?Una cuesti¨®n de negocio?
El Ministerio de Cultura fue creado en Francia, en 1958, por (y hasta podr¨ªa decirse para) Andr¨¦ Malraux, con tres objetivos principales: a) aumentar el "brillo" y el prestigio de la cultura nacional en el mundo; b) difundir la cultura a nivel municipal entre los j¨®venes (las "casas de cultura" de los Ayuntamientos), y c) proteger aquellos bienes del patrimonio estatal (tanto material como inmaterial) que se consideraban de especial valor y que, abandonados a la l¨®gica mercantil, habr¨ªan perecido o sufrido graves da?os; y estos tres objetivos han venido siendo, hasta nuestros d¨ªas, la justificaci¨®n general de este tipo de ministerios all¨ª donde han existido. A mi modo de ver, el objetivo c) conserva toda su vigencia en nuestros d¨ªas, e incluso la ha aumentado, y ser¨ªa una perfecta legitimaci¨®n para defender la necesidad de esta instituci¨®n. Tengo la impresi¨®n, sin embargo, de que el objetivo b) ha sido corrompido o pervertido (al menos en nuestro pa¨ªs) por las pol¨ªticas demag¨®gicas y/o identitarias practicadas efectivamente por Ayuntamientos y Comunidades Aut¨®nomas, y de que el objetivo a), que a m¨ª particularmente siempre me pareci¨® sospechoso, se ha convertido en algo completamente distinto y ha invadido el terreno del objetivo c) en la medida en que, merced a una confusi¨®n (si no colusi¨®n) entre poderes p¨²blicos y privados, se ha producido una modificaci¨®n de facto del estatuto de los bienes culturales, que, en lugar de considerarse relativamente a salvo de la l¨®gica mercantil, tienden hoy d¨ªa a evaluarse como un ¨¢rea de negocios como cualquier otra, es decir, por su valor econ¨®mico producido en t¨¦rminos de resultados (?qui¨¦n no se acuerda de la patri¨®tico-comercial exaltaci¨®n del "valor econ¨®mico del espa?ol"?), lo que ha envenenado la mayor¨ªa de los sectores culturales (empezando por el editorial) con su pr¨¢ctica reducci¨®n al marketing. Me he referido en diversas ocasiones a la manera en que esta operaci¨®n ha causado un mal mayor: expropiar a los creadores de cultura de los instrumentos para evaluar aut¨®nomamente sus producciones al margen del mercado (incluido el mercado de las identidades). Y si la cultura queda reducida a negocio, no solamente se trastornan por entero las jerarqu¨ªas de los valores culturales, sino que un ministerio del ramo podr¨ªa no significar m¨¢s que un ministerio del negocio. Dicho en menos palabras: el Ministerio de Cultura est¨¢ justificado precisamente porque se parte de la suposici¨®n de que la Cultura no es un negocio ni puede gestionarse o evaluarse como negocio. Si esta suposici¨®n desaparece -y hay que reconocer que al menos no est¨¢ atravesando su mejor momento-, hay que reconocer que la existencia del Ministerio de Cultura podr¨ªa llegar a resultar, como m¨ªnimo, igual de perversa que su abolici¨®n. Dicho lo cual, a?ado que por supuesto lo que a uno ha de preocuparle, en todo caso, es la cultura, no el ministerio. Y que, puestos a suprimir alguno, yo propondr¨ªa que quitasen primero el de Fomento (por lo menos hasta que se viese claro qu¨¦ es lo que hay que fomentar) y el de Econom¨ªa y Hacienda (al menos mientras Goldman Sachs lo tenga reducido a la trivialidad o a la ventriloquia).
Jos¨¦ Luis Pardo es escritor y fil¨®sofo, autor de Esto no es m¨²sica. Introducci¨®n al malestar en la cultura de masas, entre otros t¨ªtulos.
Babelia
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