Cuando el paisaje se situ¨® en primer plano
Tras el sacco sufrido por las tropas de Carlos V en 1527 y el trauma de la lucha contra la Reforma, Roma renaci¨® de sus cenizas en el siglo XVII mostrando todo su esplendor a trav¨¦s de un nuevo estilo, grandilocuente y fastuoso, que conocemos con el apelativo barroco. Atra¨ªdos por esos fastos acudieron a Roma miles de peregrinos, artistas, diplom¨¢ticos y los primeros touristas que descubrieron las campi?as del Lacio y las impresionantes puestas de sol de la costa mediterr¨¢nea. Todo lo que se ha visto durante el viaje, todo lo que es distinto de lo propio del lugar del que se procede, se idealiza. As¨ª, las campi?as cerealistas, con sus cerrillos lejanos, se pueblan en la imaginaci¨®n de ruinas cl¨¢sicas, los labriegos y pastores se ven como dioses y h¨¦roes, los efectos de luz de un ocaso se convierten en fen¨®meno eterno.
Roma. Naturaleza e ideal Paisajes 1600-1650
Museo Nacional del Prado
Ruiz de Alarc¨®n, 23. Madrid
Hasta el 25 de septiembre
Ciertamente, la pintura de paisaje no ha surgido en Roma, es un invento holand¨¦s que tiene su casu¨ªstica en factores religiosos y sociales pr¨®ximos a la Reforma protestante, pero Roma logr¨® suplantar a principios del siglo XVII a Florencia y Venecia como capitales de la pintura y all¨ª acudieron artistas de otras latitudes, como el alem¨¢n Adam Elsheimer, los flamencos Paul Bril, Jan Brueghel y Pedro Pablo Rubens o Nicolas Poussin, nacido en Picard¨ªa, y Claude Gell¨¦e, conocido universalmente como Claudio de Lorena, por su regi¨®n de origen, quienes introdujeron la idea de paisaje en la ciudad eterna. Aquellas vistas laicas y realistas de los holandeses se contaminaron en la cat¨®lica corte papal con los ideales del clasicismo y con las nuevas concepciones de la naturaleza.
El especialista tiende a buscar en la esencia del objeto que estudia las causas eficientes de su evoluci¨®n. As¨ª, los historiadores del arte trazan convincentes itinerarios de c¨®mo ha evolucionado la pintura gracias a las geniales aportaciones que sucesivamente realizan los pintores, hasta llegar a convertir un cuadro de historia en una vista paisajista. La exposici¨®n del Museo Nacional del Prado Roma. Naturaleza e ideal. Paisajes 1600- 1650 muestra, de forma clara, c¨®mo se fue abriendo paso la idea de paisaje en la Roma de la primera mitad del siglo XVII, empeque?eciendo las figuras en los cuadros, minimizando el tema hist¨®rico, para ir otorgando paulatinamente m¨¢s protagonismo a los fondos que se van cargando de sentido aleg¨®rico y de poder comunicativo. Pero hay que recordar que este paso lo pudieron dar los pintores gracias al trabajo que los humanistas desarrollaron durante los dos siglos anteriores, traduciendo y, sobre todo, interpretando las ideas y la sensibilidad po¨¦tica del mundo cl¨¢sico al que se esforzaron por renacer. De entre los cl¨¢sicos recuperados e interpretados que ayudaron a plantear el paisaje como tema se encuentran Lucrecio, Plinio y Arist¨®teles, que aportaron la idea de "naturaleza", y poetas como Te¨®crito, Ovidio y Virgilio, que permitieron que el mundo pastoril se convirtiera en un tema para la l¨ªrica y para la pintura.
