De los cuadernos de Otegi
Estimado Arnaldo: Quiero imaginar que t¨² tambi¨¦n fuiste ni?o. Un ni?o al que Ascensio y Mar¨ªa Dolores, tus padres, contemplaban arrobados. Un ni?o como esos que estos d¨ªas se arraciman en las papeler¨ªas alrededor de lapiceros, cuadernos y borradores. ?Recuerdas, Arnaldo, la ilusi¨®n que nos hac¨ªa el estrenar cuaderno? Al empezarlo, nos esforz¨¢bamos en hacer nuestra mejor letra. Como si fuera a ser nuestro ¨²ltimo y definitivo cuaderno. Luego, la sucesi¨®n de las estaciones y el pasar de las hojas, acababan por afectar a la caligraf¨ªa. Hasta que, aburridos del dichoso cuaderno, termin¨¢bamos por arrancarle algunas de sus todav¨ªa hojas en blanco para perderlo de vista cuanto antes y as¨ª renovar la ilusi¨®n de los principios en un nuevo cuaderno. El vivir es parecido. Comenzamos y acabamos etapas como antes cuadernos. Para poder vivir, siempre estamos volviendo a empezar. Con todo, hay una diferencia. En el vivir, todo lo escrito condiciona lo por escribir. Adem¨¢s, hay hojas que no podemos arrancar y cuadernos que no podemos cerrar. En particular, lo escrito con grafito escarlata. Esta por inventar el borrador para la sangre.
Tengo entendido que el otro d¨ªa escribiste: "Que nadie abandone este camino porque vamos a ganar". Mas adelgacemos el plural. ?Qu¨¦ has ganado t¨², Arnaldo? Desde el 77 hasta este presente: Francia, juicios, c¨¢rcel,... Supongo que para ti ese camino era y es el ¨²nico camino. Como el inflexible trazo de hierro de la L¨ªnea 1 del Metro de Madrid: Sol, Gran V¨ªa, Tribunal,... S¨ª, ya s¨¦ que a los 53 a?os es dif¨ªcil reconocer que tomamos una l¨ªnea equivocada; es m¨¢s f¨¢cil seguir recorriendo estaciones dentro de la misma l¨ªnea que caer en lo errado de la andadura. La humana "disonancia cognitiva". Pero Arnaldo, sabes de la posibilidad de los trasbordos y de que son 12 las l¨ªneas de metro en Madrid. No s¨¦ qu¨¦ pensar¨¢n tus padres, tu mujer y, sobre todo, tus hijos. Supongo que al quererte transferir¨¢n la culpa y la responsabilidad a otros. Todos lo hacemos. Al juzgar a los dem¨¢s siempre ponemos el acento en lo disposicional -son as¨ª, es su naturaleza- y al hacerlo con los propios y con nosotros mismos lo colocamos en lo situacional -las circunstancias, el contexto-: el denominado "error fundamental de atribuci¨®n".
Un d¨ªa, Arnaldo, te acabar¨¢ pasando lo mismo que a I?aki Abaitua, el personaje de Ram¨®n Saizarbitoria en Hamaika pauso (Los pasos incontables): "De vez en cuando, correg¨ªa alguna errata o cambiaba las comas de sitio, una y otra vez, sin darse cuenta de que no sal¨ªa de las mismas palabras de siempre y que hac¨ªa lo poco que hac¨ªa sin ninguna finalidad. Hasta que un d¨ªa, en la playa, vio volar los cuartos de folio como elegantes gaviotas planeando en el aire, y descubri¨® que no le importaba". Ese d¨ªa, Arnaldo, volver¨¢s a comenzar un cuaderno. Esta vez, es de esperar, con grafito negro. Este saludo. Julio.
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