Motivos de indignaci¨®n
Mientras Catalu?a aguarda el cuerno de la abundancia del nuevo pacto fiscal, el ruido de tijeras pone banda sonora al d¨ªa a d¨ªa y acompa?a los lamentos de una sufrida ciudadan¨ªa, que indignada o no, ve mermar su bienestar. Los recortes del Gobierno catal¨¢n -inexorables, asegura la ortodoxia de la UE, en la carrera para superar el d¨¦ficit- se llevan por delante posibilidades reales de equidad para los m¨¢s d¨¦biles, en un contexto social en el que el paro juvenil supera el 40%.
En esa dura cotidianeidad hay mucho opinador que perplejo se pregunta por qu¨¦ entre los acampados en la plaza de Catalu?a no ha cuajado la agenda nacionalista. Algunos encuentran razones en el pasado, prefieren viejas recetas y aseguran que la negra pezu?a de la extrema izquierda de los setenta se ha abierto camino entre los indignados. Ser¨ªa pues la venda del prejuicio la que impedir¨ªa a tanto refractario acampado ver que tiene la panacea al alcance de la mano, primero con el pacto fiscal en el marco de un soberanismo difuso. Con tan sugestivo futuro, ?c¨®mo es posible que alguien en Catalu?a sea capaz de sustraerse a un discurso que hunde sus ra¨ªces en la realidad de unas balanzas fiscales claramente desfavorables y en un sistema de financiaci¨®n que muestra su endeble normativa a la hora de lograr los fondos de competitividad?
Los soberanistas se?alan el cuerno de la abundancia del pacto fiscal mientras que con la ley ¨®mnibus zurran al eslab¨®n social m¨¢s d¨¦bil
Para ahorrar paseos en el tiempo, una posible respuesta hay que buscarla en el pasado viernes: el mismo d¨ªa que en el Parlament echaba a andar la comisi¨®n sobre el pacto fiscal, trascend¨ªan las consecuencias de la ley ¨®mnibus del Gobierno de CiU, un texto de con m¨¢s de 600 art¨ªculos que lleva consigo una raci¨®n de recortes m¨¢s que notable. ?Puede sorprender la desafecci¨®n de los indignados a ver el camino del cielo que muestran los ap¨®stoles del soberanismo con una mano, mientras con la otra zurran al eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la ciudadan¨ªa? La receta de que con pacto fiscal no habr¨ªa recortes sociales no satisfar¨ªa por la v¨ªa emp¨ªrica a ciudadanos de pa¨ªses con plena soberan¨ªa como Irlanda, Grecia o Portugal, que han sido intervenidos para salvar a los bancos. Ni para las naciones con Estado, ni para las que no lo tienen sirve la f¨®rmula -a pesar de su reiterado fracaso, de gran moda gestual- de renacionalizar la vida pol¨ªtica, entre otras cosas porque la vida econ¨®mica est¨¢ desnacionalizada.
Todas estas observaciones son visibles desde la acrisolada ¨®ptica socialdem¨®crata o incluso democristiana europea de la ¨¦poca de la Guerra Fr¨ªa, sin necesidad de recurrir al mayo franc¨¦s ni de buscar explicaciones en el mundo de la extrema izquierda de la transici¨®n. Desde luego, bajo ese punto de observaci¨®n es bien visible la intencionalidad de las medidas contenidas en la ley ¨®mnibus o en la de acompa?amiento presupuestario que proyecta el Gobierno catal¨¢n. Se congela la ley de barrios, se flexibiliza la reserva de suelo para construcci¨®n de vivienda protegida, se privatiza parte de la actividad quir¨²rgica en los hospitales p¨²blicos, se exime de la declaraci¨®n de impacto ambiental durante seis meses a las empresas que inicien su actividad, se exige el empadronamiento de seis meses para ser atendido por la sanidad p¨²blica, se recorta en un 75% la ayuda a las familias. Y eso s¨ª, para que no haya fuga de capitales a Valencia o Madrid, se suprime el impuesto de sucesiones. Es cierto que esta ¨²ltima medida solo supone dejar de ingresar 50 millones de euros este a?o, cantidad d¨¦bil econ¨®micamente, pero ideol¨®gicamente poderosa. Y ya que las comparaciones son odiosas, motivo de m¨¢s para afirmar que esos 50 millones suponen pr¨¢cticamente el montante de la partida de la Ley de Barrios para este a?o de saldo y finiquito.
Los indignados que acampan y los que habitan en el mundo del tresillo tienen m¨¢s motivos para fruncir un poco m¨¢s el ce?o. Y ah¨ª va otro m¨¢s: cuando toda esta informaci¨®n de nuevos recortes trascendi¨®, la oposici¨®n se preparaba para un merecido descanso de fin de semana. Salvo alguna digna excepci¨®n, nadie hab¨ªa buceado en el texto que se avecina con sus m¨¢s de 600 art¨ªculos. Solo el Gobierno, ese que se?ala el futuro soberanista con una mano, hab¨ªa hecho sus peculiares deberes con la otra.
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