Casandra vuelve al tajo
Ya estamos todos. Lo noto porque, tras el (relativo) silencio editorial agoste?o, vuelven a brotar como champi?ones las pilas de libros en mi mesa de recepci¨®n. S¨ª: yo tambi¨¦n he sometido mi trabajo a una profunda reestructuraci¨®n, como todo el mundo. Claro que, como soy mi ¨²nico empleado, todav¨ªa no me he despedido (cruzo dedos). Les cuento todo esto porque este verano, mientras elaboraba, como Jay Gatsby, mi lista de objetivos, me he dado cuenta de que mis (improbables) lectores tienen derecho a conocer mi m¨¦todo de trabajo. He dispuesto una enorme mesa en la que desempaqueto y apilo novedades. Las que por alg¨²n motivo me resultan interesantes pasan a una segunda mesa (m¨¢s peque?a) en la que las hojeo con detenimiento; las descartadas (muchas) son encestadas en cajas dispuestas a distancia apropiada (soy tan certero en el lanzamiento como el primer James Bond colgando su sombrero trilby en el perchero -un surrealista s¨ªmbolo sexual- de Miss Moneypenny), y de ah¨ª s¨®lo saldr¨¢n si algo o alguien (incluyendo a los cr¨ªticos) me convence de que merecen otra oportunidad. En la "mesa de hojeo" se genera una ¨²ltima criba que es trasladada a otra mesita que tengo junto a mi sill¨®n de orejas, y en la que deposito los libros que me apetece leer y los que -por contenido o edici¨®n- pueden suscitarme un comentario. De esa pila son expulsados, al cabo de unas treinta p¨¢ginas de lectura, entre un 50% y un 60% (m¨¢s en el caso de las ficciones). Bueno, pues en los primeros d¨ªas de septiembre he recibido tanto -digamos- "producto", que las mesas antedichas amenazan derrumbe. Pobres libreros: ellos no pueden encestar libros como yo, que no tengo que devolver invendidos. Supongo que, tal como va el negocio, a muchos les resultara ir¨®nica la vi?eta 'El valor de la literatura', que public¨® Clarice Lispector (con su seud¨®nimo de Helen Palmer) en el Correio da Manh¨¢ (1960). La he encontrado en su antolog¨ªa period¨ªstica Solo para mujeres (Siruela), y no me resisto a transcrib¨ªrsela (traducci¨®n de Elena Losada): "?rase una vez, no hace mucho tiempo, cuatro hombres que murieron el mismo d¨ªa, en la misma ciudad. El primero era escritor y dej¨® cinco mil d¨®lares; el segundo era librero y dej¨® treinta mil d¨®lares; el tercero era editor y dej¨® quinientos mil d¨®lares; en cuanto al cuarto, sus herederos se repartieron cinco millones de d¨®lares. Era un negociante de papeles viejos". Pues nada, a seguir abriendo paquetes.
