El hombre que dispara literatura
Escribi¨® Mill¨¢s en la primera edici¨®n de la narrativa completa de Gonzalo Su¨¢rez: "... este hombre al que hemos o¨ªdo asegurar que guarda en la rec¨¢mara de su pistola la bala de la literatura como un recurso ¨²ltimo. No es cierto, no la guarda; de hecho lleva dispar¨¢ndose con ella en la boca desde que escribiera el primero de los relatos que componen este necesario volumen". Catorce a?os despu¨¦s, Alfaguara vuelve a editar, con el t¨ªtulo de Las fuentes del Nilo, "este necesario volumen" de la narrativa completa de este asturiano del mundo, que tambi¨¦n hace cine. Adem¨¢s, Seix Barral publica, simult¨¢neamente, la ¨²ltima novela del autor de Doble dos, El s¨ªndrome de albatros.
?Qu¨¦ supone para ¨¦l esta s¨²bita abundancia? "La reedici¨®n de mis primeros relatos, en sincron¨ªa con mi nueva novela, resulta una desconcertante coincidencia. No es habitual que dos editoriales se acuerden simult¨¢neamente de m¨ª y me publiquen el mismo d¨ªa. Estoy agradecido y confuso como si celebraran de golpe diferentes cumplea?os".
La lectura de El s¨ªndrome de albatros convoca la sensaci¨®n de que uno est¨¢ ante un manifiesto de lib¨¦rrima ficci¨®n. Y no. "El s¨ªndrome de albatros no es un manifiesto sino un libro de aventuras que, por cierto, son frecuentemente autobiogr¨¢ficas, aunque no lo parezcan. Las cosas suceden mientras las lees y suced¨ªan mientras las escrib¨ªa. Tambi¨¦n sucedieron, en parte, antes de que el libro se escribiera. O simult¨¢neamente a su escritura, como los asesinatos del puente de Neuilly o el viajero decapitado a 85 kil¨®metros de Winnipeg o la nevada en el planeta Marte. Tanto el caso albatros como el s¨ªndrome Munchausen son casos cl¨ªnicos extra¨ªdos del Harbor Hospital de Torrance. Asimismo, he conocido a la domadora de elefantes y el traslado de Billy, el paquidermo deprimido, al bosque de Stockton tambi¨¦n es un hecho tan real como el del hombre que se jug¨® al p¨®quer a su mujer en su yate y perdi¨® el yate y la mujer...".
Pero "lo importante es que el lector se sienta tan involucrado leyendo como el protagonista al que se le encarga averiguar si uno de los personajes de la ficci¨®n existe en la realidad y acaba top¨¢ndose consigo mismo. Eso me pas¨® a m¨ª durante la escritura y esa es la faceta l¨²dica que el lector est¨¢ invitado a compartir sin perder de vista que el juego es una manera de indagar la vida. Vaya por delante una advertencia: no suelo utilizar la realidad como antifaz de la ficci¨®n sino viceversa".
Se dice en El s¨ªndrome de albatros: "?En qu¨¦ se diferencia un escritor de un jugador? Solo en que el escritor siempre juega con las cartas trucadas. Se las saca de la manga". ?Puede decirse que esa definici¨®n marca su ficci¨®n? "Tendr¨ªa que contestar en presencia de mi abogado, porque todos los escritores somos sospechosos de guardar cartas en la manga y algunos, incluso, de robarlas en mangas ajenas. Desconf¨ªo de los que declaran ser honestos y sinceros. Suelo barajar para dejarle bazas al azar y, llegado el momento, soy el primer sorprendido por la carta que me saco de la manga. As¨ª participo del juego. Siempre me asombro de que el conejo salga de la chistera y me apiado del conejo como si no hubi¨¦ramos salido todos de una chistera. O precisamente por eso".
Los libros que est¨¢n en Las fuentes del Nilo son hijos absolutos de la literatura que Su¨¢rez dispara. Y El s¨ªndrome de albatros conduce a la misma senda. ?Vuelve al origen? "No entiendo bien qu¨¦ entendemos, en literatura, por ficci¨®n y realidad. ?Es menos ficci¨®n Madame Bovary que el Joseph K. de La metamorfosis, por ejemplo? Toda literatura suplanta la realidad durante el acto de la lectura tanto si se refiere a hechos acontecidos o imaginarios... El s¨ªndrome de albatros es la cr¨®nica de un dolor, real o ficticio, que nos persigue y por el que se acaba sintiendo apego porque da un sentido a nuestra vida y resulta incluso divertido tratar de escabullirse sin perderlo de vista. En cuanto a Las fuentes del Nilo, es la g¨¦nesis de una peripecia literaria que comienza con un hombre saliendo de su ata¨²d y huyendo en pijama. ?Intenta regresar a su origen o es el origen el que le persigue y le alcanza? Lo ¨²nico que s¨¦ es que todav¨ªa no ha dejado de correr. A veces me identifico con ¨¦l y con el Cary Grant de Con la muerte en los talones. En otras ocasiones, soy un explorador a quien el bosque no le deja ver el ¨¢rbol. Yo lo llamar¨ªa el s¨ªndrome de Caperucita Roja".
Escribe como si estuviera escuchando. "S¨ª, pero no todo lo que oigo es fiable. A veces me dejo llevar como el albatros tras un barco a la deriva. En otras ocasiones, soy como ese enano del final del libro que, desde lo alto de una monta?a, vigila el entorno para localizar los incendios. Por cierto, lo conozco, se llama Rogelio. Desde arriba, era el enano m¨¢s alto del mundo, hasta que un rayo incendi¨® su puesto de observaci¨®n. Ahora vive en un pueblo que se llama como la monta?a y que, durante la Segunda Guerra Mundial, los aviones alemanes bombardearon por considerarlo un enclave estrat¨¦gico, matando a parte de sus pac¨ªficos habitantes. Ese es el tipo de historia para la que no se necesita o¨ªr voces, la encuentras paseando. Y esa es la raz¨®n por la que, mientras escribo, procuro no perder de vista el entorno. Por si acaso".
Una novela nueva, un volumen de historias. ?Un balance? "Tengo prejuicios. Considero que un ¨¦xito excesivo es una groser¨ªa. Si, adem¨¢s, es ostentoso, es una obscenidad. Soy consciente de que, en este pa¨ªs o en otro cualquiera, si circulas por autopista y no vas por donde la autopista lleva, hay que pagar peaje. No me siento demasiado contento de m¨ª mismo, pero creo haber tenido el ¨¦xito necesario para seguir haciendo libros y pel¨ªculas sin asumir los dict¨¢menes del mercado. A menudo me asalta el temor de haber defraudado las expectativas de editores, productores, amigos, familia y otros c¨®mplices. Quisiera resarcirles. Me gusta gustar a los que me gustan".
Y disparar literatura. Como disparaba desde los tiempos en que tambi¨¦n se llamaba Mart¨ªn Girard.
Las fuentes del Nilo. Gonzalo Su¨¢rez. Alfaguara. Madrid, 2011. 688 p¨¢ginas. 27 euros.
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