En un pa¨ªs con escasa cultura paisajera, como es Espa?a, esta exposici¨®n resulta particularmente interesante ya que, sin pretenderlo, pone el acento en la dificultad que se vivi¨® en el mundo cat¨®lico para aceptar que los pintores sustituyeran las figuras de Dios, la Virgen y los santos, cargadas de doctrina y ejemplaridad, por im¨¢genes de la naturaleza, como parajes, arboledas, r¨ªos, monta?as y costas, carentes de sentido moral. Aqu¨ª se puede ver de qu¨¦ manera Claudio de Lorena elige como tema para sus cuadros escenas de la vida de santos casi olvidados, como santa Serapia o santa Paula Romana, tomadas de la Leyenda ?urea, que pinta como peque?as figuras situadas a contraluz, generando, por el contrario, una apoteosis con la puesta de sol que se refleja en las aguas del puerto, tema que le permite extender una sinfon¨ªa de amarillos c¨¢lidos, cuya idealizaci¨®n conducir¨¢, un siglo despu¨¦s, a la moda de adquirir unos anteojos ahumados para poder ver el mundo bajo la luz de Claudio.
Personaje importante para comprender estas transformaciones es el bolo?¨¦s Annibale Carracci, representado con un aut¨¦ntico paisaje fluvial, fechado al borde del cambio de siglo, que muestra el "progresismo" de que hac¨ªan gala los Carracci. El cuadro con claros efectos atmosf¨¦ricos no presenta m¨¢s que una barca que queda semioculta por el gran fuste de un ¨¢rbol que ocupa el primer t¨¦rmino. La figura de Carracci es fundamental ya que ¨¦l introdujo el paisaje como tema aut¨®nomo en Roma, siendo seguido por disc¨ªpulos como Guercino y Francesco Albani, tambi¨¦n representados en la exposici¨®n, pero del grupo de los bolo?eses afincados en Roma hay que destacar los cuatro cuadros de Domenichino.
El otro ariete de paisaje lo formaron los pintores n¨®rdicos que trabajaron en la ciudad, de entre ellos cabe mencionar la figura de Paul Bril, quien vivi¨® en Roma parte de su vida acusando la influencia paisajista de Carracci y de Adam Elsheimer, y una pl¨¦yade de pintores menores. El camino hacia una pintura de paisaje emocional lo traza el napolitano Salvator Rosa con sus cuadros cargados de efectos pat¨¦ticos. Pero la exposici¨®n del Prado pivota en torno a un conjunto de obras de gran formato encargadas por Felipe IV para decorar el palacio del Buen Retiro de Madrid, entre las que se encuentran seis cuadros de Claudio de Lorena excepcionales, uno de Salvator Rosa, hasta ahora desconocido, y uno de Poussin, entre otras piezas del m¨¢s alto inter¨¦s. Cierra la exposici¨®n un importante grupo de cuadros de Jean Lemaire, Gaspar Dughet y Nicolas Poussin, de entre los que hay que destacar el Paisaje con los funerales de Foci¨®n, que viene del Museo de Gales, un aut¨¦ntico panorama, grandioso en su concepci¨®n, que responde a unos esquemas de composici¨®n que articulan el espacio en planos consecutivos que quedan marcados por superficies de diferente iluminaci¨®n.
Con todo, el ¨¦xito del paisaje en Roma no se produjo inmediatamente, fue considerado un g¨¦nero practicado por forasteros que pintaban obras de peque?o tama?o y precio inferior al de los grandes cuadros de altar. Pero artistas como Claudio de Lorena sufrieron en vida la acci¨®n de los falsificadores, mientras que Gaspar Doughet firmaba sus cuadros con el apellido de su afamado cu?ado Poussin. El aut¨¦ntico paisaje, sin historias en primer plano, lleg¨® a Roma con la siguiente generaci¨®n, con el holand¨¦s Gaspar van Wittel y se afianz¨® con el vedutista Giovanni Panini, mientras que el ¨¦xito real de los pintores de esta generaci¨®n se produjo un siglo despu¨¦s, cuando los viajeros del grand tour encontraron en los paisajes ideales de Claudio el modelo visual para construir el paisaje ingl¨¦s. Pero esa ser¨ªa ya otra exposici¨®n.
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