Biarritz, diccionario de uso
De 'sagarra' a 'rouleaux' pasando por 'kanougas', palabras para una jornada completa en la ilustre villa atl¨¢ntica. De su antiguo mercado a sus nuevos museos junto al mar
Mendia, larran, sagarra, en el diccionario de euskera que reparten para el turista, casi un tercio de las palabras son de dominancia verde: monte, campo, manzana. Consolidado el azul del mar con la ampliaci¨®n del Museo del Mar - y el nuevo edificio de la Cit¨¦ de l'Oc¨¦an et du Surf, Biarritz apuesta por mantener su atractivo m¨¢s all¨¢ del verano. Sobrada de rojo y blanco, ni hablar del azul, la ciudad desempolva sus colores m¨¢s naturales en el antiguo mercado, donde bares y puestos abiertos incluso en domingo han reflotado el ambiente m¨¢s popular. Biarritz no es solo olas y talasoterapia. Por algo Oteiza plant¨® en la villa su escultura Homenaje al caser¨ªo vasco, como alarma frente al mar que m¨¢s se alejaba de la monta?a.
8.00 Tortilla o 'foie-gras'
Ch¨¦jov cifraba en cinco platos sus copiosos desayunos en Biarritz; igualar el tentempi¨¦ del cuentista ruso es posible en la barra del L'Amuse-Gueule dentro del mercado (1) (Rue des Halles). All¨ª se preparan tapas, pinchos de tortilla, incluso huevos con jam¨®n, mientras se venden las primeras hortalizas y pescados. Con la frontera a un paso, es f¨¢cil huir del cruas¨¢n y continuar por los alrededores en el m¨ªtico Bar Jean para ver c¨®mo Francia imita a Espa?a en tapas y verm¨²s o en Le Comptoir du Foie Gras, una antigua tienda de ultramarinos reconvertida en bar con toneles en un esquinazo donde se concentra la people. Dentro del mercado, conviene hacer hueco en la cesta para delicias locales como los pimientos de Ezpeleta o las mermeladas de cereza negra de Itsasu, junto a las ostras Gillardeau, el pollo de Bresse y las fresas Mara des Bois, tres razones por las que uno desear¨ªa ser franc¨¦s de por vida.
9:00 Arquitectura delirante
Biarritz tiene una visita arquitect¨®nica digna de un cap¨ªtulo para el Aprendiendo de Las Vegas (el manifiesto posmoderno de Venturi, Scott Brown e Izenour). Cualquier calle nos llevar¨¢ a un ch?teau; cruzaremos villas Tudor, chal¨¦s neonormandos, p¨¦rgolas y belvederes art nouveau junto a estilos indianos y reinterpretaciones del lorio, la espaciosa entrada de la granja labortana. Para nuestro glosario, los adjetivos que ofrecen las gu¨ªas sobre esta arquitectura: ¨¦clectique, h¨¦t¨¦roclite, d¨¦lirante. Desde el mirador, Plateau de l'Atalaye (2), se contempla el fest¨ªn de cornisas, reflejo de la barra libre comedida que ha sido el urbanismo de la antigua villa ballenera. Destacan el hotel Le Goeland (Plateau de l'Atalaye, 12; www.villagoeland-biarritz.com) con su piedra de Bidache como plastilina austera, y la Maison Larralde - (3) (Rue Gard¨¨res, 5) con su porche loggia. No se puede olvidar la Capilla Imperial (4) (Rue Pellot), dedicada a la virgen de Guadalupe, de estilo neobizantino, y la misteriosa Villa Belza (5) (junto al Puerto Viejo), un castillo colgado del rompeolas.
11.30 Con E de Eugenia
La estrella de las edificaciones, el H?tel du Palais (6) (Avenue de l'Imp¨¦ratrice, 1; www.hotel-du-palais.com; la doble, a partir de 300 euros), el palacio que en 1854 Napole¨®n III construy¨® en forma de E para Eugenia de Montijo, acaba de estrenar el galard¨®n Palace que distingue a los mejores hoteles de cinco estrellas (solo hay ocho en Francia). Destino de todas las coronas, sus salas congregan hoy una aristocracia en chanclas. Biarritz se enorgullece de ser un anti Saint Tropez sin yates ni limusinas donde la burgues¨ªa pasea a pie su discreto encanto. Sin estar alojados, se puede tomar un caf¨¦ por 4,50 euros y mirar de refil¨®n los salones que han sido testigos de los flirteos de Stravinski con el viento o los desamores de Bismarck.
