Cuando Par¨ªs no era una Fiesta
Por debajo del Pont Neuf de Par¨ªs, donde el Sena discurre pl¨¢cido, Jean-Paul Cl¨¦bert, un joven de 25 a?os, sin oficio ni beneficio, se adentra en una ciudad que a¨²n se lame las heridas tras la invasi¨®n nazi y la II Guerra Mundial. Era 1950 y las ruinas f¨ªsicas sepultaban "la humillaci¨®n m¨¢s amarga de toda la historia francesa". En la Francia donde pocos a?os antes las mujeres hab¨ªan conquistado su derecho al voto y una joven Simone de Beauvoir hab¨ªa dado voz a El segundo sexo, el Par¨ªs liberado se convirti¨® en el destino favorito de escritores como Ernest Hemingway o John Steinbeck. Sylvia Beach, la propietaria de la c¨¦lebre librer¨ªa Shakespeare and Co, hab¨ªa sobrevivido a los campos de concentraci¨®n alemanes y su local era de nuevo el centro de reuni¨®n de intelectuales. Picasso, Cocteau y ?luard volvieron con renovadas fuerzas y Sartre se convirti¨® en el fil¨®sofo del existencialismo. "Par¨ªs, a?o cero", iluminaba de nuevo al mundo.
"No escrib¨ª un reportaje ni una novela, era yo redescubriendo sus calles, su vida, despu¨¦s de la ocupaci¨®n nazi"
"Es una ciudad reservada para los iniciados y los poetas en la que es imposible morir de sue?o"
Los vagabundos de aquel Par¨ªs no eran unos parias, unos excluidos de la sociedad como los de hoy"
Para entonces, Jean-Paul Cl¨¦bert (Par¨ªs, 1926), enrolado desde los 16 a?os en la Resistencia, se enfrentaba, una vez acabada la guerra, a una existencia sin emoci¨®n. Deb¨ªa reinventarse. En un corto periodo de tiempo ejerci¨® innumerables oficios: pintor de barcos en Cherburgo, criado en un castillo, vendedor ambulante de peri¨®dicos... Culo de mal asiento, de todo se hart¨®. Con el petate al hombro volvi¨® al lugar de sus mejores recuerdos. En el arranque de su viaje por un Par¨ªs ins¨®lito escrib¨ªa en trozos de papel sus visiones de una ciudad ahora desconocida, un puzzle de sensaciones, observaciones, un fresco ins¨®lito. Dos de sus amigos, el fot¨®grafo que inmortaliz¨® el beso m¨¢s famoso de la historia, Robert Doisneau, y el escritor y librero Robert Giraud, descubrieron aquel tesoro y as¨ª surgi¨® la cr¨®nica del mundo de los clochards escrita por uno de los suyos, el poeta-vagabundo Jean-Paul Cl¨¦bert.
El libro, editado por Deno?l, la casa de Curzio Malaparte, Blaise Cendrars y Malcolm Lowry, y dedicado a sus dos compa?eros de deriva (Doisneau y Giraud), fue publicado por primera vez en 1952. Tuvo un ¨¦xito fulminante; tras sesenta a?os ha sido reeditado en Francia, y ahora llega a Espa?a ilustrado con las fotograf¨ªas de Patrice Molinard (editorial Seix Barral).
Cl¨¦bert es hoy un encantador anciano de 85 a?os, retirado en el sur de Francia desde 1956, en un pueblo del macizo de Luberon, en la Provenza, muy cerca del Mont Sainte-Victoire que pint¨® tantas veces C¨¦zanne. Al otro lado del tel¨¦fono, su voz suena d¨¦bil. "Vivo perdido en una monta?a, en una casa aislada", dice mientras recuerda c¨®mo surgi¨® el libro de sus vagabundeos bohemios. "No escrib¨ª un reportaje ni una novela, era yo en las calles de Par¨ªs redescubriendo la ciudad despu¨¦s de la ocupaci¨®n nazi. En los a?os cincuenta se sal¨ªa a duras penas de la guerra, era un Par¨ªs oculto que yo hab¨ªa aprendido a conocer en la clandestinidad, y eso me permiti¨® descubrir lugares incre¨ªbles donde viv¨ªan los desfavorecidos".
