Regina consigui¨® salvar a su hija
El mayor acceso a los tratamientos reduce la transmisi¨®n materno-filial en ?frica.-La falta de fondos amenaza los logros
Regina es casi una adolescente. A sus 19 a?os, se la ve fr¨¢gil, cansada pero entregada al cuidado de su hija Jessica, de dos a?os. Ellas pueden ser el s¨ªmbolo de lo que, poco a poco -demasiado lentamente, seg¨²n muchos-, se est¨¢ consiguiendo en los pa¨ªses m¨¢s castigados por el VIH. En la enorme sala de espera del hospital Korle-bu de Accra (Ghana), Regina y Jessica esperan para ser atendidas. Y para ser entrevistadas por los periodistas invitados por el Fondo Mundial contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis. Hace falta que una de las enfermeras haga de int¨¦rprete. Regina casi no habla ingl¨¦s. Ambas simbolizan un ¨¦xito parcial en la lucha contra la enfermedad. A Regina le transmiti¨® el VIH su madre. "La conocemos desde peque?a", dice una enfermera. "Tomo los antivirales desde los nueve a?os", afirma la joven. Pero ella ha conseguido ser madre sin transmitir el virus a su hija, rompiendo as¨ª la cadena por uno de sus eslabones m¨¢s d¨¦biles.
En el mundo hay unos 30 millones de infectados; el 70% vive en ?frica
Para algunos, el precio de la medicaci¨®n es prohibitivo
Madre e hija representan el pasado y futuro de un continente donde vive el 70% de los m¨¢s de 30 millones de personas con VIH que hay en el mundo, seg¨²n el ¨²ltimo recuento de Onusida, la agencia de las Naciones Unidas creada para tratar esta pandemia. Tambi¨¦n su feminizaci¨®n: de las 260.000 personas con VIH que viven en el pa¨ªs, el 60% son mujeres.
A Regina, el padre de la ni?a la abandon¨® justo despu¨¦s de dar a luz. Ella vive en casa de una t¨ªa. "No puedo trabajar", se queja. Cada dos meses tiene que ir al hospital a por pastillas. En Ghana, un pa¨ªs donde el 2% de la poblaci¨®n adulta est¨¢ infectada (en Espa?a la tasa es del 0,5%), solo el 60% de las personas que lo necesitan reciben el tratamiento. Y eso se considera un ¨¦xito de los programas de ayuda, ya que la media mundial est¨¢ en el 47%, seg¨²n Onusida. Adem¨¢s, Regina, por ser madre, lo recibe gratis, algo que muchos de los otros afectados que van a la misma cl¨ªnica, como Richard Adzati, no pueden decir. A ¨¦l le cuesta unos 2,5 euros al mes. Nada comparado con lo que tendr¨ªa que pagar un espa?ol por la misma medicaci¨®n (alrededor de 580 euros mensuales), pero una cantidad que para este hombre de 44 a?os con tres hijos a su cargo puede resultar prohibitiva.
El ¨¦xito del caso de Regina y Jessica est¨¢ en un cambio de las pautas de tratamiento, que explica la enfermera Joyce Dodoo. "A todas las mujeres que vienen a la cl¨ªnica se les hace la prueba del VIH. Si est¨¢n embarazadas y dan positivo, el tratamiento empieza a las 14 semanas de gestaci¨®n. Y se mantiene durante un a?o despu¨¦s del parto. As¨ª se consigue que la carga viral se reduzca, y que puedan amamantar a sus hijos seis meses, que es lo que recomienda la Organizaci¨®n Mundial de la Salud", explica.
No es un m¨¦todo perfecto, ya que un 6% de los ni?os acaban infectados, pero es mejor que lo que hab¨ªa antes, y tiene la ventaja de que permite mantener la lactancia, que es la manera m¨¢s barata, segura y efectiva de alimentar a los beb¨¦s en pa¨ªses como Ghana, donde ni siquiera el agua de los mejores hoteles es segura para el consumo humano. Todo este trabajo, sin embargo, se enfrenta a una amenaza. Con la crisis y una campa?a de boicoteo, algunos pa¨ªses, como Espa?a, han cancelado o recortado sustancialmente su ayuda al Fondo Mundial. La situaci¨®n ha llegado a un extremo que la organizaci¨®n Aids-free World, que lidera Stephen Lewis, ha calificado de homicidio los recortes en unos programas que han conseguido llevar tratamientos a m¨¢s de 2,5 millones de personas, evitar 800.000 casos de transmisi¨®n materno-fetal del VIH y repartir 1.800 millones de preservativos. Sin contar los 6 millones de personas con tuberculosis tratadas o los m¨¢s de 100 millones de casos de malaria.
Y eso se nota hasta en las afueras de Accra, donde Sam Boateng, presidente de la ONG International Peace Advocacy Association y portavoz de los pacientes del hospital Korle-bu, se queja de que no hay repuestos para las m¨¢quinas del laboratorio, de que de vez en cuando escasean medicamentos y de que falta dinero para programas para los grupos de autoapoyo. "Y si la gente no se re¨²ne, los datos muestran que aumentan las infecciones", insiste.
Richard Adzati, que pertenece a uno de los grupos de pacientes -y tambi¨¦n lidera una ONG, Phoenix Foundation, porque ¨¦l, como el ave mitol¨®gica, ha renacido de sus cenizas- apunta otro aspecto "mejorable si hubiera dinero": la comida que se da en los hospitales. "Mucho decirnos que debemos comer bien, que tomemos verduras, y cuando est¨¢s ingresado no te las dan", dice. Claro que el enfado se le pasa algo cuando se entera de que ese tipo de men¨²s se da en todos los hospitales del mundo.
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