Hernani, la guerra de unos pocos
Javier Urbistondo sabore¨® el primer trago de su cerveza. Antes de que comenzara a correr por su garganta, el camarero, que no le hab¨ªa quitado la vista de encima desde que cruz¨® la puerta, se apart¨® y Urbistondo descubri¨® en la pared su propia imagen con una diana en la cabeza subrayada con la frase "ladr¨®n de la soberan¨ªa popular". Intent¨® mantener la calma, pag¨® la consumici¨®n y sali¨® como pudo.
Aquel d¨ªa Urbistondo, concejal en el Ayuntamiento de Hernani por el Partido Popular, se equivoc¨® de bar. Amigo del asesinado l¨ªder popular Gregorio Ord¨®?ez, este buzo profesional, de 33 a?os, reci¨¦n llegado al pueblo como cabeza de puente del PP, no sab¨ªa que la calle de Kardaberaz est¨¢ prohibida a los enemigos (m¨¢s o menos conscientes) de Herri Batasuna. Y en Hernani no conviene confundirse de bar o de interlocutor. Incluso es conveniente observar qui¨¦n est¨¢ escuchando antes de hacer alguna observaci¨®n pol¨ªticamente incorrecta. Y hacer pocas preguntas. Mejor, ninguna. No es que haya dos bandos: hay uno, el que apoya a ETA. Y ese bando tiene sus bares, colegios, clubes deportivos, asociaciones culturales y gastron¨®micas; de mujeres y de j¨®venes; de presos y de familiares de presos; grupos de teatro, de baile y de euskera; un sindicato de trabajadores, otro de estudiantes y un ej¨¦rcito; controla una emisora, edita un diario y campa por sus respetos en el instituto. Un mundo impenetrable. Acercarse a ¨¦l como periodista es, como m¨ªnimo, delicado. (...)
Hernani es una plaza fuerte del nacionalismo radical. Es el pueblo m¨¢s grande donde HB es la fuerza m¨¢s votada
Los dos periodistas son testigos de la irrupci¨®n de dos j¨®venes encapuchados que piden apoyo para su lucha
Hernani es una plaza fuerte del nacionalismo vasco radical. Con 18.500 habitantes, es el pueblo m¨¢s grande del Pa¨ªs Vasco en el que HB es la fuerza m¨¢s votada (cerca de un 40% del electorado y el 25% del censo). En Hernani se encuentra la redacci¨®n del diario Egin, la sede de Jarrai y de las Gestoras Proamnist¨ªa y el domicilio de muchos dirigentes de la izquierda abertzale. Caiga quien caiga, los radicales se han propuesto que Hernani no se les escape de las manos como en su d¨ªa hizo Renter¨ªa, otra de las localidades m¨ªticas del abertzalismo cercano a ETA. No perder la calle. Y eso se consigue rellenando a diario todos los huecos de la sociedad, como se abarrotan incansablemente los muros con carteles y pintadas. Y a base de miedo. De miedo por toneladas. (...)
Lo primero que hay que aprender cuando se llega a Hernani es que hay que hablar a media voz. Los hernaniarras confiesan sentir miedo. Unos temen el timbrazo del tel¨¦fono a media noche, el coche con las ruedas pinchadas, la amenaza mientras se pasea con un hijo de la mano, la pintada en la fachada. Los otros, al control de carreteras de la Guardia Civil, a los antidisturbios ataviados de negro de la Ertzaintza, al Estado como ente maligno, y a la tortura. Los unos, a los c¨®cteles m¨®lotov; los otros, a las pelotas de goma. Los unos, a los encapuchados y al impuesto revolucionario encubierto bajo el pretexto de la ayuda a los presos de ETA; los otros, a los fantasmas del pasado. Todos, al paro. As¨ª no se puede vivir. (...)
El reflejo de los tiempos felices de Hernani es un casco viejo peatonal y cuidado cuajado de casas de piedra con escudos her¨¢ldicos; un urbanismo aceptable en el que abundan los bloques de viviendas de clase media que sirven de im¨¢n a matrimonios j¨®venes incapaces de pagar los alquileres de San Sebasti¨¢n, y decenas de bares donde se come y bebe como solo saben hacerlo los vascos. El campo se toca con tender la mano, en el Urumea se vuelve a pescar tras el envenenamiento de la explosi¨®n industrial. Incluso el mar se divisa desde Santa B¨¢rbara. (...)
