Una isla para Kant
La rusa Kaliningrado fue antes la alemana K?nigsberg en la que naci¨® el fil¨®sofo. La ciudad recuerda su esplendor pasado en un submarino sovi¨¦tico y en su hist¨®rica industria del ¨¢mbar
Una visita a la ciudad de Kaliningrado tiene algo de proustiano: se la recorre en busca del tiempo perdido. Cuando esta urbe, otrora una de las m¨¢s poderosas del centro de Europa, se llamaba todav¨ªa K?nigsberg (www.konigsberg.ru). Cuando era el lugar de residencia del gran maestre de la Orden Teut¨®nica, que la fund¨® en el siglo XIII. Cuando era la capital opulenta donde se coronaban los reyes de Prusia: fue alemana durante siete siglos antes de pasar a manos sovi¨¦ticas tras la II Guerra Mundial. ?Qu¨¦ queda del esplendor pasado en esta ciudad que, al llegar, empieza por decepcionar con su aspecto gris de pueblucho provinciano ruso (por no decir sovi¨¦tico)? Intentemos revivir los fastos de ayer en este sitio que hoy tiene una particularidad curiosa: es, con sus alrededores, el ¨²ltimo gran enclave de Europa. A orillas del B¨¢ltico, 15.000 kil¨®metros cuadrados de tierra rusa cercada por territorios comunitarios (Polonia y Lituania). Una ciudad a la que se puede volar con una escala, desde Madrid o Barcelona, con la compa?¨ªa letona low cost Air Baltic o con la polaca Lot. Se necesita para ello el visado ruso (www.centraldevisadosrusos.com).
10.00 Vuelta al pasado
Empecemos por un salto al pasado. Instalado en la Puerta de Friedland, uno de los sitios mejor conservados de la muralla que anta?o proteg¨ªa la ciudad, el Museo Municipal (1) es un buen lugar para retroceder en el tiempo: un montaje digital a base de fotos y viejas pel¨ªculas revive la K?nigsberg boyante y bulliciosa de hace un siglo, con sus comercios pr¨®speros, el ir y venir de sus barcos y de sus primeros coches.
11.00 Homenaje al hijo ilustre
Ya es hora de rendir homenaje al m¨¢s famoso de los hijos de la ciudad: Emmanuel Kant, que aqu¨ª naci¨®, estudi¨® y ense?¨® antes de convertirse en rector de la Universidad. Al ilustre fil¨®sofo alem¨¢n, la ciudad tiene dedicada en su centro una isla, peque?o remanso de paz sin tr¨¢fico, lleno de praderas y flores, entre dos brazos del r¨ªo Pregolya. La isla de Kant est¨¢ dominada por la imponente silueta de la catedral (2), del siglo XIV, hoy patrimonio mundial de la Unesco. Construida enteramente con ladrillos rojos, es tal vez -aunque haya sido totalmente rehabilitada en los a?os noventa- el reflejo m¨¢s fiel del pasado germ¨¢nico de la ciudad. En el interior, un museo reproduce pinturas antiguas que muestran una K?nigsberg con aspecto opulento de ciudad hanse¨¢tica. M¨¢s que a Cristo, la catedral parece consagrada a Kant, con un amplio muestrario centrado en el fil¨®sofo: retratos, peque?as estatuas, ediciones hist¨®ricas de sus libros en m¨²ltiples idiomas, m¨¢scara mortuoria... Fuera del edificio, su tumba parece una romer¨ªa laica y es costumbre que los reci¨¦n casados vengan a depositar flores.
Desde la isla se puede tambi¨¦n contemplar, a cada lado del r¨ªo, dos construcciones que, con un siglo de distancia, simbolizan las dos etapas m¨¢s dispares de la ciudad: de un lado, la antigua Bolsa - C, un elegante edificio renacentista de 1870, con sus 2.000 pilares de madera tra¨ªda de Siberia. Y del otro lado, una enorme y horrorosa mole de cemento: construida sobre el sitio de un antiguo castillo, estaba destinada a convertirse en sede de los S¨®viets. Empezada en 1970, fue abandonada tras 15 a?os de construcci¨®n por problemas de cimentaci¨®n.
