?Debate ideol¨®gico y legitimador?
Con car¨¢cter general, ser¨ªa deseable que los impuestos fuesen equitativos, incluso beligerantes a la hora de reequilibrar las situaciones desiguales de las personas en las econom¨ªas de mercado, y en esto todos estar¨ªamos de acuerdo de forma un¨¢nime, incluyendo, como nos vienen demostrando, algunos de los llamados ricos, colectivo que ser¨ªa oportuno determinar. De hecho, todo el desarrollo de la llamada sociedad del bienestar se ha cimentado en la creencia de que los impuestos personales, renta, patrimonio y sucesiones, estaban llamados no solo a recaudar para financiar el gasto p¨²blico, sino a redistribuir las rentas y riquezas asim¨¦tricamente situadas.
Los a?os sesenta del siglo pasado acu?aron un paradigma de la fiscalidad en la que los correspondientes impuestos sobre la renta y la riqueza deb¨ªan jugar un papel determinante en ambos objetivos, acogiendo los pa¨ªses desarrollados de todo el mundo dicho canon de forma universal, desde los iconos de Suecia o Dinamarca, pasando por la propia Alemania, hasta las m¨¢s esc¨¦pticas culturas anglosajonas, como la brit¨¢nica o estadounidense.
La fiscalidad nacional ya no es el ¨²nico instrumento para lograr la redistribuci¨®n de la riqueza
Las modificaciones impositivas requieren un debate serio que no se quede solo en un gesto
Sin embargo, la realidad, siempre persistentemente tozuda, ha venido a demostrar que los impuestos, lejos de ser resortes de contenido moral o ¨¦tico, son herramientas que presentan notables limitaciones tecnol¨®gicas, por no decir tambi¨¦n con fuertes restricciones o imposibilidades ante determinados objetivos, que muy a menudo y con buena voluntad se les quiere asignar.
Las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo pasado y esta primera del XXI han servido para cambiar el paradigma tributario tambi¨¦n de forma generalizada, abandon¨¢ndose las pretendidas panaceas y virtudes de la fiscalidad nacional con objetivos relevantes de redistribuci¨®n de riqueza como ¨²nico instrumento para conseguirlos.
En el caso espa?ol, la transici¨®n democr¨¢tica se hizo de la mano de la reforma tributaria del maestro de economistas Enrique Fuentes Quintana y del ministro Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, de 1977, cogi¨¦ndonos, como viene siendo habitual en nuestra historia, los hechos con cierto retraso respecto de los dem¨¢s, y solo a partir de mediados de los a?os noventa se cambi¨® el modelo de tributaci¨®n espa?ol, aceptando lo que la realidad econ¨®mica nos ven¨ªa diciendo, d¨ªa s¨ª d¨ªa tambi¨¦n, respecto de los impuestos.
El impuesto sobre el patrimonio empez¨® siendo un tributo extraordinario y de car¨¢cter censal, que ten¨ªa por objeto cerrar la informaci¨®n del propio Impuesto sobre la Renta de las Personas F¨ªsicas, tanto las rentas del capital como las plusval¨ªas generadas. Con el tiempo, el tributo perdi¨® sentido, dado que la informaci¨®n para gestionar el IRPF es m¨¢s que suficiente, acudiendo directamente a las propias fuentes del impuesto, y para colmo de males, quiz¨¢ por aquello del familiar pobre, se convirti¨® en un impuesto cedido a las comunidades aut¨®nomas.
Nunca ha sido un tributo relevante en el sistema hacend¨ªstico espa?ol, ni por sus factores de recaudaci¨®n, ni por los de cierre del sistema, ni mucho menos por principios de redistribuci¨®n de la riqueza, y seguramente como consecuencia de todo ello, 2008 asisti¨® a la desaparici¨®n material del tributo por la v¨ªa de la bonificaci¨®n total y de la exenci¨®n de la obligaci¨®n de declarar, que no de la desaparici¨®n del mismo. En todo caso, antes de la alocada carrera por la supresi¨®n de determinadas figuras impositivas de nuestras Administraciones, la realidad era ya que este impuesto ten¨ªa limitado el cumplimiento de sus fines debido al juego de las exenciones a determinados colectivos.
Cualquier soluci¨®n que se arbitre sobre el mismo est¨¢ sometida a fuertes vaivenes de sensibilidad entre la ciudadan¨ªa, ya que repetir el modelo conocido supondr¨ªa pr¨¢cticamente un mill¨®n de declarantes y una recaudaci¨®n por encima de los 2.000 millones de euros, cifra que, tal y como est¨¢ la Bolsa y los bienes inmuebles en la actualidad, habr¨ªa que modificar sensiblemente a la baja.
Alternativamente, un gravamen especial acumulado en la tarifa del IRPF para las rentas altas podr¨ªa estarnos hablando de colectivos de unas 7.000 personas de m¨¢s de 600.000 euros o de unas 80.000 personas si arranc¨¢semos en 150.000 euros de tramos de renta, sea cual sea la soluci¨®n con un resultado ¨²nico: recaudaciones muy poco relevantes respecto al conjunto.
Sin embargo, los tiempos de crisis en que vivimos, tanto nosotros como los dem¨¢s, han escenificado un curioso fen¨®meno de ideologizaci¨®n de la fiscalidad, que hab¨ªa sido abandonado hac¨ªa ya algunas d¨¦cadas en la mayor parte de los contextos comentados. Hace falta, quiz¨¢, incorporar un discurso legitimador del conjunto de esfuerzos que los ciudadanos, familias y sociedad civil en su conjunto est¨¢n teniendo que hacer para enfrentarse a este panorama de dificultad econ¨®mica sin parang¨®n desde hace muchos a?os, y aqu¨ª aquello de que paguen los ricos parece ser un mensaje de lo m¨¢s conveniente y que, en el fondo, traduce una realidad probablemente diferente: todos lo vamos a pagar y lo estamos pagando, y cuando hablamos de todos nos referimos a los comunes mortales y a la generalidad de la poblaci¨®n, y al hablar de los efectos de la crisis tambi¨¦n se est¨¢ hablando de pagar m¨¢s impuestos, sean directos o sobre el consumo.
No obstante, un tema tan importante como las modificaciones impositivas que afectan en la forma y cuant¨ªa en la que los ciudadanos contribuyen con sus impuestos a la caja com¨²n, requiere un debate serio que garantice los resultados deseados y que no se quede ¨²nicamente en un gesto, aunque bienvenidos sean estos y los actos de buena voluntad. Todo puedo ayudar siempre que se enmarque en un contexto coherente.
Valent¨ªn Pich Rosell es presidente del Consejo General de Colegios de Economistas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.