La biblioteca del Nautilus
Jos¨¦-Carlos Mainer (Zaragoza, 1944) no volver¨¢ a coger el tranv¨ªa para subir al campus. Le ha llegado la jubilaci¨®n. Naci¨®, se cri¨® y madur¨® en la calle de los Predicadores. En 1982 cuando ocup¨® la c¨¢tedra de Historia de la Literatura en la Universidad de Zaragoza cambi¨® de rumbo y se instal¨® en el paseo de la Constituci¨®n. "La calle", presume, "con mejor vegetaci¨®n de esta ciudad amarilla". El escritor y prestigioso cr¨ªtico literario es el director del importante y reciente proyecto Historia de la literatura espa?ola (Cr¨ªtica), en nuevo vol¨²menes. Mainer se declara totalmente urbano y no le molesta el tr¨¢fico. Dispone de dobles ventanas y gran facilidad para abstraerse.
"Despachos de Jos¨¦-Carlos y de Lola", se lee en un papel pegado en la vidriera de la entrada y escrito por su nieta, que puso nombre a todas las habitaciones. Una puerta corredera separa su despacho del de su mujer, Mar¨ªa Dolores Albiac, en un piso que es una infinita biblioteca (de las tres que posee, una por cada casa, aunque en la de Ans¨® "solo" tenga unos cuatro mil vol¨²menes). Su despacho est¨¢ reservado, casi en exclusiva, a la literatura espa?ola del siglo XX, hasta 1939. Desde un ¨®leo pintado por Baqu¨¦ Xim¨¦nez, su padre vigila cuanto escribe. Se informatiz¨® relativamente tarde, pero para las notas sigue utilizando rollers baratos. Sobre la mesa, llena a rebosar, dos fotos enmarcadas. En una se le ve acompa?ado de sus dos mejores amigos, Guillermo Fat¨¢s y Jes¨²s Delgado, los tres con birrete. En la otra sonr¨ªe, traviesamente, su nieta. Nada hay que pueda distraerle de la pantalla del Mac, salvo quiz¨¢ tres marionetas, una turca, otra rumana y otra tailandesa. "Comprar objetos populares es una marca de mi generaci¨®n". Su forma de trabajar es "intensa pero discontinua". Va de un lado para otro de la casa, se sienta con un libro en un sill¨®n, pone m¨²sica. Casi siempre cl¨¢sica y a veces Astor Piazzolla. A las nueve, hora de cenar, da por finalizada la jornada. Por la noche ve alguna pel¨ªcula y contin¨²a leyendo, pero, por norma, nada que tenga que ver con el trabajo. Su fetichismo no va m¨¢s all¨¢ de la galaxia Gutenberg. Rastrea de arriba abajo el despacho y tiene que salir al pasillo para encontrar alg¨²n objeto por el que sienta un apego especial, como los "correos de Euclides" que le envi¨® Max Aub desde M¨¦xico, en los que el escritor exiliado daba rienda suelta a su sentido del humor y a su pasi¨®n tipogr¨¢fica. Cerca de su malet¨ªn de profesor anda el libro en el que un ilustre mont¨®n de amigos y admiradores le rinden homenaje en su 65 cumplea?os: Para Mainer (La Veleta). Y lleva un barco de tres palos en la cubierta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.