?Horror fr¨ªo? No, horror grotesco
En la estrat¨¦gica, sofisticada y abrumadora campa?a de promoci¨®n con la que Pedro Almod¨®var arropa cada una de sus pretendidamente trascendentes pel¨ªculas, desde que surge el proyecto hasta su estreno comercial, sin prisas y sin pausas, administrando implacablemente el tipo de publicidad que necesita en cada momento su mimada criatura, aseguraba el autor, los allegados que hab¨ªan le¨ªdo el guion, e incluso el protagonista Antonio Banderas que La piel que habito se adentraba en territorios abisales habitados por un horror fr¨ªo, cruzaba peligrosas fronteras de dif¨ªcil retorno, estaba concebida desde el v¨¦rtigo, iba a ser la pel¨ªcula m¨¢s oscura, obsesiva, arriesgada, densa y subversiva que ha rodado nunca. La tem¨¢tica del espanto siempre goza inicialmente de prestigio art¨ªstico e intelectual, puede suponer un impagable adorno en el florido curr¨ªculo del autor y demostrar que adem¨¢s de conocer el secreto para hacer re¨ªr a los espectadores o remover sus sentimientos, tambi¨¦n posee la capacidad para aterrarlos con historias y personajes que abordan los territorios m¨¢s sombr¨ªos y perturbados del cerebro. O sea, faltaba en su hipercuidada filmograf¨ªa una de terror. No terror al uso, por supuesto, el que apela groseramente al susto f¨¢cil y se vuelca en el efectismo, sino miedo con el sello del Arte, con may¨²sculas. David Lynch se mueve como un inquietante bailar¨ªn de danza experimental en esas tinieblas. O si hay que buscar referencias m¨¢s antiguas, queda muy bien que Almod¨®var cite como modelo en la rueda de prensa de Cannes que la inspiraci¨®n de La piel que habito es el lirismo tenebroso y la enfermiza y subyugante atm¨®sfera que chorreaba aquella inclasificable obra maestra de Georges Franju titulada Los ojos sin rostro. Igualmente, existen pocos directores tan venerados en el cine actual como Michael Haneke, permanente retratista del mal sin aspavientos, de tarados y s¨¢dicos, adultos, juveniles e infantiles, que perpetran sin el menor sentido de culpa atrocidades gratuitas. Otorga mucho lustre el tratamiento de la perversi¨®n. Es una moda muy conveniente y a largo plazo.
LA PIEL QUE HABITO
Direcci¨®n: Pedro Almod¨®var.
Int¨¦rpretes: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet, Blanca Su¨¢rez, Roberto ?lamo.
G¨¦nero: horror. Espa?a, 2011.
Duraci¨®n: 117 minutos.
Impone a Banderas el hieratismo, ni gestos ni manifestar emociones
Qu¨¦ pesados los que se han propuesto ejercer todo el rato de creadores
La tem¨¢tica del espanto siempre goza de prestigio art¨ªstico
Existe algo pat¨¦tico en provocar risa con situaciones que quieren ser tr¨¢gicas
Los personajes tenebrosos, a los que ha pillado tanta afici¨®n ¨²ltimamente el cine de Almod¨®var, no me resultan particularmente estimulantes. Recuerdo con m¨¢s desidia que temblores al retorcido transexual que seduce a todo cristo y transmisor del sida a una monjita que interpreta el nada cre¨ªble Toni Cant¨® en Todo sobre mi madre; tambi¨¦n al artero millonario (encarnado sin aparente esfuerzo por Jos¨¦ Luis G¨®mez) de Los abrazos rotos, y a los curas violadores y brutales y el travesti asesino de La mala educaci¨®n. Pero en La piel que habito la inmersi¨®n en la sicopat¨ªa es absoluta.
Y en mi caso, los resultados de ese buceo pavoroso que se ha propuesto el autor me resultan m¨¢s c¨®micos que tr¨¢gicos, desprovistos de la m¨ªnima sombra de perturbaci¨®n. Existe algo profundamente pat¨¦tico en provocar la risa con situaciones, di¨¢logos y personajes que pretenden ser tr¨¢gicos, complejos, torturados y feroces. Aunque el que no se consuela ante los grotescos desvar¨ªos de su director amado es porque no quiere. En el estreno de esta pel¨ªcula en el festival de Cannes, se escuchaban risas en esos momentos doloridos supuestamente trascendentes. Posteriormente, esos admiradores tan intuitivos atribu¨ªan esas risas a la mezcla de surrealismo, comicidad y drama que constituye el fascinante universo de Almod¨®var. Yo me atrever¨ªa a jurar que en esta ocasi¨®n el asunto pretende exclusivamente ir en serio, desprender horror, claustrofobia y suspense, pero involuntariamente eso se transforma en comedia bufa.
No he tenido oportunidad de revisar esta pel¨ªcula desde que la padec¨ª hace varios meses en la ¨²ltima edici¨®n de Cannes. Recurro por ello a la hastiada memoria. Y no existe una sola imagen que se haya incrustado agradecidamente en ella. Almod¨®var utiliza inicialmente la idea y el planteamiento de la novela de Thierry Jonquet Tar¨¢ntula, pero su identificable personalidad se mueve por libre al poco tiempo. Y con resultados ca¨®ticos. Describe la venganza de un cirujano pl¨¢stico contra alguien que le priv¨® de lo que m¨¢s amaba. Imag¨ªnense lo que le pueden ayudar sus conocimientos profesionales para consumar su odio. El tipo va de rarito, de verdugo al que no se le altera nunca el gesto, la voz ni el sentimiento aunque est¨¦ ejecutando salvajadas. Pero cuando conozcan a la madre y al hermanastro brasile?o, el galeno zumbado hasta les parecer¨¢ normal. Los disparates se acumulan. Y el ¨¦nfasis expresivo. Y la vana pretensi¨®n de contagiar al espectador un espanto que solo existe en las intenciones de su creador.
Impone a Banderas el hieratismo, no hacer el m¨ªnimo gesto ni manifestar emociones, una mezcla de lo que pretend¨ªan lograr con sus actores y actrices Jean Pierre Melville y Robert Bresson. En el caso de los maestros franceses, esa impuesta sobriedad expresiva serv¨ªa para algo frecuentemente fascinante. La tantas veces atractiva actriz Elena Anaya aqu¨ª utiliza sobre todo la expresi¨®n corporal en su acorralado personaje.
Vi con fastidio esta pel¨ªcula, pero al recordarla todav¨ªa es peor. Y me ocurre lo mismo con las ¨²ltimas obras de este hombre, con las relamidas, enf¨¢ticas, hinchadas, seudoart¨ªsticas, in¨²tilmente retorcidas y cansinas Hable con ella, La mala educaci¨®n y Los abrazos rotos. El desgarro, la gracia, el talento y la frescura de Volver, aut¨¦ntica tragicomedia, alcanza el valor de un irrecuperable oasis. El artista internacional debe de estar convencido de que la comedia ya no le sirve para demostrar su inabarcable genio, la profundidad de su pensamiento, la belleza de su estilo, la complejidad de su universo. Qu¨¦ pesados los que se han propuesto ejercer todo el rato de creadores, empe?ados en que se note en cada plano y en cada di¨¢logo, vender sin tregua una imagen impostada.
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