Dos de la tarde. Un grupo de ni?os juega al f¨²tbol en el front¨®n colindante con el paseo de los Tilos. Su pavimento es un espejo por la lluvia y el muro verde est¨¢ embadurnado de pintadas y carteles de la izquierda abertzale: "Gora ETA, Jo Ta Ke (Dale que te pego, uno de los esl¨®ganes de moda entre los borrokas); Uribe, vas a morir...". -Oye, ?qui¨¦n es Uribe? -Qui¨¦n va a ser, un txakurra (perro), el jefe de los cipayos (nombre despectivo de los miembros de la Ertzaintza) de Hernani. Como le cojan..." (...)
No abundan los turistas en Hernani. Su hotel cerr¨® hace 60 a?os. Por eso, desde el momento en que los dos periodistas llegan al pueblo, se sienten observados. Se conocen sus pasos. Con qui¨¦n y a qu¨¦ hora. Lo cual no quiere decir que el trato general de los habitantes sea descort¨¦s. Es una mezcla de amabilidad, recelo y curiosidad. Cuando el fot¨®grafo hace su primer disparo a una ni?a que curiosea el cartel de una manifa en la plaza Berri, la maquinaria del recelo se pone en marcha.
Todo en Hernani es extremo. La hospitalidad y el agravio. Comer y beber. La verborrea y el hermetismo. Todo est¨¢ politizado y polarizado. Se transmite generaci¨®n tras generaci¨®n y define el modelo de vida, vestimenta, amistades, ocio. Otros muchos elementos separan Hernani de lo que se puede considerar un pueblo como cualquier otro. Desde las sucursales bancarias convertidas en b¨²nkeres sellados con persianas y cierres met¨¢licos, hasta las cabinas y contenedores calcinados, o los bares con cristales blindados. Sin dejar de lado la triste visi¨®n de la Ertzaintza patrullando por la plaza de Cinco Enea con el rostro cubierto, el uniforme negro y la ropa interior ign¨ªfuga como ¨²nico remedio para no morir achicharrados frente a los c¨®cteles m¨®lotov de los borrokas: gasolina, ¨¢cido sulf¨²rico, jab¨®n l¨ªquido (para que el fuego se pegue al cuerpo) y pastillas de potasa mezclados convenientemente en frascos con tapadera de rosca de Kas Fruit. Ning¨²n ertzaina destinado en Hernani ha querido hablar oficialmente para este reportaje. Ninguno pisa el pueblo de paisano. (...)
El pulso de la vida de Hernani se debe tomar en los bares. Acompa?ados por Koro Etxeberr¨ªa, la n¨²mero uno de HB al Ayuntamiento, y por un periodista cercano al sindicato abertzale LAB, los periodistas recorren las tabernas de la calle de Kardaberaz. Son los salvoconductos imprescindibles que les permiten beber sin problemas zuritos de cerveza en el bar de HB (el Jarki), un pub de madera clara y aspecto burgu¨¦s repleto de gente muy joven en el que atruenan los ritmos vascos de moda; comer chipirones en el Iruntxi; pinchos en Txilibita; m¨²sica en directo en La Bodega, y copas en Aker, un coto de los cachorros de Jarrai en la calle de Felipe Sagarna.
Los temibles bares de los abertzales, que algunos vecinos rodean para evitar problemas, son de lo m¨¢s corriente. Se bebe mucho y temprano. Obsesiona el f¨²tbol y mucho menos la pelota. Se come bien y se habla en castellano. Solo difieren de otros establecimientos del Estado en algunos elementos de la decoraci¨®n, como las fotos de los presos etarras nacidos en Hernani; la del general Galindo a trav¨¦s de la mira telesc¨®pica de un rifle, o las pegatinas dedicadas al lazo azul (el Espa?olazo) que "llevan los asesinos". Aunque quiz¨¢ el elemento m¨¢s sorprendente son las huchas de barro omnipresentes en las barras de los locales para obtener fondos. Su color var¨ªa seg¨²n el destino de la colecta: pintada de rojo y con el emblema negro de Gestoras, para los presos; con un arco iris, para la Asamblea de J¨®venes; negra y con una estrella de cinco puntas, para Jarrai; con un cohete pintado y la leyenda Matxinada (Revuelta), para el colectivo de ese nombre dedicado a acciones de sabotaje; blanca, para paralizar las obras (cuando comiencen) del AVE. Cuando el fot¨®grafo las levanta para comprobar cu¨¢l es la que m¨¢s recaudaci¨®n ha obtenido (que resulta ser la de Matxinada) las miradas -siempre las miradas- se vuelven hacia el osado. (...)
