Reuni¨®n con el alcalde para salvar la fiesta

Cerca de un mill¨®n de personas disfrutaron el a?o pasado del Orgullo Gay, que hace tiempo que desbord¨® su car¨¢cter reivindicativo para convertirse en la fiesta insignia de Madrid. De igual manera, tambi¨¦n ha dejado de ser un negocio solo para sus organizadores: el Ayuntamiento aprovecha su car¨¢cter magn¨¦tico para vender la ciudad; y comerciantes y hosteleros hacen caja en una semana tur¨ªsticamente ex¨¢nime. Su fuerza es tal que el resto de ciudades del mundo maniobra para que sus celebraciones del Orgullo no coincidan con Madrid, por una vez capital europea por derecho propio.

Sin embargo, por multitudinario que sea (o quiz¨¢ por eso), se trata de un festejo de barrio, que se esparce por calles en las que viven y trabajan personas. Y algunas, auspiciadas por la Asociaci¨®n de Vecinos de Chueca, no se resignan a sufrir cinco noches de estruendo y algarab¨ªa. En 2010, los organizadoresde Mella, limit¨¢ndola a actividades culturales precisamente ante las protestas vecinales por hicieron un esfuerzo para acotar una fiesta a todas luces desbordada: cedieron una plaza fuerte, V¨¢zquez el ruido; y circunscribieron las barras en la calle a la presencia de escenarios. A cambio, conquistaron para la causa las plazas de Callao, Espa?a y Santa Mar¨ªa Soledad Torres Acosta (m¨¢s conocida como de la Luna). Este a?o, amparada en la nueva normativa antirruido aprobada en febrero, la Asociaci¨®n de Vecinos de Chueca inst¨® al Ayuntamiento a prohibir el escenario de la plaza de Chueca. Y lo consigui¨®, provocando una virulenta reacci¨®n que incluso acab¨® con insultos al alcalde ante su casa.

Es cierto que, a cambio, el Ayuntamiento permiti¨® superar los niveles reglados de ruido en el resto de focos de la fiesta (plaza del Rey, Callao, Espa?a y la calle Pelayo), y ofreci¨® de nuevo la plaza de la Luna. Pero los organizadores no aceptan de ninguna manera perder Chueca.

En parte, por principios: como se recuerda en las caceroladas y el agit-prop virtual, esa plaza es el centro neur¨¢lgico y sentimental de una fiesta que comenz¨® (y sigue siendo) un grito reivindicativo en pos de la igualdad real y la visibilidad homosexual.

Y, en parte, porque el Orgullo es un negocio (el a?o pasado, el Ayuntamiento cifr¨® entre 31 y 42 millones el dinero generado), y como tal tiene que cuadrar tambi¨¦n en los libros de cuentas.

Tan deseoso de llegar a un acuerdo est¨¢ el alcalde, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, como los organizadores, y para solucionar el conflicto se re¨²nen hoy. Estos pedir¨¢n permiso para mantener el escenario de Chueca, y para lograrlo manejan varias opciones, entre ellas, seg¨²n diversas fuentes, comprometerse a organizar actividades que, por su naturaleza u horario, respeten la norma antirruido. Aducen que, de todas formas la plaza actuar¨¢ como polo de atracci¨®n y podr¨ªa degenerar en un macrobotell¨®n.

Los organizadores venden el permiso para colocar barras (ligadas a escenarios, de ah¨ª su importancia), y a los empresarios les interesa ponerlas junto a sus locales, por motivos log¨ªsticos f¨¢ciles de entender. As¨ª, pagan mejor y m¨¢s f¨¢cilmente un puesto junto a un escenario cercano que otro, como el hipot¨¦tico de la plaza de la Luna, bastante a trasmano.

Esa diferencia, junto a las reticencias de los patrocinadores a perder la plaza de Chueca, justifican en parte la preocupaci¨®n de los organizadores, que precisan de esos ingresos para sustentar econ¨®micamente los festejos.