12.30 A bordo de un submarino
El pasado de la ciudad como centro portuario lo refleja el Museo del Mundo del Oc¨¦ano (4), concentrado en su mayor parte en cuatro embarcaciones ancladas en el puerto. Entre ellas, un submarino que ofrece la poco habitual oportunidad de pasear por sus claustrof¨®bicos pasillos, en medio del denso enredo de cables, manecillas, indicadores y br¨²julas que tapizan sus paredes. Incluso se puede observar la orilla desde su periscopio.
14.00 En territorio teut¨®n
Tras esta escapada fluvial, el viajero merece un descanso nutritivo. Por ejemplo, en el restaurante Solnechny Kamen (5) (Vasilievskogo, 3), que tiene la doble ventaja de mantenernos en el ambiente mar¨ªtimo, ya que est¨¢ especializado en marisco, y de situarse justo al lado de nuestra pr¨®xima etapa. Aqu¨ª, lo visual se a?ade a lo gustativo: a la barroca decoraci¨®n de inspiraci¨®n teutona de su comedor principal se unen los atuendos de ¨¦poca de su personal.
15.00 La magia del ¨¢mbar
Desde la terraza del restaurante se puede contemplar la cercana torre Dohna (6), antiguo basti¨®n de la muralla de la ciudad que alberga hoy el museo dedicado a lo que fue una de las grandes fuentes hist¨®ricas de ingresos de K?nigsberg: el ¨¢mbar, el "oro alem¨¢n", como se lleg¨® a llamar en la ¨¦poca germana de la ciudad (aunque con los rusos, Kaliningrado sigue siendo hoy un gran productor mundial). Recuerda la historia de la State Amber Manufactory, creada aqu¨ª en 1926 y que daba empleo a 2.650 trabajadores, con representaciones en Par¨ªs, Nueva York o Viena, donde sus joyas adornaban el cuello o el brazo de las m¨¢s elegantes.
17.00 Presente de contrastes
Volvamos ahora al presente paseando por el siempre atestado centro neur¨¢lgico de la Kaliningrado de hoy: la c¨¦ntrica plaza Pobedy (7), que parece resumir todos los contrastes de la ciudad. Aqu¨ª, una iglesia ortodoxa coexiste con un monumento sovi¨¦tico a los muertos de la II Guerra Mundial, un hotel de lujo con un centro comercial donde Zara se anuncia con un gran letrero. Tranv¨ªas y trolebuses vetustos ralentizan para dejar pasar los coches de lujo de los nuevos ricos rusos.
18.30 Los ricos de siempre
Bajar precisamente desde la plaza Pobedy por la Mira Prospekt, con una incursi¨®n en el adyacente parque Kalinin, el mayor espacio verde del centro, nos lleva a los barrios residenciales del oeste de la ciudad, en torno a la calle Kutuzova (8). Aqu¨ª parece que nada ha cambiado. Es la parte chic de Kaliningrado, con sus apacibles y arboladas avenidas bordeadas de amplios chal¨¦s de estilo modernista, donde abundan los Mercedes y los BMW. M¨¢s all¨¢ de las grandes convulsiones que ha vivido la ciudad, esta zona simboliza una peculiar continuidad: a los ricos alemanes les sucedieron los mandamases sovi¨¦ticos, y despu¨¦s, los millonarios rusos.
De vuelta hacia el centro, el visitante podr¨¢ terminar su periplo con una cena en el Universal (9) (Prospekt Mira, 43), restaurante y cafeter¨ªa donde se cita lo m¨¢s granado de los j¨®venes modernos de la ciudad. Por fin, al hotel: el Dona (10) (www.hoteldona.ru) y el nuevo Radisson (11) (www.radisson.ru/hotel-kaliningrad) son recomendables. Algo menos lujoso, pero muy bien situado, es el Moskva (12) (www.hotelmoskva.info), en un bonito edificio de 1930.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.