El Tea Party asume un papel central
La ultraderecha en el Congreso ha demostrado que puede paralizar la pol¨ªtica
Aunque su fanatismo les impide ver por el momento la dimensi¨®n de su ¨¦xito, esta crisis sobre la elevaci¨®n del l¨ªmite de deuda de Estados Unidos ha certificado el papel dominante que el Tea Party ha alcanzado en la pol¨ªtica norteamericana. Es dif¨ªcil imaginar que, sin su presencia, este pa¨ªs hubiera decidido el mayor recorte del d¨¦ficit p¨²blico en 15 a?os y lo hubiera hecho sin un solo c¨¦ntimo de aumento de impuestos.
El Tea Party es una fuerza tan heterodoxa que ellos mismos no est¨¢n hoy celebrando ese ¨¦xito. De hecho, una de sus mayores representantes en el Congreso, la candidata presidencial Michele Bachmann, ha anunciado su voto en contra del acuerdo firmado por Barack Obama y los l¨ªderes parlamentarios, del que dice que convierte a EE UU en una dictadura. Lo mismo har¨¢n, probablemente, cerca de un centenar de otros miembros de la C¨¢mara de Representantes afines a ese movimiento, convencidos de que hasta que no se consigue todo no se consigue nada. Todo incluye la aprobaci¨®n de una enmienda constitucional para prohibir los presupuestos con d¨¦ficit, uno de los 10 mandamientos de su catecismo particular.
Es una fuerza tan heterodoxa que ni son conscientes de su gran ¨¦xito
Pero otras fuerzas conservadoras m¨¢s tradicionales, como el diario The Wall Street Journal, han destacado el protagonismo del Tea Party y atribuyen a la vitalidad y empuje de ese sector el m¨¦rito de haber implicado al pa¨ªs en la lucha contra la deuda, venciendo la resistencia de los dem¨®cratas. Curiosamente, tambi¨¦n la izquierda, en una exhibici¨®n de victimismo, considera el acuerdo alcanzado el domingo por la noche una rendici¨®n ante el Tea Party.
Cualquiera que sea el enfoque ideol¨®gico con que se juzgue, los t¨¦rminos del compromiso para evitar la suspensi¨®n de pagos est¨¢n m¨¢s cerca de la filosof¨ªa del Tea Party que de una Administraci¨®n dem¨®crata que ha abogado por los sacrificios compartidos y por reducir las ventajas fiscales de los m¨¢s ricos.
Eso no es la consecuencia de una mayor convicci¨®n en sus principios, sino el resultado de la voluntad popular expresada en las elecciones parlamentarias de noviembre de 2010. Cuando los norteamericanos decidieron en esa fecha dividir las responsabilidades de Gobierno entre los dos partidos y dejar la C¨¢mara de Representantes en manos de un grupo de radicales que promet¨ªan limpiar Washington, ya se pod¨ªa anticipar lo que ahora ha sucedido. La Constituci¨®n estadounidense otorga poderes similares a ambas c¨¢maras del Congreso, excepto en pol¨ªtica exterior, y est¨¢ dise?ada para impedir que un solo partido abuse de su mayor¨ªa. Algunos de los que critican ahora a Obama por su entreguismo, olvidan que el presidente carece de los votos suficientes para sacar adelante su programa en el Capitolio.
Es cierto que la influencia alcanzada por el Tea Party probablemente excede al n¨²mero de votos que obtuvieron, pero eso, en ¨²ltima instancia, es un problema interno del Partido Republicano, que los acept¨® en sus candidaturas y los estimul¨® en m¨¢s de una desproporcionada campa?a de desprestigio de Obama.
La realidad, como se ha demostrado en esta crisis, es que el Tea Party est¨¢ ah¨ª con la voluntad de hacer historia. Sus miembros no est¨¢n pensando, como los pol¨ªticos al uso, en la reelecci¨®n o en escalar posiciones dentro del partido. Muchos de ellos duermen en sus oficinas del Capitolio y est¨¢n consagrados a su causa con una disciplina sacerdotal. En una de las negociaciones de este largo fin de semana, cuando el presidente de la C¨¢mara de Representantes, John Boehner, llam¨® a negociar a los miembros del Tea Party de Carolina del Sur, estos le contestaron que era mejor orar que hablar y, efectivamente, se retiraron a una sesi¨®n de rezo colectivo. Con esa voluntad y esas extravagancias habr¨¢ que seguir contando en el futuro. La crisis sobre la deuda ha sido la primera vez que un grupo extremista de legisladores toma al Gobierno como reh¨¦n para promover su agenda pol¨ªtica, pero puede no ser la ¨²ltima.
Habr¨¢ muchas ocasiones a¨²n antes de las elecciones de noviembre de 2012 en que va a ser necesaria la negociaci¨®n con el Congreso y en que la actividad de la Administraci¨®n puede verse paralizada por el obstruccionismo del Tea Party. Por ejemplo, en septiembre habr¨¢ que aprobar una extensi¨®n del presupuesto actual mientras se negocia el pr¨®ximo. ?Lo va a aceptar el Tea Party? ?Qu¨¦ va a exigir a cambio?
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