El libro m¨¢s venerado por las SS
Un estudio analiza la visi¨®n sesgada y a conveniencia que los nazis hicieron de 'Germania', de T¨¢cito - Himmler busc¨® un manuscrito del cl¨¢sico en Italia en 1943
?Cu¨¢l es el libro m¨¢s peligroso del mundo? El Mein Kampf, contestar¨¢n muchos r¨¢pidamente. La Biblia; el Cor¨¢n; el Malleus maleficarum, el gran manual para la caza de brujas; El manifiesto comunista; alg¨²n grimorio como el ficticio Necronomic¨®n, Madame Bovary, Kamasutra... Las respuestas pueden ser muy variadas, pero a pocos se les ocurrir¨ªa seriamente considerar peligrosa una obrita como la Germania de T¨¢cito, poco m¨¢s de 30 p¨¢ginas de tratado ¨¦tnicogeogr¨¢fico con intencionalidad moralizante escritas a finales del siglo I de nuestra era por un historiador romano. Y sin embargo, ?diablos, qu¨¦ da?o ha hecho el librito de marras!
Para los nazis fue una biblia de su causa: consideraban que probaba la superioridad alemana y se lo cit¨® para justificar las leyes raciales de N¨²renberg. Himmler ten¨ªa una fijaci¨®n con esa obra, y ya se sabe a lo que conduc¨ªan las fijaciones del reichsf¨¹hrer. En 1943 envi¨® un destacamento de las SS a Italia para hacerse con el m¨¢s antiguo manuscrito que se conserva del librito de T¨¢cito, el Codex Aesinas. Curiosa empresa nazi: conseguir un libro para venerarlo y no para quemarlo, como era lo habitual. Himmler le otorgaba al manuscrito de la Germania un poder tan grande como el de otras de sus reliquias favoritas: el Grial, la lanza de Longinos o el martillo de Thor. A diferencia de esos objetos legendarios, el libro era bien real, y el mal que hizo, tambi¨¦n.
El Reich usaba al autor latino para justificar su pol¨ªtica racial
Seg¨²n el historiador, Germania era un asco de sitio para vivir
A explicar la asombrosa historia de Germania y su impacto en las mentalidades -desde los humanistas al movimiento v?lkisch pasando por los rom¨¢nticos- hasta llegar a ocupar lugar privilegiado en las mesitas de noche de los mayores criminales de la historia, ha dedicado un ensayo apasionante el profesor de Cl¨¢sicas de la Universidad de Harvard Christopher B. Krebs, especialista en T¨¢cito. Bajo el elocuente t¨ªtulo de El libro m¨¢s peligroso (Cr¨ªtica), agarr¨¢ndose a la consideraci¨®n del gran Momigliano de que Germania merece ocupar un lugar destacado entre los cien libros m¨¢s peligrosos que jam¨¢s se hayan escrito, Krebs nos lleva en un viaje fascinante de la Roma imperial a la Alemania hitleriana pasando por monasterios, cortes y bibliotecas, en un recorrido por la historia de las ideas que tiene mucho de trabajo detectivesco y parece a ratos una novela de intriga.
Cuando uno toma en sus manos Germania, tan peque?ita que normalmente se edita con otros dos libros breves de T¨¢cito, Agr¨ªcola y el Di¨¢logo sobre los oradores (en la edici¨®n de la Biblioteca Cl¨¢sica Gredos, por ejemplo, con introducciones, traducci¨®n y notas de J. M. Requejo), no alcanza a imaginar c¨®mo se puede comparar esa obrita, r¨¢pida panor¨¢mica de la geograf¨ªa, los usos y costumbres de los germanos, con una pistola humeante. Y sin embargo, cuando Krebs lo se?ala, ah¨ª est¨¢n las consideraciones que har¨ªan furor a lo largo de la historia hasta su utilizaci¨®n por los nazis. "Estoy casi convencido de que los germanos son ind¨ªgenas y que de ning¨²n modo est¨¢n mezclados con otros pueblos [...]. Al no estar degenerados por matrimonios con ninguna de las otras naciones, han logrado mantener una raza peculiar, pura y semejante solo a s¨ª misma; de ah¨ª que su constituci¨®n f¨ªsica, en lo que es posible para un grupo tan numeroso, sea la misma para todos: ojos fieros y azules, cabellos rubios".