Alienaciones
Poni¨¦ndonos rigurosos, el descenso de las ventas no es aqu¨ª m¨¢s llamativo que en otros ¨¢mbitos. En el Reino Unido, donde ya han desaparecido dos de las megalibrer¨ªas (Books etc. y Borders) que tanto contribuyeron a laminar el tejido librero independiente, la megacadena Waterstone's, que, tras una profunda crisis, ha sido adquirida por el inversor ruso Alexander Mamut (hay apellidos que marcan), ha decidido acabar con su tradicional oferta de tres paperbacks al precio de dos. Lo que antes serv¨ªa de est¨ªmulo, ahora resulta disuasorio: el consumidor no desea llevarse a casa tres libros, sino s¨®lo el que quiere, y al precio m¨¢s bajo posible. Por eso la nueva estructura de precios de los paperbacks oscilar¨¢ entre 3, 5 y 7 libras. La competencia de Amazon.com (con su estupendo lector Kindle cada vez m¨¢s barato) hace mucha pupa. Por no mencionar a los piratas, que tambi¨¦n all¨ª proliferan al amparo de la extendida (y letal) ideolog¨ªa del gratis total. Mientras tanto, con el fantasma de "recesi¨®n global inminente" (Christine Lagarde) en el horizonte, proliferan las Casandras. En los blogs librescos de la anglosfera ha sido muy comentado el demoledor diagn¨®stico presentado en el Festival de Edimburgo por el novelista Ewan Morrison. Les resumo sus casandrismos: la revoluci¨®n digital acabar¨¢ con el libro de papel en veinticinco a?os, provocando tambi¨¦n el final de la profesi¨®n de escritor tal como hoy la entendemos. Es cierto que cada vez se consumen m¨¢s libros digitalizados (Amazon, que tambi¨¦n vende ventiladores o friskies, "la comida favorita de los gatos", presume de vender 242 e-books por cada 100 tapaduras), pero los contenidos digitalizados tienden inexorablemente (como ha sucedido con la m¨²sica o las pel¨ªculas) a estimular la pirater¨ªa. La "generaci¨®n Y" -hijos y nietos de los baby boomers que hoy constituyen el principal contingente de la fuerza de trabajo- compra pocos libros porque se ha acostumbrado a conseguirlos por otros medios (y no precisamente en las bibliotecas). En ese escenario, alg¨²n d¨ªa (no lejano) desaparecer¨¢n los escritores profesionales, que no podr¨¢n vivir de su trabajo: los nuevos "libros" del futuro ser¨¢n escritos por equipos o por entusiastas que lo har¨¢n gratis o por poco dinero. El anticipo a cuenta de los derechos -fundamental para los escritores que no venden mucho- est¨¢ llegando a su fin: los editores -siempre seg¨²n Morrison- tienden cada vez m¨¢s a no apostar por los autores, sino a negociar las regal¨ªas de cada libro, sin compromisos ni lealtades. En fin, que no sigo para no amargarles la rentr¨¦e, que bastante tienen con volver al trabajo (hoy bendici¨®n del mercado, ayer b¨ªblica maldici¨®n). Por cierto, si quieren leer una buena (y original) novela sobre el mundo del trabajo (manual), no se pierdan La mano invisible (Seix Barral), de Isaac Rosa (1974), uno de nuestros mejores narradores de menos de cuarenta a?os. Y si no les gustan las novelas, no importa: l¨¦anla de todos modos, aunque sea como actual¨ªsima ilustraci¨®n de lo que Carlos Marx llamaba alienaci¨®n (Entfremdung) en los a¨²n contempor¨¢neos Manuscritos econ¨®mico-filos¨®ficos de 1844 (Alianza: traducci¨®n del honorable Francisco Rubio Llorente).
Baker
Hablando de buenas novelas: les llamo la atenci¨®n sobre House of holes (La casa de los agujeros), de Nicholson Baker, publicada recientemente en EE UU. Su primera novela, La entreplanta, apareci¨® en Espa?a con el logo de Alfaguara (1990), que luego public¨® otras cinco (entre ellas, Checkpoint, una estupenda ficci¨®n pol¨ªtica). El sello de Santillana debi¨® de perder inter¨¦s en el autor (las ventas tampoco ayudaron), por lo que Duomo se hizo hace un a?o con la interesante El ant¨®logo, que pas¨® injustamente sin pena ni gloria. Pero lo cierto es que Baker (1957), que tambi¨¦n es un influyente ensayista, sigue siendo uno de los m¨¢s s¨®lidos escritores de su generaci¨®n. En su ¨²ltima novela, publicada por Simon & Schuster (25 d¨®lares; 14 en e-book), Baker retoma (aunque nunca la dej¨® del todo) la obsesi¨®n er¨®tica que impregnaba novelas como Vox y La Fermata, construyendo su historia en torno a una extra?a realidad alternativa en la que todo el mundo puede realizar sus fantas¨ªas sexuales. Tengo que confesarles que lo he pasado maravillosamente ley¨¦ndola, mientras al otro lado de mi (transitoria) ventana neoyorquina rug¨ªa (pero no tanto) Irene. Si yo fuera un editor interesado en la buena ficci¨®n contempor¨¢nea, pedir¨ªa hoy mismo un ejemplar de lectura.
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