Peligro rosa en baile gris
Sin pies ni cabeza (pensante), resumido como una estrategia de puro marketing comercial y con socorridos gui?os, la mayor¨ªa de ellos ajenos al ejercicio profesional m¨¢s respetable de la danza, la obra sobre Cayetana Alba es un inaceptable camelo de lugares comunes, insustancialidad y mal gusto.
Cecilia G¨®mez tuvo como principal desempe?o en su carrera ser bailarina del cuerpo de baile de Sara Baras (a quien imita obcecadamente zapato por el zapato). No es una primera bailarina; su baile carece de fuste, garra y temple, se hace repetitivo y el ¨²ltimo cuadro, largo como un d¨ªa sin pan (ni agua) es injustificado, err¨¢tico en la concepci¨®n y en la cursiler¨ªa llevada a unos niveles de sonrojo.
CAYETANA SU PASI?N
Coreograf¨ªa y direcci¨®n Cecilia G¨®mez, coreograf¨ªas. Antonio Canales, Juan de Juan y Pol Vaquero; vestuario: Victorio & Lucchino, Justo Algaba y Gonz¨¢lez; m¨²sica: David Cerraduela; luces: N. Fischtel. Teatros del Canal. Hasta el 18 de septiembre.
Hubo desaguisados t¨¦cnicos, errores con el sonido y el manejo escenogr¨¢fico, un topicazo tras otro con la osad¨ªa de quien da carnaza de prensa rosa, de quien levanta un monumento funerario antes de que se muera el rey (como en los tiempos de los Austrias), porque sobre un gui¨®n temerario y oportunista, sin ning¨²n criterio de estilizaci¨®n o progresi¨®n dram¨¢tica, los cuadros se suceden en aleatoria b¨²squeda el efecto f¨¢cil. Y con el cuadro de la tauromaquia, se llega a un repertorio de lugares comunes m¨¢s de postal para turistas que de p¨¢gina del Coss¨ªo.
Se salva el vestuario, y a veces por los pelos (un vestido rojo como cortina estilo remordimiento era dram¨¢tico), habida cuenta de que est¨¢ en manos de tres firmas solventes. De una parte, Victorio & Lucchino, notables modistas sevillanos, y de otra Justo Algaba (en la ropa de torear) y Gonz¨¢lez (el maestro del traje teatral masculino de danza espa?ola). Han hecho lo que se les ha pedido, y su profesionalidad est¨¢ fuera de toda duda, otra cosa es que tan detallistas ropajes sirvan a tal desprop¨®sito. Este tambi¨¦n es el caso de los m¨²sicos, que cumplen con su papel de manera eficiente, pero donde no hay trazas de hondura, de verdad teatral.
La solista se suelta la melena (literalmente) al final y saca un vestido que quiere remedar el del cuadro de Goya. Otro error. M¨¢s bien se acerca a un traje nupcial (lo que a¨²n es peor). Si ya esta obra fue un sonoro fracaso en su preestreno comercial en el Teatro Coliseo, ?qu¨¦ sentido tiene que abra entre oropeles y grandes anuncios publicitarios la temporada del un teatro p¨²blico y que permanezca en cartel la friolera de tres semanas?
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