Un inicio, quiz¨¢ un final
?D¨®nde ponemos el foco?, ?en las canciones?, ?en el int¨¦rprete?, ?en el compositor? ?Qu¨¦ pesa m¨¢s?, ?un hit o la voz y estampa de quien lo populariz¨®? ?No debe de dar mucha pereza seguir intentando a los 48 a?os tener tres sencillos cada dos temporadas en tiempos en los que, por a?adidura, las listas ya no significan nada? En cosas similares se pod¨ªa pensar mientras George Michael reinventaba su registro art¨ªstico en el Sant Jordi, al frente de una gran orquesta y envuelto en un espect¨¢culo de corte musical cl¨¢sico, imagen moderadamente sofisticada y repertorio para mayor gloria de su figura. Porque a todas las preguntas anteriores, George Michael quiso responder que a partir de ahora ¨¦l, m¨¢s que nunca, es lo importante.
GEORGE MICHAEL
Palau Sant Jordi
27 de septiembre, 2011
Quiz¨¢ sea esta el alma de su espect¨¢culo, un montaje que no es estrictamente sinf¨®nico, que escapa de la solemne quietud que suele acompa?ar al pop tocado con violines propio de muchos se?ores mayores y se manifiesta por medio de una colecci¨®n de canciones propias arregladas para veladas de lujo junto a unas cuantas versiones que muestran la proximidad entre Bing Crosby, Terence Trent D'Arby, Nina Simone y New Order. Todo cabe, a veces a empujones, en la chistera de un George Michael que, por encima de todo, impuso en el Sant Jordi su voz, que no una interpretaci¨®n en ocasiones por debajo de la altura deseada -acercamientos a Crosby y New Order-. En cualquier caso, George dijo que lo importante, suene lo que suene, es ¨¦l.
El concierto tuvo dos partes. La primera, de poco menos de una hora, pas¨® r¨¢pida, con los espectadores tomando medidas y acomod¨¢ndose a la propuesta del ¨ªdolo, que ya de entrada escatim¨® los ¨¦xitos m¨¢s evidentes ofreciendo tan solo el Kissing a fool. La segunda, m¨¢s larga tanto en minutaje como en la sensaci¨®n que este produc¨ªa, result¨® m¨¢s evitable, hasta el punto de que el momento m¨¢s emotivo vino con el homenaje a Amy Winehouse merced a Love is a losing game. Le falt¨® prudencia a Michael, que si hubiese podado esta parte del repertorio o no hubiese recurrido siempre a rebajar el octanaje r¨ªtmico de los temas, quiz¨¢ habr¨ªa redondeado un espect¨¢culo m¨¢s equilibrado.
Pero, en conjunto, la propuesta result¨® bastante m¨¢s estimulante que la de otros artistas de su generaci¨®n situados en id¨¦ntica tesitura. Michael tiene gusto, clase para dise?ar un bello espect¨¢culo, tino para evitar una sinf¨®nica y tocar con un grupo de rock ampliado por una orquesta e inteligencia para tomar nota de aquellas cosas en las que puede m¨¢s el v¨¦rtigo de la novedad que los resultados cosechados. Por ello, m¨¢s que nunca, tiempo al tiempo. Solo as¨ª sabremos si lo visto en el Sant Jordi fue el inicio de algo o el remate a una carrera.
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