La historia sin verg¨¹enza del Orgullo
Las primeras marchas a finales de los setenta eran recibidas con insultos
Eran cuatro gatos. Los miraban como a bichos raros. Bajaban a la Puerta del Sol con los labios apretados mientras les llov¨ªan insultos. Corr¨ªan los a?os ochenta y Empar Pineda estaba all¨ª. Ahora un mill¨®n de personas se junta en la Gran V¨ªa. La fiesta revoluciona Madrid. Y Empar Pineda siempre est¨¢ all¨ª, y se emociona. Lo siente "como un chute de gasolina en vena". Como una aguja entre la marea humana, mientras el Orgullo Gay con sus desfiles toma la ciudad, gente como Empar a¨²n recuerda que hubo un tiempo en que aquello no era ninguna fiesta. Y solo por eso, dicen, hay que celebrarlo siempre.
Las primeras marchas del Orgullo fueron en Nueva York y Los ?ngeles el 28 de junio de 1970, justo dos a?os despu¨¦s de la redada policial en el pub neoyorquino Stonewall Inn -frecuentado por homosexuales y drag queens-, que desat¨® multitudinarias manifestaciones y violentos disturbios. Con los a?os la marcha se fue extendiendo a todo el mundo. En Espa?a, Barcelona tom¨® la delantera. El 28 de junio de 1977, unas 4.000 se echaron a la calle. Con miedo y los labios apretados. Empar Pineda estaba all¨ª, y a¨²n lamenta un error de aquella tarde hist¨®rica.
En los a?os ochenta Chueca era el escondite de los homosexuales
Para no llamar mucho la atenci¨®n, los manifestantes pidieron a los transexuales y travestis que no fueran en la cabecera. Que trataran de pasar desapercibidos. En mitad de Las Ramblas, los "grises" se lanzaron contra la marcha y los transexuales y travestis se pusieron delante para hacer de escudo. "Nos dieron una lecci¨®n, y nunca m¨¢s volvimos a cometer semejante estupidez", cuenta Empar.
Al a?o siguiente la manifestaci¨®n fue autorizada en Madrid y, salvo la prohibici¨®n de 1980, nunca ha vuelto a haber un junio sin Orgullo en la capital. Las marchas fueron durante a?os la puntual excepci¨®n de un colectivo invisible. Jes¨²s Generelo particip¨® en varias. De la Plaza de Santo Domingo a Sol. "Eran solo 150 metros, pero costaba un mont¨®n llegar, era muy duro", recuerda. Una mezcla de satisfacci¨®n y esfuerzo para el d¨ªa en el que los homosexuales, lesbianas y transexuales sal¨ªan del que entonces era su lugar sagrado, su escondite: Chueca.
Entre la marginalidad y la droga, un pu?ado de bares ofrec¨ªa a los gais un espacio al que escapar. "La manifestaci¨®n era para decir que quer¨ªamos estar en todas partes; Chueca en ese momento cumpl¨ªa su funci¨®n como un lugar de protecci¨®n", dice Generelo, de 46 a?os.
Desde Barcelona Jordi Petit, un hist¨®rico activista, segu¨ªa con curiosidad los movimientos de Madrid. En la capital hab¨ªa mucho bar de ambiente y poca asociaci¨®n. Con las primeras libertades, "los frentes de liberaci¨®n gay murieron de ¨¦xito, las asociaciones se vaciaron y se llenaron las pistas de baile", cuenta Petit. Para organizarse, en 1986 program¨® un seminario en Chueca sobre homosexualidad que puso la semilla del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam). Con el colectivo al frente, Alfonso Llopart, actual director de la revista Shangay, empez¨® a participar a principios de los noventa en las manifestaciones. "Me sent¨ªa un poco pez fuera del agua, estaba muy politizado", dice. Como ¨¦l, mucha gente pensaba que hab¨ªa que darle a la marcha un car¨¢cter festivo. Por eso cada a?o, al acabar el recorrido en la Puerta del Sol, los manifestantes sub¨ªan hac¨ªa la Gran V¨ªa y se colaban en "su barrio".
Un s¨¢bado de junio, Mayka Contreras, que regenta uno de los primeros locales para chicas de la Plaza de Chueca desde hace 20 a?os, recuerda que vio llegar a una "riada" de gente despu¨¦s de la manifestaci¨®n. "Ah¨ª empezamos a tomar a conciencia de lo que era el Orgullo", dice. Y se pusieron manos a la obra. Al a?o siguiente, los empresarios que estaban empezando a apostar por el barrio abriendo nuevos comercios se organizaron por calles para hacer un programa festivo. La Plaza de Chueca, con el preg¨®n y los conciertos; y la Plaza de V¨¢zquez de Mella y la calle Pelayo, con la carrera de tacones, dieron origen a la "manifiesta". Mezcla de reivindicaci¨®n y sarao.
La uni¨®n de los empresarios -que desde 2004 est¨¢n agrupados en la asociaci¨®n Aegal- y de los colectivos gays hizo que el crecimiento desde entonces fuera imparable. En 1996 la revista Shangay introdujo en el desfile la primera carroza, con Alaska en el trono. El actual director, Llopart, se calz¨® una peluca rosa y se subi¨® al cami¨®n. M¨²sica, globos y drag queens. Al terminar el recorrido, en Sol, se colaron por las estrechas callejuelas de Chueca. "Pasar por el coraz¨®n del Orgullo era un subid¨®n", recuerda Llopart.
Decenas, centenares, miles de personas... un mill¨®n. El resto del cuento ya es historia. La mayor¨ªa coincide en que la explosi¨®n se produjo con la aprobaci¨®n del matrimonio homosexual en 2005 y la celebraci¨®n del Europride en 2007, que convirti¨® a Madrid en la capital europea del Orgullo. Petit, desde Barcelona, no quiere que se olvide 1997, cuando la parroquia de Chueca se incluy¨® entre los convocantes. "Al ver al p¨¢rroco pensamos esto ya est¨¢ hecho", dice. Porque si hasta el cura se sum¨® entonces, ahora ya casi nadie imagina un Chueca sin Orgullo ni un Orgullo sin Chueca.
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