13.00 La mejor mesa seg¨²n Ducasse
Hora de comer en Francia. Si seguimos en Le Palais, su restaurante La Rotonde es la mejor mesa de Francia seg¨²n Alain Ducasse. Su men¨² a 60 euros sirve bajo campana excelencias como la trucha de Banka o el pato de Challans mimados por Jean-Marie Gautier. M¨¢s recogido, el Villa Eug¨¦nie, con estrella Michelin y mismo chef, ofrece un men¨² emperatriz por el doble (reservas en el 00 33 0 559 41 64 00). Del mismo palacio sali¨® una de las tres hermanas que pilotan Ahizpak (7) (Avenue Verdun, 13; 00 33 0 559 22 09 26), agradable bistrot donde se proh¨ªbe el congelador y se reinventa el producto vasco en un men¨² de 11 euros. En Le Bistrot des Halles (8) (Rue Centre, 1; 00 33 0 559 24 21 22), precios razonables, buenos chipirones, mejor cassoulet.
14.30 Surferos y pescadores
Digesti¨®n junto al mar de la mano de Nabokov, que en este malec¨®n escrib¨ªa "la brisa os salar¨¢ los labios". Los paseantes que recorran la costa ver¨¢n dos palabras: rouleaux, las olas sim¨¦tricas que han sido im¨¢n de los surfistas convirtiendo la reina de las playas en la rep¨²blica de los neoprenos, y crampottes, las antiguas caba?as de los pescadores reconvertidas en restaurantes. Adem¨¢s de a la Roca de la Virgen (9), a la que se llega por una pasarela eiffeliana sobre las aguas. En el interior, calles comerciales como Cl¨¦menceau y Mazagran. Un buen regalo, una caja de bombones kanougas en Paries (10) (Place Bellevue, 1), nombre que alude a una ciudad rusa elegida al azar y que concentra lo mejor del chocolate vasco, "el mejor del mundo" para Philippe Starck.
16.30 Un edificio en forma de ola
El Museo del Mar (11) (Plateau de l'Atalaye; www.museedelamer.com) llega hasta el Caribe con el estreno de 50 estanques dedicados a la corriente del Golfo y sus estrellas: cuatro tiburones martillo. La entrada de 16 euros incluye autob¨²s y visita a la nueva Cit¨¦ de l'Oc¨¦an et du Surf (12) (Avenue de la Plage, 1; www.citedelocean.com), el edificio de Steven Holl que es una ola m¨¢s en la playa de Ilbarritz. Dentro, un restaurante como un batiscafo de cristal y actividades para hacer surf interactivo o sentirse Jon¨¢s. No lejos, el lago Mouriscot (13), un refugio alejado del turismo y lleno de verdes donde el ¨²nico surf posible es el de la rana dalmatina sobre nen¨²far a la deriva. Entre su festival de trinos, Alfonso XIII se prometi¨® con Victoria Eugenia y Jean Cocteau lo eleg¨ªa para huir del mar. Las gaviotas usan su agua dulce como tocador para sus plumas, y lo habitan jabal¨ªes, corzos y otras especies esquivas de la humanidad.
19.00 Fest¨ªn de pich¨®n y verdes
Hora del ap¨¦ro (aperitivo), cita en Les 100 Marches (14), un chiringuito con tapas y reggae colgado sobre la playa de la C?te des Basques, ideal para despedir el d¨ªa asomados a las mismas olas por donde entr¨® el surf en Europa en 1957. Para cenar, L'Atelier (15) (Rue de la Bergerie, 18; www.latelierbiarritz.com; 00 33 0 559 22 09 37; 60 euros), dirigido por una pareja de Aveyron con cocina bien concreta de m¨¢ximo tres sabores y cercan¨ªas: el pich¨®n hace solo 30 kil¨®metros hasta el plato. M¨¢s en las afueras, en la carretera a Arbonne, Campagne et Gourmandises (16) (Alan Seeger, 52; www.campagneetgourmandise.com; 00 33 0 559 41 10 11), excelente granja labortana con men¨² de 50 euros para darse un fest¨ªn de todos los verdes. Como broche, la noche biarrote tiene fama de sorprendente: Le Caveau (17) (Rue Gambetta, 4) y Le Carr¨¦ Coast (18) (Avenue Edouard VII, 21) son dos sitios para terminarla tarde y bien, como le gustaba hacer a Man Ray cuando vino por aqu¨ª a filmar Emak bakia, ¨²ltima entrada de nuestro diccionario en vasco: "D¨¦jame en paz".
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