Descargo
El director de cine tambi¨¦n hace su lectura de la no aprobaci¨®n de la 'ley Sinde'
La vodevilesca conclusi¨®n de la aplicaci¨®n de la ley sobre descargas ilegales en la Red culmina una legislatura socialista que ha provocado el desaliento de muchos de sus votantes. Quiz¨¢ una de las razones tenga que ver con su pintoresca afici¨®n a los coitus interruptus, leyes que prometen, generan debate p¨²blico, radicalizan las posiciones sociales y finalmente no se promulgan, generando una sensaci¨®n de hast¨ªo y desapego cuando no de traici¨®n y abandono. Del Estatut de Catalunya a la reforma del Valle de los Ca¨ªdos, habr¨¢ que pensar que muchos votantes bajaron los brazos fatigados de tanta expectativa incumplida.
Las descargas ilegales descorcharon un debate ruidoso, ajeno a la din¨¢mica del resto del mundo, donde se mezclaron conceptos irreconciliables como industria y cultura, entre otros galimat¨ªas patrios. Eso s¨ª, sirvi¨® para retratar el arte de la ambig¨¹edad pol¨ªtica, con esa incapacidad de enfrentarse a la cr¨ªtica ajena con la fuerza de las convicciones propias. Al final, solo ganaron los que nadan en seco y hablan con palabras vac¨ªas.
Jaron Lanier, en su libro You are not a gadget, traducido al castellano con excesiva contundencia Contra el reba?o digital, propone una lectura particular del universo de Internet donde al menos nos libera de las homil¨ªas sobre lo que es moderno y lo que es antimoderno, y evita la edulcorada confianza en el futuro, como si el futuro no hubiera de ser, siempre, un esfuerzo colectivo de justicia, igualdad y mejora y no una mera sumisi¨®n tecnol¨®gica. Con esp¨ªritu de controversia, compara el autoritarismo de los militantes digitales con el castigo mao¨ªsta contra intelectuales y artistas, a los que una vez te?idos de desprecio social forz¨® a la reeducaci¨®n castradora. Reeducaci¨®n que hoy obliga a pasar por el aro de la grandes marcas tecnocomunicativas.
Pero quiz¨¢ la m¨¢s esclarecedora conclusi¨®n surge cuando afirma que robar casas y coches es f¨¢cil, pero pocas personas lo hacen. "Las cerraduras son amuletos de un contrato social que aceptamos porque nos beneficia a todos. Es solo la elecci¨®n personal la que hace que el mundo funcione. Las restricciones que nos imponemos compensan los fallos de la naturaleza humana. Debemos comprometernos para convertirnos en mejores personas". Es decir, un debate individual mucho m¨¢s ambicioso que el vodevil pat¨¦tico al que nos convocan.
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