Quemarles el pelo
Empecemos por el principio: me ha sorprendido agradablemente el nuevo plan de empleo de Obama, que es considerablemente m¨¢s audaz y mejor de lo que esperaba. No es ni mucho menos tan audaz como el plan que yo habr¨ªa deseado en un mundo ideal. Pero si realmente se convierte en ley, es probable que reduzca considerablemente el desempleo. Naturalmente, no es probable que se convierta en ley, gracias a la oposici¨®n del Partido Republicano. Tampoco es probable que ocurra ninguna otra cosa que sirva de mucho para ayudar a los 14 millones de estadounidenses en paro. Y eso es una tragedia adem¨¢s de un esc¨¢ndalo.
Antes de pasar al plan de Obama, perm¨ªtanme hablar del otro discurso econ¨®mico importante de la semana, el que ha dado Charles Evans, el presidente de la Reserva Federal de Chicago. Evans ha dicho, sin rodeos, lo que algunos de nosotros llevamos ya a?os esperando o¨ªr de los funcionarios de la Reserva. Como Evans ha se?alado, la Reserva Federal, tanto desde el punto de vista legal como desde el de la responsabilidad social, deber¨ªa tratar de mantener bajos tanto el paro como la inflaci¨®n; y aunque parece probable que la inflaci¨®n se mantenga cerca o por debajo del objetivo de la Reserva de alrededor del 2%, el paro sigue estando por las nubes.
Al presentar algo m¨¢s grande y eficaz de lo esperado, Obama abre el debate sobre el empleo
?Y c¨®mo deber¨ªa estar reaccionando la Reserva Federal? Evans dec¨ªa: "Supongan que la inflaci¨®n estuviese en el 5%, frente a nuestro objetivo del 2%. ?Existe alguna duda de que cualquier gobernador de un banco central que se precie reaccionar¨ªa en¨¦rgicamente para combatir esa alta tasa de inflaci¨®n? No, no la hay. Se comportar¨ªa como si se le estuviese quemando el pelo. Debemos actuar con un ¨ªmpetu similar respecto a la mejora de las condiciones del mercado laboral".
Pero es evidente que a la Reserva Federal no se le est¨¢ quemando el pelo, y que por lo visto la mayor¨ªa de los pol¨ªticos no ven ninguna urgencia en la situaci¨®n. Estos d¨ªas, los mejores de ellos -o en todo caso los hombres y mujeres presuntamente sabios que se supone deben ocuparse del bienestar del pa¨ªs- carecen de toda convicci¨®n, mientras que los peores, representados por gran parte del Partido Republicano, est¨¢n llenos de una intensidad apasionada. As¨ª que se est¨¢ abandonando a los parados.
Bien, respecto al plan de Obama: requiere unos 200.000 millones de d¨®lares en nuevo gasto -gran parte del mismo en cosas que necesitamos en cualquier caso como reparaciones en los colegios, redes de transporte y evitar el despido de profesores- y 240.000 en bajadas de impuestos. Puede que parezca mucho, pero en realidad no lo es. Los persistentes efectos de la crisis inmobiliaria y el exceso de deuda familiar que han dejado los a?os de la burbuja est¨¢n creando un agujero de alrededor de un bill¨®n de d¨®lares al a?o en la econom¨ªa estadounidense, y este plan -que no reportar¨¢ todos sus beneficios en el primer a?o- solamente tapar¨¢ parte del agujero. Y sobre todo, no est¨¢ clara la efectividad que los recortes de impuestos tendr¨¢n a la hora de impulsar el gasto.
Aun as¨ª, el plan es mucho mejor que nada y algunas de sus medidas, que est¨¢n espec¨ªficamente destinadas a incentivar la contrataci¨®n, podr¨ªan generar una cantidad de puestos de trabajo relativamente grande en relaci¨®n con la inversi¨®n. Como he dicho, es mucho m¨¢s ambicioso y mejor de lo que esperaba. Puede que al presidente Obama no se le est¨¦ quemando el pelo, pero sin duda est¨¢ echando humo; est¨¢ claro que comprende lo desesperada que es la situaci¨®n laboral, y eso resulta gratificante.
Pero no es probable que su plan se convierta en ley, gracias a la oposici¨®n republicana. Y merece la pena fijarse en lo mucho que esa oposici¨®n se ha endurecido con el tiempo, a pesar de que la precaria situaci¨®n de los parados ha empeorado.
A principios de 2009, mientras el nuevo Gobierno de Obama intentaba hacer frente a la crisis que hab¨ªa heredado, se escuchaban dos argumentos principales provenientes de los esc¨¦pticos de la derecha. Primero, sosten¨ªan que deb¨ªamos depender de la pol¨ªtica monetaria y no de la fiscal, es decir, que la tarea de combatir el paro deb¨ªa recaer en la Reserva Federal. Segundo, sosten¨ªan que las medidas fiscales deb¨ªan adoptar la forma de bajadas de impuestos en lugar de la de gasto temporal. Ahora, sin embargo, los dirigentes republicanos est¨¢n en contra de los recortes de impuestos, al menos si estos benefician a los estadounidenses con empleo m¨¢s que a la gente rica y las corporaciones.
Y tambi¨¦n est¨¢n en contra de la pol¨ªtica monetaria. En el debate presidencial republicano del mi¨¦rcoles por la noche, Mitt Romney anunciaba que buscar¨ªa un sustituto para Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, esencialmente porque Bernanke ha intentado hacer algo (aunque no lo suficiente) respecto al paro. Y esto convierte a Romney en un moderado para lo que es habitual en el Partido Republicano, puesto que Rick Perry, su principal rival en la carrera para la designaci¨®n del candidato a la presidencia, ha indicado que a Bernanke habr¨ªa que tratarle "con mano muy dura".
As¨ª que, en este momento, los principales republicanos est¨¢n b¨¢sicamente en contra de todo lo que pueda ayudar a los parados. S¨ª, Romney ha presentado un lustroso y elegante "plan de empleo", pero ser¨ªa m¨¢s correcto describirlo como 59 puntos sin ning¨²n contenido (y desde luego, nada que justifique su afirmaci¨®n, rayana en la megaloman¨ªa, de que crear¨ªa no menos de 11 millones de puestos de trabajo en cuatro a?os).
Lo bueno de todo esto es que, al presentar algo m¨¢s grande y audaz de lo esperado, es posible que Obama haya sentado finalmente las bases para un debate pol¨ªtico sobre la creaci¨®n de empleo. Porque, al final, no se har¨¢ nada hasta que el pueblo estadounidense exija medidas.
?New York TimesService. 2011. Traducci¨®n de News Clips.
Paul Krugman es profesor de econom¨ªa en Princeton y premio Nobel 2008.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.