Un acto de Gestoras Proamnist¨ªa en el polideportivo es la mejor muestra de la visceralidad de un conflicto que se apropia de la memoria de los muertos y la figura de los presos. El acto es un homenaje a Nabarro, un militante de ETA muerto hace 10 a?os mientras perpetraba un sabotaje. Hay una gran ikurri?a con cresp¨®n negro. El escenario es una esquela con el rostro de los 18 muertos hernaniarras "en acci¨®n de guerra" a la que acompa?an los retratos de los 16 presos del pueblo encerrados entre alambre de espino. Suena L'Estaca, de Llu¨ªs Llach. Nada m¨¢s entrar en el recinto abarrotado de adolescentes, un miembro de Gestoras advierte a estos periodistas que EL PAIS no puede asistir al acto. Le ignoramos. Los dos periodistas son testigos de la teatral irrupci¨®n en el homenaje de dos j¨®venes encapuchados que, precipitados y entre aplausos, piden el apoyo de todo el pueblo "y de todas las edades" a la kale borroka. No olvidan proferir amenazas a la polic¨ªa aut¨®noma y al delegado del Gobierno en Navarra. Y salen corriendo entre aclamaciones. Minutos despu¨¦s los aplausos llegan al paroxismo cuando el altavoz enumera a los hernaniarras muertos y su respectivo ejecutor: Batall¨®n Vasco Espa?ol, Triple A, Guardia Civil. Un pariente de cada difunto sube al estrado entre v¨ªtores que son ensordecedores cuando se pronuncia la palabra maldita: GAL. Los periodistas abandonan el polideportivo.
Muertos y presos son su gran capital. Su bandera. Los muertos son mitos, y los presos, h¨¦roes. Y los familiares de los muertos y los presos, mitos y h¨¦roes por generaci¨®n espont¨¢nea a los que hay que mimar... y tambi¨¦n usar. Un familiar de un preso de ETA natural de Hernani reconoce esa descarada utilizaci¨®n de las familias: "S¨ª, es cierto, pero son momentos tan dif¨ªciles que es l¨®gico que te pongas de su lado, que te dejes llevar. Ellos te dan calor, te buscan un abogado, te ayudan econ¨®micamente, viajan con tigo hasta la c¨¢rcel. Es muy dif¨ªcil resistirte. Pero claro que te manejan, y unos cuantos (pocos) evitamos entrar en su juego". Elias M¨ªner, de 26 a?os, hijo de Kepa M¨ªner, de 62 a?os, preso desde 1984 por colaboraci¨®n con banda armada, opina que todos en Hernani est¨¢n con los familiares de los presos: "De los abertzales hemos recibido toda la solidaridad del mundo, y del resto del pueblo, como m¨ªnimo, respeto. Todos se han volcado con nosotros. Nunca me he sentido utilizado. Pero la solidaridad y el cari?o hay que agradecerlo comprometi¨¦ndote mucho m¨¢s, algo que a lo mejor en otra situaci¨®n no habr¨ªas hecho", recalca M¨ªner. (...)
En Hernani no hay dos bandos. Hay uno, el que apoya a ETA. Y, enfrente, todos los dem¨¢s. Hernani es una brecha en el coraz¨®n del Pa¨ªs Vasco.
El fin del terror
Punto y aparte. El 21 de octubre de 2011, la banda terrorista ETA anunci¨® el "cese definitivo" de la violencia, despu¨¦s de 43 a?os. En su comunicado no daba pistas sobre el desarme ni sobre su disoluci¨®n.
V¨ªctimas. Del guardia civil Jos¨¦ Pardines, asesinado en 1968, al gendarme galo Jean-Serge N¨¦rin, tiroteado en 2010, ha discurrido un reguero de 829 muertos.
El desarme. En una entrevista concedida tres semanas despu¨¦s del comunicado, dos portavoces de la organizaci¨®n terrorista hablaron por primera vez del desarme: "La cuesti¨®n de las armas est¨¢ incluida en la agenda".
Diez a?os. Una de las personas que m¨¢s trabajaron para traer el final de ETA, Jes¨²s Eguiguren, presidente del PSE, dijo: "Lograr la paz va a costar una d¨¦cada". En diez a?os, la "guerra" de Hernani (1996) se volvi¨® "silencio" (2007), seg¨²n Jes¨²s Rodr¨ªguez, autor de ambos reportajes. Quiz¨¢ en otros diez solo queden cicatrices.
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