Donde Vulcano ten¨ªa la fragua

El archipi¨¦lago de las Eolias, a escasa distancia de la costa norte de Sicilia, es un lugar atractivo no solo por su pintoresco paisaje volc¨¢nico y la atractiva opci¨®n vacacional que representa, sino tambi¨¦n por ser motivo de impresiones contradictorias. Por un lado, la carga mitol¨®gica de estas islas -que reciben su nombre del dios Eolo y son morada de Vulcano- despierta en la imaginaci¨®n fantas¨ªas de aventura y libertad. Pero al mismo tiempo las Eolias poseen algo de prisi¨®n, una de esas prisiones al estilo de la isla de Alcatraz, donde los reos tienen al alcance de su vista aquello de lo que se les priva.

Desde las Eolias puede divisarse Sicilia, con la nevada cumbre del Etna asomando entre las nubes, y a la izquierda, sin que se aprecie ninguna discontinuidad entre ambas costas, la pen¨ªnsula italiana. Todo ello muy cerca y a la vez muy lejos. No es de extra?ar, por tanto, que estas islas hayan sido utilizadas en varias ocasiones como lugar de encierro; L¨ªpari alberg¨® a opositores pol¨ªticos de Mussolini, y Filicudi fue el destino final de muchos presos mafiosos. Pero el viajero sin impedimentos para abordar el siguiente ferry puede experimentar esta inquietante sensaci¨®n y luego dejarla atr¨¢s para recrearse en el agreste paisaje o disfrutar de un plato de pasta fresca con salsa de sepia.

L¨ªpari es un excelente campamento base desde el que emprender la visita a las otras seis islas del archipi¨¦lago. Es la mayor de las Eolias, est¨¢ bien comunicada por ferry y dispone de amplias infraestructuras para los visitantes. En la capital hom¨®nima destaca la fortaleza construida como defensa contra los piratas, atra¨ªdos en el pasado por la riqueza generada por las minas de obsidiana y piedra p¨®mez. Tampoco se puede dejar de visitar el puerto pesquero, con sus aguas transparentes, sus embarcaciones tradicionales, los pescaderos que anuncian a voces el g¨¦nero en venta y los caf¨¦s en la misma orilla. En especial en los meses de verano, cuando se alcanza la masa cr¨ªtica de turistas, quien desee un poco de tranquilidad tiene la opci¨®n de refugiarse en la localidad vecina de Canetto. Paseando por su extensa playa de guijarros, uno no deja de fijarse en la lejana forma geom¨¦trica que brota del horizonte, un cono difuminado por la bruma: el volc¨¢n Estr¨®mboli.

Una fosa metal¨²rgica

Pero hay m¨¢s volcanes en las Eolias. La Fossa di Vulcano, en la cercana isla de Vulcano, da la bienvenida con un fuerte olor a azufre al arribar al puerto. De acuerdo con la mitolog¨ªa, era all¨ª donde Vulcano, dios del fuego y la metalurgia, ten¨ªa su fragua. Vistos los amarillos pe?ascos de azufre, las fumarolas y la fanghi, una charca de aguas sulfurosas donde uno puede ba?arse si no le molesta el tufo a huevos podridos, no resulta extra?o que los antiguos pensaran as¨ª.

Salina ser¨¢ familiar para todo el que haya le¨ªdo El Gatopardo. Situada al norte de L¨ªpari y ¨²nica isla del archipi¨¦lago que posee manantiales, destaca entre las Eolias por su colorida vegetaci¨®n y alegre paisaje, salpicado de plantaciones de malvas¨ªa y alcaparras. No se puede decir lo mismo de las peque?as Filicudi y Alicudi. Cuando el novelista Alejandro Dumas visit¨® esta ¨²ltima escribi¨® de ella que era "un trozo de tierra olvidado por la creaci¨®n, que ha permanecido inalterado desde los d¨ªas del caos". Quiz¨¢ por esta raz¨®n Alicudi, incluso en pleno verano, se mantiene a salvo de la invasi¨®n de visitantes.

Tambi¨¦n es peque?a y agreste Panarea, pero en este caso los turistas, de elevado poder adquisitivo, no se privan de pasar temporadas en ella, como atestiguan los car¨ªsimos hoteles. Las reducidas dimensiones de la isla y la ausencia de carreteras hacen que los coches sean in¨²tiles; el transporte se realiza en carritos de golf y scooters.

Sin duda de entre todas las Eolias la m¨¢s singular es Estr¨®mboli. Cuesta verla como una isla; es tan solo un volc¨¢n, un cono de roca magm¨¢tica aflorando sobre la superficie del mar Tirreno. La impresi¨®n de hallarse apartado del mundo es especialmente acusada. Tampoco aqu¨ª hay carreteras. El agua potable se trae en barcos cisterna. La electricidad es suministrada por generadores y queda interrumpida por las noches. Cuando el mar est¨¢ revuelto cesa el servicio de ferrys. Y no debemos olvidar que el volc¨¢n se encuentra activo. En 2002 y 2003 hubo erupciones leves que causaron da?os materiales en las dos localidades de la isla: Estr¨®mboli y Ginostra. La ¨²ltima erupci¨®n de grandes proporciones fue en 1930 y provoc¨® un brusco descenso de la poblaci¨®n, que pas¨® de cinco mil habitantes a los apenas cuatrocientos de hoy en d¨ªa, que residen sobre una aut¨¦ntica ruleta rusa geol¨®gica.

En el volc¨¢n no est¨¢ permitido subir por cuenta propia hasta el cr¨¢ter, la Sciara del Fuoco, as¨ª que los grupos de excursionistas deben reunirse frente a la iglesia, en la Piazza San Vicenzo, donde se les suma un gu¨ªa. Los ascensos tienen lugar por la tarde, para llegar al cr¨¢ter a la puesta del sol. Los menos animosos pueden pasear por las playas de arena negra como polvo de carb¨®n y visitar la casa donde Ingrid Bergman y Roberto Rossellini se alojaron durante el rodaje de la pel¨ªcula Stromboli, y donde naci¨® su romance. En cualquier caso, nadie se quedar¨¢ sin disfrutar del espect¨¢culo del volc¨¢n. Las embarcaciones que llevan a la isla, antes de emprender el regreso, ya de noche, la rodean para contemplar la fumarola de gases te?ida de naranja y los peri¨®dicos escupitajos de lava que arroja para aliviar su presi¨®n interna.

? Jon Bilbao es autor de la novela Padres, hijos y primates (Salto de P¨¢gina, 2011).