El viejo juez

Narrativa. Ya sea por la pulcritud del atuendo, el brillo de los zapatos o el tono apropiado de la corbata. Ya por los bosques de ¨¢rboles que rodean la casa de piedra, por ese jard¨ªn que se cuida con esmero o por los dibujos de las tazas de t¨¦, quien lee El viejo juez se sumerge en la atm¨®sfera inconfundible de una novela muy inglesa. Nada sab¨ªa de Jane Gardam (Coatham, Inglaterra, 1928), autora de m¨¢s de treinta y cinco t¨ªtulos, y si acud¨ª a ella fue por recomendaci¨®n. Hice bien, pues me encontr¨¦ con uno de esos libros que proporcionan un placer que perdura m¨¢s all¨¢ del momento de la lectura. El protagonista de esta historia se llama Filth, un jurista retirado por quien sus colegas sienten un profundo respeto. Filth pertenece a la generaci¨®n de los "hu¨¦rfanos del Imperio". Ni?os nacidos en colonias cuyos padres ingleses (diplom¨¢ticos, comerciantes...) les env¨ªan a estudiar a Inglaterra, no s¨®lo en beneficio de su educaci¨®n sino tambi¨¦n para preservar la idiosincrasia del Imperio Brit¨¢nico. Y Gardam cuenta esa ¨¦poca con la eficiencia inglesa para decir sobre maneras, modales, sentimientos y detalles. Su trama, distribuida en episodios que no guardan orden cronol¨®gico, invoca la infancia, el tiempo joven o el recuerdo de una madurez todav¨ªa alejada de la decr¨¦pita vejez, hasta componer, no s¨®lo un magn¨ªfico retrato de Filth, el anciano juez, sino tambi¨¦n los cambios en el largo recorrido de su existencia. La autora maneja con destreza la mixtura de iron¨ªa, emoci¨®n e ingenio para narrar la a?oranza y el desconcierto de un protagonista que no s¨®lo forcejea con la memoria rasgada de su vida sino con la desaparici¨®n de una manera de estar en el mundo. Gardam es una autora a la que hay que leer porque su escritura cautiva. Y El viejo juez, como el paisaje ingl¨¦s, es una novela extra?amente luminosa.