y nos colocaran en la direcci¨®n equivocada.
?No fue aquello una especie de parip¨¦ de cruzados por la democracia que en realidad representaban una especie de fascismo travestido? Desde luego. Una de las reglas b¨¢sicas a respetar en ese nuevo orden mundial que empezaba a configurarse a finales del siglo XX era el derecho internacional. Romperlo era adentrarse en lo peor.
Contra gobernantes de ignorancia supina, ?qu¨¦ se puede hacer? ?Indignarse! Necesitamos otros gobernantes, y tambi¨¦n, compromiso de la sociedad para aupar a los m¨¢s decentes. No podemos caer en esa desaz¨®n de la juventud, ni en pensar que todos los pol¨ªticos son iguales, porque no es cierto. La rabia y la indiferencia no nos llevan a ninguna parte.
En su vida ha existido otra indignaci¨®n persistente: Palestina. De nuevo, la ruptura de las reglas internacionales, la brutalidad impuesta, la situaci¨®n en Gaza y Cisjordania a¨²nan todo lo que m¨¢s he detestado en mi vida. Parecida a la que sent¨ª en los campos de concentraci¨®n. Siento un gran aprecio por el Estado de Israel, pero cuando su Gobierno se comporta de una manera similar a los peores Gobiernos que yo he tenido que soportar en mi vida, no puedo admitirlo y me rebelo y denuncio esos abusos cometidos por ellos con el permiso de Estados Unidos, la Uni¨®n Europea y algunas empresas involucradas en la situaci¨®n. Es lo mismo que siento respecto a la incapacidad para ponerse de acuerdo sobre el cambio clim¨¢tico. Espero que ahora Obama, tras haber acabado con Bin Laden y ganado popularidad, pueda avanzar en ciertas cosas.
Por cierto, ?qu¨¦ opina de ese episodio? Bueno, yo me alegro de que se haya acabado con ¨¦l. Era un asesino capaz de cosas espantosas. Sobre todo, de haberle dado al islam una imagen siniestra en el mundo. Y no es as¨ª. La gente de los pa¨ªses ¨¢rabes se ha encargado en pocos meses de hacernos saber que aspiran al sentido com¨²n con sus revueltas. Pero, volviendo a Bin Laden, hubiera sido deseable otro m¨¦todo: la detenci¨®n, un juicio.
?D¨®nde queda Europa con esas amenazas de pol¨ªticas antiinmigraci¨®n? Justo ese es el objetivo de mi libro. Concienciar a la gente para afrontar los nuevos retos con valores dignos. No son nuestras ¨ªnfimas naciones las que est¨¢n en peligro, es nuestro mundo, cada vez m¨¢s amenazado por corrientes como los neocons o quienes no se mentalizan en el trato al medio ambiente. La fe en el compromiso es clave. No estamos condenados al fracaso, pero para evitarlo hay que dar un paso adelante.
AUTORIDAD MORAL
Toda una vida de lucha por el progreso, de resistencia frente a los totalitarismos, de autoridad moral, y este franc¨¦s nacido en Alemania en 1917 se ha ganado el ¨¦xito y el aplauso mundial con un peque?o libro panfleto, '?Indignaos!' (Editorial Destino, con pr¨®logo en espa?ol de Jos¨¦ Luis Sampedro), que ha sacudido el descontento en los pa¨ªses desarrollados frente a un sistema econ¨®mico-pol¨ªtico lleno de goteras.
Este jud¨ªo, muy cr¨ªtico con la pol¨ªtica de Israel hacia Palestina, particip¨® en la resistencia francesa contra los nazis, estuvo preso en varios campos de concentraci¨®n y particip¨® en la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos.
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