El visionario que acert¨®
La autobiograf¨ªa de Nikola Tesla retrata a un genio ensombrecido por Edison y erigido en icono de la cultura popular
Pocas veces alguien con un sitio tan claro en las enciclopedias ha sido a la vez tan claramente un personaje de novela. Y de pel¨ªcula, c¨®mic y videojuego. Ese alguien es Nikola Tesla, un f¨ªsico serbio nacido en Croacia en 1856 y emigrado a Estados Unidos que termin¨® prestando su apellido a la unidad de inducci¨®n magn¨¦tica (el tesla), adem¨¢s de ser reconocido en todo el mundo como el hombre que consigui¨® domesticar la corriente alterna -a trav¨¦s del motor de inducci¨®n polif¨¢sico- y en su pa¨ªs de adopci¨®n como el inventor de la radio. Este ¨²ltimo reconocimiento le lleg¨® cuando el Tribunal Supremo decret¨® que Marconi se hab¨ªa basado para su trabajo en las patentes desarrolladas por Tesla.
Su leyenda empez¨® a fraguarse el d¨ªa que muri¨® en el hotel New Yorker
El hecho de que la justicia dictara su fallo en 1943, cuando el cient¨ªfico serbocroata llevaba meses muerto, es solo un ejemplo de lo que el futuro destinaba a su figura. Pese a que sus inventos permitieron iluminar grandes ciudades, enviar la electricidad a miles de kil¨®metros por primera vez o construir la primera gran central hidroel¨¦ctrica del mundo -en las cataratas del Ni¨¢gara-, su nombre ha quedado ensombrecido por el de Thomas Alva Edison, con el que Tesla lleg¨® a colaborar. El encuentro y desencuentro entre ambos lo cuenta este ¨²ltimo en Mis inventos, el texto autobiogr¨¢fico que, junto al ensayo El problema de aumentar la energ¨ªa humana, integra ahora el volumen Yo y la energ¨ªa, traducido por Cristina N¨²?ez Pereira, publicado por Turner y acompa?ado por una larga y apasionante introducci¨®n del periodista y escritor Miguel ?ngel Delgado.
"En este volumen hay dos libros: el de Tesla y el de Miguel ?ngel Delgado", dijo ayer en la sede madrile?a del C¨ªrculo de Lectores Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron. El f¨ªsico y miembro de la Real Academia Espa?ola abri¨® el acto ense?ando un paquete comprado en unos grandes almacenes. Conten¨ªa la versi¨®n en mu?eco de algunos de los grandes h¨¦roes de la ciencia y la t¨¦cnica modernas. All¨ª entre, Darwin, Madame Curie o Einstein estaba Tesla. El propio S¨¢nchez Ron reconoci¨® que cuando lo vio en la tienda se pregunt¨®: "?Qu¨¦ hace este aqu¨ª?". Era su manera de reconocer el lugar fronterizo de "un visionario que acert¨®", un genio que "lo ten¨ªa todo para no prosperar como hombre de empresa". Ese "todo" del que habla S¨¢nchez Ron fueron un cuerpo, una personalidad y una inteligencia extremas: de dos metros de altura y pol¨ªglota desatado -declar¨® haber estudiado 12 lenguas y lleg¨® a manejarse en no menos de seis-, conjugaba su af¨¢n de notoriedad con una misantrop¨ªa enfermiza que le llev¨® a mantenerse c¨¦libe durante toda su vida y que por momentos le imped¨ªa incluso dar la mano a la gente. Am¨¦n de rechazar el ofrecimiento de colaboraci¨®n como ayudantes sin sueldo de futuro premios Nobel de F¨ªsica. Eso, no obstante, no evit¨® que el gran mundo frecuentara su laboratorio neoyorquino: de la actriz Sarah Bernhardt a su gran amigo Mark Twain. Un hombre que ha fascinado a escritores como Paul Auster o Thomas Pynchon, que lo han convertido en personaje de sus novelas, o a cineastas como Jim Jarmusch o Christopher Nolan.
Convertido en icono pop, Tesla se ha asomado en los ¨²ltimos a?os en c¨®mics, discos, videojuegos y series de televisi¨®n, de House a Los Simpson. Ese es uno de los muchos Tesla. El otro es el de la leyenda que empez¨® a fraguarse el d¨ªa que muri¨® en la habitaci¨®n 3327 del hotel New Yorker. El mito dice que el FBI habr¨ªa recogido sus papeles, que, por supuesto, permanecen en secreto.
A Miguel ?ngel Delgado no le hace gracia la teor¨ªa conspiranoica porque podr¨ªa reducir a caricatura a uno de los grandes genios de la historia de la humanidad. ?l prefiere subrayar que fue uno de los primeros en "preocuparse por cosas que preocupan mucho ahora, pero nada en su tiempo": la necesidad de explotar energ¨ªas limpias e inagotables frente a la dependencia del petr¨®leo, el peligro nuclear o la atenci¨®n a la ecolog¨ªa. Y, por supuesto, "las posibilidades que ofrece la transmisi¨®n inal¨¢mbrica de electricidad". El futuro parece suyo; el presente, tambi¨¦n. La historia, todav¨ªa no.
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