Un cubano llamado Hemingway
Finca Vig¨ªa, su casa en la isla, se convierte en centro de peregrinaci¨®n y archivo
Un murci¨¦lago conservado en formol -"el murci¨¦lago embotellado", le llamaba Hemingway- es lo primero que salta a la vista en el cuarto de ba?o que utilizaba el escritor en Finca Vig¨ªa, la quinta campestre que fue su refugio cubano en los a?os cuarenta y cincuenta y donde escribi¨® El viejo y el mar. Pegado al inodoro, en un peque?o librero se puede encontrar todo tipo de literatura -incluida una biograf¨ªa del ilusionista Houdini- y tambi¨¦n queda una vieja pesa. A su lado, escritas a l¨¢piz en la pared, hay unas marcas dif¨ªciles de descifrar desde el lugar establecido para los visitantes. "Son anotaciones de su peso, lo controlaba a diario", explica una de las celadoras. Las marcas de 1955 nos muestran al Hemingway m¨¢s conocido, modelo oso: "14 de abril. 240? libras". En 1959 hab¨ªa bajado de peso: "18 de marzo. 204 libras"; "29 de marzo, 203? libras". La ¨²ltima anotaci¨®n es de un d¨ªa antes de partir de Cuba para no regresar m¨¢s: "24 de julio de 1960. 190? libras".
En octubre se publicar¨¢ el primer volumen de cartas de juventud
"Por aquel entonces ya comenzaba a manifestar los primeros s¨ªntomas de su enfermedad. Estaba tocado", dice Ada Rosa Alfonso, la directora del Museo Hemingway, que radica en Finca Vig¨ªa desde que la ¨²ltima esposa del premio Nobel, Mary Welsh, don¨® la casa al Gobierno cubano. Ahora se cumplen 50 a?os.
Meses despu¨¦s de salir de La Habana, Ernest Hemingway interrumpi¨® un viaje por Espa?a y regres¨® a Estados Unidos. Se sent¨ªa mal y estaba muy deprimido. El 2 de julio de 1961, tras dos ingresos en la Cl¨ªnica Mayo y 13 tratamientos de electrochoque, se vol¨® la tapa de los sesos con una escopeta de caza en su residencia de Ketchum (Idaho). Ten¨ªa 61 a?os.
Medio siglo despu¨¦s, La Habana sigue siendo un santuario para los seguidores del escritor. Un buen pu?ado de ellos se reuni¨® la semana pasada en el hotel Ambos Mundos, el mismo que Hemingway convirti¨® en su primera residencia estable en la isla hasta que, en abril de 1939, Martha Gelhorn encontr¨® Finca Vig¨ªa. Entre los asistentes al XIII Coloquio Internacional Ernest Hemingway, reci¨¦n concluido, estuvo la profesora de la Universidad de Pensilvania Sandra Spanier, que anunci¨® la aparici¨®n en octubre de un primer volumen de cartas de juventud escritas por el novelista.
Se trata de un esfuerzo editorial de envergadura. Al frente de un equipo de especialistas, Spanier se dio a la tarea de recopilar durante nueve a?os unas 6.000 cartas de Hemingway dispersas por todo el mundo; en total, 18 tomos que ir¨¢n public¨¢ndose poco a poco. "Encontrarlas fue un proceso complejo, hubo que precisar detalles y ubicarlas una por una. Cada d¨ªa fue una aventura", explic¨® en La Habana.
El primer volumen de esta correspondencia in¨¦dita agrupa las misivas escritas por Hemingway entre 1907 y 1922. En ellas, por ejemplo, relata sus experiencias durante la I Guerra Mundial (1914-1918), cuando fue herido y hospitalizado en Mil¨¢n, y tambi¨¦n an¨¦cdotas de su viaje a Francia, donde conocer¨ªa a los grandes artistas e intelectuales del siglo XX. Habla, adem¨¢s, de su matrimonio con su primera esposa, Elizabeth Hadley, y "describe las vivencias de su juventud en Oak Park (Illinois), su tierra natal, y la relaci¨®n con sus padres, hermanos, abuelos y compa?eros de aula".
Algunas de las cartas que se publicar¨¢n estaban en Finca Vig¨ªa y han sido facilitadas a la Universidad de Pensilvania por el Museo Hemingway, donde se guardan miles de documentos. Adem¨¢s de su correspondencia, hay manuscritos de algunas de sus obras -como el ep¨ªlogo de Por qui¨¦n doblan las campanas- y unas 3.000 fotograf¨ªas y 9.000 libros, revistas y folletos, buena parte de ellos subrayados o con notas al margen. Est¨¢, por ejemplo, un guion de la pel¨ªcula El viejo y el mar, sobre el que Hemingway hizo sus cr¨ªticas a algunas secuencias y corrigi¨® o ampli¨® di¨¢logos, y los c¨®digos para descifrar los mensajes en clave que enviaba desde el yate Pilar durante la rocambolesca operaci¨®n de persecuci¨®n de submarinos nazis que protagoniz¨® en los cayos de la isla durante la II Guerra Mundial.
Un verdadero tesoro que, gracias a la colaboraci¨®n con varias instituciones estadounidenses, comenz¨® a digitalizarse hace dos a?os. Los primeros 3.000 documentos ya fueron puestos a disposici¨®n de los investigadores norteamericanos por el Museo Hemingway, y ahora es la Biblioteca Presidencial y Museo John F. Kennedy la que ha anunciado su disposici¨®n de entregar copias digitales de sus fondos a Cuba. Seg¨²n dijo en La Habana Susan Wrynn, responsable de la colecci¨®n, el 90% de los materiales son manuscritos y cartas -incluidas 2.500 que escribi¨® Hemingway y 7.500 que recibi¨®-, m¨¢s de 10.000 fotograf¨ªas, adem¨¢s de cuadros coleccionados por el escritor, as¨ª como pruebas de ediciones de sus novelas.
A pesar de la pol¨ªtica de embargo -una decena de investigadores estadounidenses no pudo asistir al seminario por no llegarles a tiempo el permiso del Departamento de Estado-, la figura de Hemingway y su santuario de Finca Vig¨ªa sigue uniendo las voluntades de expertos y acad¨¦micos de ambos pa¨ªses. Estos d¨ªas, muchos de ellos recordaron in situ su descripci¨®n de los efectos de los legendarios daiquiris de Floridita sobre Thomas Hudson, en Islas en el Golfo. "Hab¨ªa bebido dobles daiquiris helados, de los grandiosos daiquiris que preparaba Constante, que no sab¨ªan a alcohol y que al beberlos daban una suave y fresca sensaci¨®n. Como el esquiador que se desliza desde la cima helada de una monta?a, en medio del polvo de la nieve. Y luego, despu¨¦s de un sexto u octavo, la sensaci¨®n de la loca carrera de un alpinista que se ha soltado de la cuerda". De eso sab¨ªa bastante.
Babelia
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