Borges en el coraz¨®n
Lo que sigue es la reproducci¨®n del relato que escrib¨ª de mi ¨²nica entrevista con Borges, que ten¨ªa entonces 62 a?os (y su madre, de 85), que llevamos a cabo en un hotel de Nueva York (creo que era el Algonquin, en la Calle 44 Oeste) y se public¨® en The New York Times el 31 de enero de 1962. En aquella ¨¦poca, yo ten¨ªa 30 a?os y era redactor del Times; aquel d¨ªa mi redactor jefe me orden¨® que fuera a entrevistar a Borges, cuya obra conoc¨ªa por supuesto; me sent¨ª ligeramente nervioso ante la perspectiva de conocer a la gran figura literaria en persona.
Nos encontramos en el vest¨ªbulo del hotel, a la hora acordada, y, aunque yo sab¨ªa que era ciego, lo primero que me impresion¨® fue su aparente estado de alerta, la impresi¨®n que daba de enterarse de todo, sentado muy recto en una silla tapizada de respaldo alto, desde donde parec¨ªa observar las idas y venidas de docenas de hu¨¦spedes que recorr¨ªan el ruidoso vest¨ªbulo. Junto a ¨¦l se sentaba su madre, que, a pesar de tener 85 a?os, no aparentaba m¨¢s de 60 y que, podr¨ªa a?adir, era de una belleza asombrosa para tener cualquier edad. Pens¨¦ que no pod¨ªa haber sido m¨¢s bella ni cuando ten¨ªa 25 a?os; porque, a los 85, irradiaba una vitalidad y una energ¨ªa intemporales, y la suave piel de su rostro era la de una mujer bien conservada que (no me cab¨ªa la menor duda) deb¨ªa de dedicarse a diario a mantener su atractivo; seguro que pasaba horas delante de un espejo con el fin de satisfacer su deseo de representar la perfecci¨®n para todas las personas con las que se encontrase. Durante la entrevista que hice a su hijo, no pude evitar mirarla mientras nos escuchaba y, a veces, introduc¨ªa alguna palabra para subrayar lo que estaba diciendo ¨¦l.
Lo primero que me impresion¨® fue su aparente estado de alerta, sentado muy recto en una silla tapizada de respaldo alto
Junto a ¨¦l se sentaba su madre, que, a pesar de tener 85 a?os, no aparentaba m¨¢s de 60 y que era de una belleza asombrosa
La entrevista no dur¨® m¨¢s de media hora; he aqu¨ª, reproducido, el art¨ªculo que escrib¨ª en aquella memorable ocasi¨®n, en 1962, cuando conoc¨ª a Borges y a su inolvidable madre.
Como su padre y su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo, Jorge Luis Borges se ha quedado poco a poco ciego. Pero hasta la ceguera, dice, tiene ventajas.
"Antes, el mundo exterior interfer¨ªa demasiado", me dec¨ªa este intelectual argentino de 62 a?os ayer en Nueva York. "Ahora, todo el mundo est¨¢ en mi interior. Y veo mejor, porque puedo ver todas las cosas que sue?o. Fue una ceguera gradual, nada tr¨¢gica", continu¨®. "Si uno se queda ciego de pronto, el mundo se le hace a?icos. Pero si primero pasa por un crep¨²sculo, el tiempo fluye de manera diferente. No es preciso hacer nada. Uno puede quedarse sentado. Las personas ciegas tienen mucha dulzura. Las sordas, en cambio, no. Las personas sordas son muy impacientes. A veces, la gente se r¨ªe de los sordos. Nadie se r¨ªe de un ciego".
"El jueves", dijo el doctor Borges, "doy una conferencia en... ?En? ?C¨®mo se llama ese sitio?".
"Yale", dijo su madre.
"Eso es, Yale", sigui¨® ¨¦l. "Voy a hablar sobre William Henry Hudson, un escritor ingl¨¦s nacido en Argentina. Y el 6 de febrero, estar¨¦ en Harvard. El 12 de febrero, en la Universidad de Columbia. Y el 14 de febrero, en Princeton. Hablar¨¦ de cl¨¢sicos argentinos como el magn¨ªfico poema Mart¨ªn Fierro, que trata de un gaucho y fue escrito en 1872 por Hern¨¢ndez. El gaucho es un personaje realista pero poco rom¨¢ntico; tambi¨¦n presentar¨¦ al otro gran poeta argentino, Lugones, que tradujo a Homero al espa?ol".
Durante toda su gira de conferencias, el doctor Borges contar¨¢ con la ayuda de una memoria extraordinaria, casi absoluta -otra consecuencia de la ceguera-, y de su madre, que, a sus 85 a?os, parece tan din¨¢mica y se conserva tan bien como una de esas atractivas mujeres de 60 a?os dadas al narcisismo, algo que no parece ser el caso de la se?ora Borges. La madre de Borges, como su hijo, pas¨® la mayor parte de sus a?os prerrevolucionarios en Buenos Aires luchando contra Juan Per¨®n, y en una ocasi¨®n pas¨® una semana en la c¨¢rcel por participar en una manifestaci¨®n contra ¨¦l.
"Los escritores sufrieron mucho con el dictador", asegura el doctor Borges, aunque igual de mala era la situaci¨®n en Argentina hace 30 a?os, "cuando nos le¨ªamos las obras y nos lav¨¢bamos la ropa unos a otros". Pero hoy los escritores han progresado, y en especial ¨¦l. Es autor de 30 libros de ensayo, poes¨ªa y relato, y su primera recopilaci¨®n traducida al ingl¨¦s saldr¨¢ publicada esta primavera en New Directions, bajo el t¨ªtulo Labyrinth.
"No creo que Per¨®n supiera que hab¨ªa literatura en su pa¨ªs", opina el doctor Borges. "Nos puso todos los obst¨¢culos posibles, pero lo que m¨¢s le importaba, en realidad, era agitar a todo el mundo en contra de Estados Unidos y mandar a la gente a la c¨¢rcel".
Aunque el doctor Borges no puede adivinar las consecuencias a largo plazo de la ¨²ltima reuni¨®n de la Organizaci¨®n de Estados Americanos en Punta del Este, Uruguay, dice que, "por desgracia", Fidel Castro parece afianzado, y "los comunistas son muy listos".
"Los estadounidenses son siempre unos incomprendidos", a?ade. "Si dan dinero, la gente piensa que es un soborno. Si no lo dan...", reflexiona, "quiz¨¢ sea mejor".
La madre del doctor Borges mir¨® su reloj y le record¨® que ten¨ªan una cita en otro lugar unos minutos despu¨¦s. Me puse de pie, les di la mano a los dos y les agradec¨ª que me hubieran dedicado su tiempo. Volv¨ª corriendo al edificio de The New York Times, que estaba a solo dos manzanas, con la esperanza de escribir algo que hiciera justicia al rato que hab¨ªa pasado con aquel extraordinario hombre de letras y su madre. Tambi¨¦n pens¨¦ en lo que hab¨ªa dicho sobre las personas ciegas, sobre todo esta frase inolvidable: "Ahora, todo el mundo est¨¢ en mi interior... Y veo mejor, porque puedo ver todas las cosas que sue?o".
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932) ha publicado recientemente en Espa?a Honrar¨¢s a tu padre (traducci¨®n de Patricia Torres Londo?o. Alfaguara. Madrid, 2011. 640 p¨¢ginas. 21.50 euros) y el a?o pasado Retratos y encuentros (Alfaguara) y La mujer de tu pr¨®jimo (Debate).
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