Para los nazis y sus precursores, T¨¢cito demostraba la continuidad de un pueblo en una tierra y justificaba la pol¨ªtica racial. "Volveremos a ser como ¨¦ramos", anot¨® Himmler en su diario, emocionado por "el se?or¨ªo de nuestros antepasados" tras leer Germania. El reichsf¨¹hrer hasta estudi¨® ejecutar a los homosexuales como T¨¢cito se?alaba que hac¨ªan los antiguos germanos: ahog¨¢ndolos en las ci¨¦nagas. Sencillos, valerosos, leales, puros, honorables y hasta castos: as¨ª se ve¨ªan retratados muchos alemanes en Germania. Y los SS se identificaban con aquellos guerreros -reencarnados en el arquetipo del ario-, para los que supuestamente la lealtad era su honor.
Era, claro, la que hac¨ªan los nazis de la Germania una lectura sesgada. El historiador romano no se refer¨ªa en su librito a los supuestos antepasados ejemplares de los alemanes modernos. El concepto germanos no alud¨ªa a un pueblo homog¨¦neo, ind¨ªgena y puro, susceptible de continuidad ¨¦tnica, sino a una amalgama de tribus de identidad y destino incierto pululando en las nieblas del pasado. Hab¨ªa adem¨¢s observaciones poco agradables de T¨¢cito sobre los germanos y su patria. Esas simplemente eran ignoradas. Por ejemplo, considera T¨¢cito que como sitio para vivir, Germania es un asco; se?ala que los germanos practican los sacrificios humanos (esto a los nazis, curiosamente, les molestaba mucho, aunque ellos se entregaran con fruici¨®n al Holocausto); que cuando no guerrean pasan la mayor parte del tiempo sin ocuparse de nada, entregados al sue?o y la comida; que crecen desnudos y sucios, que beben y ri?en entre ellos continuamente. Llega a decir de una de sus tribus, los catos, que "para lo que son los germanos tienen mucha capacidad de raciocinio". Nada de esto impidi¨® que el pobre T¨¢cito, el gran T¨¢cito, pasara a formar parte del discurso autolegitimador de los nazis. Hubiera sido mucho pedir que supieran leer bien a los cl¨¢sicos.
Un c¨®nsul romano abducido por Himmler
Fue un proceso de siglos el que llev¨® a Germania a ser un libro peligroso. Es a partir de su redescubrimiento en el siglo XV cuando comenz¨® la difusi¨®n que lo convertir¨ªa en un terrible instrumento ideol¨®gico. Krebs, en un recorrido que sugiere a veces El nombre de la rosa o El c¨®digo Da Vinci y en el que aparecen cazadores de manuscritos y papas bibli¨®filos, nos muestra c¨®mo el texto va carg¨¢ndose de significados e interpretaciones, a veces con simp¨¢ticos disparates como considerar a los germanos descendientes de No¨¦ o de los troyanos, para darles pedigr¨ª.
?nica cr¨®nica de los pueblos germ¨¢nicos legada por la antig¨¹edad, se tendi¨® a considerarla, en un salto mortal, una fuente hist¨®rica y un retrato fehaciente del pasado alem¨¢n, cuando lo que describe -con ¨¢nimo moralizante y pol¨ªtico de comparar al buen salvaje, no adulterado, con el corrupto y decadente romano- es un batiburrillo de observaciones ap¨®crifas y leyendas.
Lo m¨¢s probable es que T¨¢cito, aunque viaj¨® en funci¨®n de sus altos cargos y parece haber permanecido un tiempo en la Galia belga, no visitara nunca personalmente Germania. Quiz¨¢ el librito fuera una manera de incitar a Trajano a conquistarla de una vez, proceso paralizado tras la aniquilaci¨®n de las legiones de Varo en Teutoburgo por Arminio el a?o 9. Ignoramos muchas cosas del historiador, entre ellas su origen (parece que en la Galia Narbonense) y las fechas exactas de nacimiento y muerte. Sabemos que fue yerno del gran general Agr¨ªcola -al que consagr¨® una encomi¨¢stica biograf¨ªa-, que fue legado y lleg¨® a senador, c¨®nsul y posiblemente proc¨®nsul de Asia. Todo ello sin duda menos importante que su tarea como historiador, el mejor de Roma en opini¨®n de muchos y como prueban sus Historias y sus Anales. Krebs destaca c¨®mo los nazis trataron de convertir el relato de T¨¢cito en una realidad, "pasado en futuro". En el ep¨ªlogo apunta que el peligro no ha pasado. Y que la culpa no es de T¨¢cito, sino de sus lectores.
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