M¨¢s all¨¢ de todo
De entrada, ante el acoplamiento ahora planteado con la estadounidense de origen franc¨¦s Louise Bourgeois (Par¨ªs, 1911-Nueva York, 2010) y el catal¨¢n Antoni T¨¤pies (Barcelona, 1923), se puede conjeturar que resultar¨¢ dif¨ªcilmente superable en esta temporada final -y 25? de su historia- de la galer¨ªa Soledad Lorenzo. Est¨¢ a favor de ambos su respectiva y fecunda vida, pero est¨¢, sobre todo, el peso espec¨ªfico que han alcanzado como figuras imprescindibles en la historia del arte del siglo XX. Por lo dem¨¢s, los grandes artistas concuerdan siempre, al margen de que Bourgeois y T¨¤pies tuvieran un cord¨®n umbilical com¨²n en la cultura francesa, y esta muestra ofrece d¨®nde elegir con garant¨ªas entre su respectiva copiosa obra.
Louise Bourgeois-Antoni T¨¤pies
Rencontre. Galer¨ªa Soledad Lorenzo
Orfila, 5. Madrid
Hasta el 27 de noviembre
Todo esto est¨¢ muy bien y es manifiesto, pero de lo que quiero tratar aqu¨ª es del asombroso resultado de la exposici¨®n, que no s¨®lo ha sido primorosamente seleccionada, sino, todav¨ªa mejor, conjuntada. Porque, en ninguno de los cuatro espacios en los que se segmenta la galer¨ªa, el "reencuentro" o cita entre este par de sobresalientes artistas deja de crear una sensaci¨®n de vertebraci¨®n ¨ªntima, como de toda la vida, entre ellos. A¨²n m¨¢s: sus obras se funden hasta dejar traslucir una atm¨®sfera com¨²n de misterio, sensualidad y refinamiento, todo ello destilado con un toque formalmente punzante y una simbolog¨ªa muy rica y honda. As¨ª uno va atravesando las salas de la exposici¨®n con creciente euforia.
?Hasta qu¨¦ punto este di¨¢logo Bourgeois-T¨¤pies est¨¢ favorecido por ser sus sensibilidades complementarias y serlo porque ninguno de los dos ha abusado de los efectos especiales, las estridencias, los discursos "invasores"? Es verdad que la Bourgeois ¨²ltima, la m¨¢s realzada, propendi¨® a las instalaciones m¨¢s barrocas y a la creaci¨®n de figuras m¨¢s emblem¨¢ticas y monumentalizadas, pero jam¨¢s perdi¨® el sentido intimista, un latido reactivo ante la realidad cotidiana como de "a flor de piel", lo que transformaba hasta sus estallidos de furia en algo sutil e interiorizado. T¨¤pies, por su parte, pintor de una pieza, incluso haciendo escultura con cualquier material o formato, es dif¨ªcil encontrarle un solo momento en que no haya sido ¨¦l mismo y para s¨ª mismo. En este sentido, no hay ni que explicarle y todav¨ªa menos en esta exposici¨®n, que se remata con un cuadro suyo, titulado Esfinx (1989), de 200¡Á300 cent¨ªmetros, entre lo m¨¢s bello de las muchas cosas bellas que ha realizado en su dilatada trayectoria.
?Qu¨¦ m¨¢s se puede decir? Desde luego, mucho m¨¢s. No obstante, lo esencial ya est¨¢ dicho: la conjugaci¨®n entre ambos no s¨®lo funciona, sino que te lleva m¨¢s all¨¢ de lo esperado y esperable. Es un di¨¢logo creador.
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