Un mundo sin maquillaje
Con Houellebecq uno ya sabe que habr¨¢ costras levantadas y que alguien, un misterioso y muy elegante narrador, meter¨¢ la nariz en la realidad de forma inc¨®moda, escalpelo en mano, y que al revelarnos su versi¨®n, su desnuda puesta en escena sin maquillajes ni concesiones, acabar¨¢ tarde o temprano por salpicarnos de algo que puede ser f¨¦tido, proveniente de los m¨¢s complejos charcos de lo humano, o su contrario: de las refinadas galer¨ªas parisinas de arte, de sus fr¨ªvolos y galantes vernissages en donde Jed Martin, el protagonista de esta grandiosa novela (Premio Goncourt 2010), realiza su ascendente carrera art¨ªstica, desde su primera muestra, llamada por ¨¦l Homenaje al trabajo humano, hasta su consagraci¨®n y llegada a la cima del mercado del arte, haciendo "una descripci¨®n objetiva del mundo", o aquello que la cr¨ªtica dio en juzgar "una reflexi¨®n fr¨ªa, distanciada, sobre el estado del mundo".
El mapa y el territorio
Michel Houellebecq
Traducci¨®n de Encarna Castej¨®n
Anagrama. Barcelona, 2011
384 p¨¢ginas. 21,90 euros
A la venta el 1 de septiembre
?De d¨®nde proviene Jed Martin? De un medio aburguesado y culto, aunque algo triste. Su padre, exitoso arquitecto, fue una figura distante y r¨ªgida. La madre se suicid¨® cuando ¨¦l ten¨ªa siete a?os. De ah¨ª su necesidad de suplir carencias desde joven con la lectura de Plat¨®n, Esquilo, S¨®focles, Racine, Moli¨¨re, Hugo... Su primer amor, Genevi¨¨ve, fue una escort. "A decir verdad, las relaciones humanas no son gran cosa", piensa, cenando en Navidad con su padre anciano, solos, sin mucho que contarse y mirando el reloj.
A medida que avanza la vida de Jed, en una narraci¨®n sobria en la que aparece como personaje importante el propio escritor Michel Houellebecq y su amigo Fr¨¦deric Beigbeder ("una especie de Sartre de la d¨¦cada de 2010"), se habla de la relaci¨®n del hombre con el trabajo y la productividad, y en general sobre los oficios de toda ¨ªndole, tema de los cuadros m¨¢s famosos de Jed: Bill Gates y Steve Jobs conversando sobre el futuro de la inform¨¢tica, o Aim¨¦e, escort-girl, o Damien Hirst y Jeff Koons reparti¨¦ndose el mercado del arte. Se habla sobre la vida y las ocupaciones, y por supuesto sobre arte: "La cuesti¨®n de la belleza es secundaria en la pintura", afirma el narrador; sobre los cambios de estilo, alguien dice: "Las m¨¢s favorecidas son las artes pl¨¢sticas. En literatura, en m¨²sica, es totalmente imposible cambiar de rumbo, te linchar¨ªan, te lo aseguro. Por otro lado, si haces siempre lo mismo te acusan de repetirte y de estar en declive".
La vida europea de hoy y de un futuro no muy lejano es expuesta y analizada con cierta melancol¨ªa: las costumbres veraniegas, los vuelos low cost, la soledad y el tedio, la filosof¨ªa gastron¨®mica de los restaurantes de moda, la capacidad matem¨¢tica de los cerdos, las relaciones del arte con la prensa y el papel de esta en la formaci¨®n del gusto popular (incluyendo una parodia del cr¨ªtico literario de Le Monde, Patrick K¨¦chichian), las aguas minerales noruegas o la solitaria condici¨®n del artista, "alguien sometido. Sometido a mensajes misteriosos, imprevisibles", que cada tanto debe exponer, salir a la luz p¨²blica, "menos para recibir su juicio que para tranquilizarte sobre la existencia de ese trabajo e incluso sobre tu existencia propia, la individualidad es apenas una ficci¨®n breve dentro de una especie social".
Houellebecq, calificado de mis¨®gino, racista y de hacer apolog¨ªa del turismo sexual por tratarlo desde personajes fr¨ªos o acr¨ªticos (en libros como Plataforma o La posibilidad de una isla), muy pronto saca su armamento. Hablando de la seducci¨®n, le hace decir a su narrador: "Las mujeres de carnes exageradas s¨®lo interesaban ya a algunos africanos y algunos perversos". Marylin, la jefa de prensa de la galer¨ªa, que seg¨²n el narrador viste con prendas que le dan "un falso aspecto de lesbiana intelectual", exclama al regresar de sus vacaciones en Jamaica: "He follado superbi¨¦n". El propio Houellebecq personaje informa de que desde abril a fines de agosto, cada a?o, se va a Tailandia, ¨¦poca en que los burdeles funcionan a medio gas, pero "las prestaciones siguen siendo excelentes o muy buenas".
En la tercera parte ocurre un hecho ins¨®lito que le da un vuelco a la historia, convirti¨¦ndola adem¨¢s en un apasionante thriller. Una peripecia descomunal y aterradora que podr¨ªa lesionar cualquier otro libro por exceso de carga explosiva, pero no este, pues la verdad es que Houellebecq, ya es hora de decirlo, es de lejos el mejor escritor franc¨¦s de hoy (seguido por Jean Echenoz, Virginie Despentes y Pierre Michon) y uno de los tres o cuatro mejores de Europa (?Mar¨ªas, Amis, Vila-Matas?), y esta novela, El mapa y el territorio, uno de los libros m¨¢s complejos, ricos, estimulantes y totalizadores de los ¨²ltimos tiempos, dentro de una est¨¦tica nihilista que emparenta a Houellebecq con los grandes heterodoxos franceses, y que lo proyecta hacia el futuro, interrogando el porvenir de un modo l¨²cido y avasallador.
No est¨¢ de m¨¢s se?alar que este libro, uno de los m¨¢s vendidos en 2010 en idioma franc¨¦s, ya se acercaba a los 300.000 ejemplares antes de recibir el Premio Goncourt, lo que ilustra c¨®mo en Francia los escritores de literatura pura y dura, los verdaderos artistas (en el sentido houellebecquiano, los que est¨¢n sometidos a una necesidad creadora) siguen siendo le¨ªdos masivamente y por momentos llegan a ser a¨²n m¨¢s populares que los autores de entretenimiento, algo que hoy es una rareza en nuestro mundo hispano, donde el golpe de Estado a las letras ya est¨¢ consumado. H¨¦las! Sea muy bienvenida esta novela, cuya traducci¨®n merece tambi¨¦n un brindis.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.