Gestionar bien en tiempos de ajuste
La buena gesti¨®n pasa por asignar los recursos teniendo presentes costes y beneficios. Y da igual que nos refiramos a la esfera privada e individual o a la colectiva y p¨²blica. La l¨®gica debe ser la misma. Lo que cambia es que, en el primer caso, los costes y beneficios relevantes son los privados; en el segundo deben ser los sociales. Por eso, el gestor p¨²blico, cuando toma una decisi¨®n, est¨¢ obligado a tener en cuenta cosas como sus efectos sobre la distribuci¨®n de la renta, el paisaje, la contaminaci¨®n, o la igualdad de acceso a los bienes y servicios p¨²blicos.
En la esfera privada, la inmensa mayor¨ªa de las personas suelen reflexionar mucho cuando se enfrentan a una compra o inversi¨®n de importe significativo (un piso, un coche, una lavadora o un billete de avi¨®n). Incluso dicen que existen economistas profesionales que, a semejanza del protagonista de la novela Murder at the margin, el profesor Spearman, someten a escrutinio la asignaci¨®n de todos y cada uno de sus c¨¦ntimos.
Llama la atenci¨®n la liberalidad con la que se asignan recursos p¨²blicos, a todos los niveles
Que el Ayuntamiento m¨¢s endeudado optase a acoger la Copa Davis no parece muy sensato
En contraste, llama la atenci¨®n la liberalidad con la que se asignan recursos p¨²blicos, a todos los niveles. Todos conocemos obras y servicios que absorben recursos para los que existir¨ªan, sin duda, mejores alternativas. Trenes de alta velocidad, ciudades de la cultura, paseos fluviales... por no hablar de autov¨ªas o puertos. La realidad es que es excepcional que se aplique la misma l¨®gica del espacio privado de toma de decisiones al p¨²blico. Lo malo y censurable es que se podr¨ªa hacer. Porque existen herramientas para ello.
En concreto, la t¨¦cnica del an¨¢lisis coste-beneficio (ACB) es el principal instrumento utilizado en el examen de la eficiencia del gasto p¨²blico. En esencia, se trata de determinar los costes y beneficios generados por un determinado programa de gasto y compararlos entre s¨ª. El an¨¢lisis puede efectuarse antes o despu¨¦s de la ejecuci¨®n del proyecto. Un ACB realizado ex-ante permite guiar las decisiones p¨²blicas. La evaluaci¨®n ex-post cuenta con la ventaja de que se puede trabajar con datos reales y no previsiones; y permite determinar la eficiencia del gasto ejecutado y mejorar las estimaciones ex-ante de proyectos futuros. El ACB tiene un campo de aplicaci¨®n amplio y puede aplicarse tanto a los proyectos de inversi¨®n como a programas de gasto de naturaleza fundamentalmente corriente.
Por supuesto, realizar un ACB tiene su coste y, por ello, no tiene sentido aplicarlo a proyectos de importe muy bajo. Pero s¨ª a aquellos que movilizan cientos de miles o millones de euros. Las administraciones p¨²blicas deber¨ªan establecer umbrales a partir de los cuales la realizaci¨®n de informes independientes de rentabilidad social neta de los proyectos fuese preceptiva. Nos ayudar¨ªa enormemente a gestionar mejor, sobre todo en tiempo de m¨¢xima austeridad, y a objetivar el debate p¨²blico.
Por ello es una buena noticia que el anteproyecto de la ley industrial de Galicia establezca la obligatoriedad de someter a evaluaci¨®n econ¨®mica los proyectos que se apoyan. Ojal¨¢ que en su tramitaci¨®n y posterior aplicaci¨®n esta idea no se quede descafeinada y que, adem¨¢s, la ley entre pronto en vigor (cada vez queda menos legislatura por delante).
En sentido contrario, llama la atenci¨®n la candidatura de Santiago de Compostela para la semifinal de la Copa Davis. Con un Ayuntamiento que lidera la clasificaci¨®n gallega en deuda bancaria por habitante, con un supuesto agujero que supera los 15 millones y que ha llevado al nuevo alcalde a hablar literalmente de bancarrota, no parece muy sensato meterse voluntariamente en la organizaci¨®n de un evento que va a costar varios millones de euros sin tener bien cuantificados los beneficios econ¨®micos para la ciudad (tangibles e intangibles) y los propios retornos fiscales. Porque puede ocurrir y de hecho suele ocurrir que un evento de estas caracter¨ªsticas sea bueno para la econom¨ªa local pero malo para las arcas municipales. En definitiva, la buena gesti¨®n en tiempos de austeridad exige hacer muchos n¨²meros antes de lanzarse a nuevos proyectos o seguir apoyando otros heredados.
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