El libro no describe Par¨ªs limpio y bello, sino sucio, s¨®rdido, lleno de prostitutas y vagabundos. Es la cara oculta, el reverso de una ciudad misteriosa, desconocida. Un mapa de los barrios bajos, de tugurios, el reflejo de un "conocimiento de Par¨ªs que adquir¨ª a trav¨¦s de las mujeres y de uno de los contados oficios a los que me dediqu¨¦", asegura Cl¨¦bert. Entre esos trabajos, quiz¨¢ el m¨¢s hilarante fuera el de medidor de pisos. S¨ª, han le¨ªdo bien, un nuevo oficio de posguerra para otorgar a los planos perdidos de las viviendas sus medidas reales. Con ¨¦l descubri¨® criaderos de champi?ones, habitaciones miserables, serpientes como mascotas, pero "lo que llamaba mi atenci¨®n de mir¨®n no eran tanto las casas como los habitantes, tipos extravagantes, curiosos, inesperados...".
"Empec¨¦ a sumergirme en la literatura cuando la ocupaci¨®n", recuerda Cl¨¦bert, "y cuando lleg¨® la liberaci¨®n recobr¨¦ la libertad y me zambull¨ª en la escritura, en las calles de Par¨ªs que conoc¨ªa muy bien porque hab¨ªa estado all¨ª durante la Resistencia. Fui correo, serv¨ª de enlace entre unos y otros. Llevaba mensajes a los suburbios desde Par¨ªs, y as¨ª descubr¨ª calles, peque?os rincones que normalmente nadie atravesaba. Me apasion¨¦ por aquella ciudad y cuando todo acab¨® me encontr¨¦ sin nada, con las manos en los bolsillos, y quise escribir sobre una ciudad que se transformaba r¨¢pidamente. Quer¨ªa recordar los peque?os bistrots miserables, los barrios de Par¨ªs en los que a¨²n hab¨ªa vacas. Fue una etapa feliz".
En su 'Par¨ªs ins¨®lito' (editorial Seix Barral), el escritor vagabundo describe la vida en el Marais, el barrio jud¨ªo -"Cada vez que me aventuro por all¨ª lamento no hablar yidish"-, y en Les Halles, el mercado central desaparecido, donde hoy se alza el moderno Centro Pompidou. "Am¨¦n de las ollas populares, de los comedores de beneficencia, de los hospitales, de los albergues, cada barrio de Par¨ªs oculta, para quien sabe dar con ellas, diversas y suficientes tascas donde puede uno darse un atrac¨®n por menos de cien francos". Cuenta Cl¨¦bert en esta "novela aleatoria" c¨®mo aunque los parisienses aman su ciudad, no la conocen porque la verdadera vida est¨¢ vedada al p¨²blico, "reservada para los iniciados, para los contad¨ªsimos poetas, para los numeros¨ªsimos vagabundos". En el libro se toman caldos ("mis padres eran de ascendencia campesina, y eso fue lo que me infundi¨® el amor apasionado y el gran respeto a la sopa"), alg¨²n buen entrecot, se bebe mucho Beaujolais y se visitan bistrots con encanto, pero sin agua corriente. En uno de ellos, en Saint-Germain-des-Pr¨¦s, encontr¨® al que ser¨ªa su amigo, Robert Giraud, el periodista librero; "compart¨ªamos el gusto por los personajes pintorescos", dice.
Par¨ªs es una ciudad literaria y no hay nada m¨¢s novelesco que el hambre y el fr¨ªo. Cl¨¦bert traza un retrato neorrealista y tras su vigilia de doscientas noches con sus d¨ªas, el poeta vagabundo concluye con un axioma: "Par¨ªs es inagotable. Tras recorrerlo en todas direcciones, sentirlo por sus poros y sus v¨ªsceras, solo es posible conocer su exterior, su rostro de diario".
Habla de Par¨ªs como el para¨ªso de los clochards, donde es imposible "morir de sue?o". Describe refugios, toperas, cuchitriles para dormir y amar. "Antes de la guerra exist¨ªa en el barrio de Saint-Paul, en la Rue de Fourcy, el m¨¢s sorprendente de los lugares p¨²blicos, un burdel para vagabundos", o el de Maubert en el distrito 5?, en el coraz¨®n del Barrio Latino, en la orilla izquierda del Sena, "el feudo indiscutible de los diez mil sin techo de Par¨ªs". Fue en uno de estos lugares, una antigua casa de prostitutas que frecuentaba el pintor Toulouse Lautrec, donde encontr¨® al fot¨®grafo Patrice Molinard, el autor de las 115 fotograf¨ªas que ilustran Par¨ªs ins¨®lito.
Cuando su experimento acab¨®, Cl¨¦bert vivi¨® algunos a?os m¨¢s en Par¨ªs. Intim¨® con los surrealistas, frecuent¨® los caf¨¦s de Saint-Germain-des-Pr¨¦s, se hart¨® y se refugi¨® en la Provenza. Recuerda a sus amigos los clochards y los compara con los actuales. "Ellos no eran unos parias, unos excluidos como los de hoy".

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